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Balances como espadas

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Rafael López-Diéguez
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Por Rafael López-Diéguez

El Estado de las Autonomías lo que realmente genera es desigualdad.

No sé si a veces, por lo que pudiera acontecer, se reflexiona sobre el significado del rosario de noticias que nos agobia sobre el dispendio autonómico y las reivindicaciones monetarias, no sólo del pedigüeño Arturo Mas, de todos y cada uno de los presidentes autonómicos que buscan tapar, con transferencia de capital desde las arcas del Estado, la desastrosa gestión económica que ha sido santo y seña del Estado de las Autonomías.

Cualquier experto que reflexione sobre el modelo de financiación del Estado de las Autonomías que tenemos, reformado y consensuado cada cierto tiempo para depredar las arcas públicas, lo que dice es que es insostenible. Entre otras razones porque desde que se puso en marcha, lo único que ha hecho es generar problemas y, por más propaganda que se haga, no ha conseguido corregir los desequilibrios regionales generadores de tensiones territoriales, aunque los haya disfrazado cubriendo las deficiencias con el siempre inútil recurso a la subvención.

Estado-de-las-autonomias

El modelo de financiación autonómica ha entrado en fase de revisión y, naturalmente, porque está en el ADN del sistema, todos y cada uno de los presidentes autonómicos, nacionalistas o no, pide más dinero. Y ahí andan, blandiendo como si fuera un florete la balanza fiscal y exacerbando el cainismo del “somos explotados por el resto de España porque pagamos más que recibimos”, para generar ficticios modelos identitarios que cubran una gestión desastrosa. Esa que prefiere gastarse el dinero en viajes y embajadas en vez de atender a la educación, la sanidad o la ayuda social.

El irrefrenable manirrotismo autonómico ha sido posible porque en el fondo todos han hecho lo mismo que llevan haciendo las autoridades catalanas desde hace décadas, crear agujeros negros y luego reclamar más financiación, deudas históricas o repartos injustos. El problema es que hasta hoy, los sucesivos Gobiernos han solucionado el gobernar prescindiendo del valor de los recursos asignados dando más dinero a las autonomías: unas porque eran suyas y otras porque tenían que ser compradas.

Hoy, cuando se demuestra que el agujero autonómico es incontrolable, el Gobierno prefiere seguir la política del avestruz ante la necesaria revisión del modelo de financiación. Pero ya nos anuncia, en la estela de la propuesta de Sánchez-Camacho, que el nuevo modelo lo que tiene que hacer es garantizar unos servicios mínimos y después que cada uno haga con el dinero lo que desee, y una vez financiados esos mínimos podrá darse carta de naturaleza a la desigualdad. Y es que el Estado de las Autonomías lo que realmente genera es desigualdad.

LA GACETA

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