Por Pedro Cantero López
Ha llegado el final del año y como no podía ser de otra forma los problemas siguen igual o tal vez agravados al no haberse procedido por parte de los responsables a buscarles solución aplicando los medios necesarios para subsanarlos.
Es fácil deducir que me estoy refiriendo a los que la sociedad española viene soportando, con pocas probabilidades de que mejoren siquiera en un mínimo porcentaje o por lo menos que la convivencia no se agrave a consecuencia de ellos.
Sucede que buscar la ansiada mejoría entre lo ya conocido es pura falacia; el tiempo del poder partitocrático se consume, y los que han salido beneficiados han sido aquellos que únicamente desean el final de la nación más antigua de Europa. A mí no me ata compromiso alguno que me sirva de mordaza y puedo proclamar que los separatismos y los que consideran a España como una cabeza de puente entre los regímenes populistas de Hispanoamérica para introducir el nuevo comunismo en el viejo y ajado continente, que permanece aletargado víctima del capitalismo liberal que le ha conducido al hedonismo y relativismo más acusados, son los que están a punto de conseguir sus objetivos, Todo ello patrocinado por el poder fáctico del mandil y el cartabón, sin olvidar el sector del clero cuya doctrina se centra en aumentar el valor de la riqueza atesorada.
No voy a negar que el enemigo sea poderoso y difícil de erradicar. Solo una fuerza unida, revolucionaria y con los objetivos perfectamente claros, estaría en condiciones de hacer frente a tamaña maquinaria de poder destructivo.
Justo es reconocer los esfuerzos de distintos grupos de nuestro entorno para lograr acuerdos puntuales que culminen en la ansiada lista única de cara a las elecciones. Por desgracia esto no basta. Frente a estos movimientos proclives al entendimiento por lo menos puntual, se sitúan otros que sistemáticamente rechazan esta posibilidad, sin que por el momento hayan ofrecido propuesta alguna en este sentido. Ellos son muy quienes y estoy seguro que su estrategia está lejos de la de molestar por molestar.
Los separatistas están siendo más astutos y han adoptado la estrategia de la amenaza y el matonismo amparados por la negligencia de los poderes del Estado, que permanece impasible adoptando la táctica del avestruz.
El representante del Estado español en Cataluña, presidente de la Generalidad, lleva ya muchos meses echándole un pulso al gobierno de la nación del que hasta el momento ha salido vencedor. Cosas de los del mandil. Y por si algo faltaba, los vascos son los que ente caso se aprestan a coger las nueces que caen del árbol de la ignominia y la traición. Cuando menos se esperaba, han reaparecido con un nuevo plan Ibarreche, corregido y aumentado. El original ya sabemos cómo acabó: el ponente fue condenado al ostracismo sin que nadie sepa que es de su vida pública. El nuevo, mucho nos tememos que enrocado con el catalán, signifique un grave problema a solucionar.
Lo de Galicia, o mucho me equivoco o está al caer, con lo que España, como nación había llegado a su final. Se puede comprobar que los deberes en este capítulo, son urgentes. Ya sean galgos o podencos los que nos acechan.
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