Por Alejo Vidal-Quadras
Mientras el Partido Popular no se decida a usar sin complejos su mayoría absoluta seguiremos sin levantar cabeza.
El Ministerio de Hacienda solicitó en su día a un comité de sabios que diseñase las líneas maestras de una reforma tributaria que combinase la eficacia recaudatoria con el estímulo al crecimiento y al empleo. La idea es digna de alabanza y los objetivos muy convenientes. Sin embargo, a los expertos se les impuso una condición de contorno, que el total de los ingresos del Estado no disminuyese. Dicho de otra forma, los miembros del comité debían formular sus propuestas de tal manera que las Administraciones no perdiesen ni un euro. Constreñido por esta limitación, el distinguido grupo de cerebros presidido por Manuel Lagares ha sugerido un conjunto de medidas que sin duda mejoran el deficiente sistema en vigor, pero que, debido al mantenimiento de la voracidad gubernamental, no ha permitido aprovechar al máximo su experiencia y conocimientos.
La rebaja del tipo máximo del IRPF, la supresión del impuesto del patrimonio y un impuesto de sociedades competitivo son ideas que sería magnífico que el Gobierno hiciese suyas. Sin embargo, el mantenimiento del impuesto de sucesiones, tributo inmoral y confiscatorio donde los haya, el castigo a los rendimientos del capital con un gravamen desincentivador del ahorro y la inversión, y el incremento del IVA para compensar la bajada en el IRPF y en las cotizaciones sociales, van en la dirección contraria de lo que necesita la economía española. Lo que hace tiempo que debería haber hecho Cristóbal Montoro es constituir otra comisión de cabezas privilegiadas para elaborar un programa ambicioso de disminución del gasto público en siete puntos del PIB podando todo el ramaje seco que pende de Ayuntamientos y Comunidades Autónomas. Mientras el Partido Popular no se decida a usar sin complejos su mayoría absoluta para sanear a fondo las cuentas del Tesoro, seguiremos sin levantar cabeza y dependiendo de la protección del Banco Central Europeo y del respaldo de los países centrales de la Unión. El motor de España necesita combustible y para nuestra desgracia una parte significativa de los recursos que los individuos y las empresas generan con su trabajo se quema inútilmente en la hoguera que calienta a los partidos. Este es el tema de nuestro tiempo y hay que repetirlo una y otra vez porque si el Gobierno se niega a cumplir con su tarea porque carece de la necesaria convicción, a lo mejor lo hace por agotamiento.
La Gaceta
