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La Humanidad nació en África

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La Humanidad nació en África. Concretamente en un rincón al norte de Tanzania; en la Garganta de Olduvai, donde el clima y el paisaje invitaron a los primates a bajarse de los árboles y salir a la sabana erguidos, por fin, sobre sus piernas. Hasta aquí la teoría por todos conocida. La práctica ha salido, por primera vez, fuera de África y puede paladearse en el Museo Arqueológico de la Comunidad de Madrid (Alcalá de Henares), desde el lunes y hasta el mes de julio, antes de pasar el resto del año en el Museo de la Evolución Humana (Burgos).

La ocasión es única e histórica, porque por primera vez 200 piezas celosamente custodiadas por el equipo que dirigen los arqueólogos Enrique Baquedano, director del museo, y Manuel Domínguez-Rodrigo, profesor de Prehistoria en la Complutense, podrán contemplarse rodeadas de explicaciones, recreaciones audiovisuales, un documental de Javier Trueba sobre los trabajos en la Garganta de Olduvai y grandes ilustraciones de Mauricio Antón que recrean el entorno de la época.

“La intención es que el público comprenda cómo surgió el género humano y cómo evolucionó en África desde hace cuatro millones de años hasta el Homo sapiens arcaico (hace 180.000 años)”, comenta Baquedano, que tiene cada dato en su cabeza, pese al aparente caos del montaje de la exposición. “Toda esta muestra se hace gracias a los 25 años de trabajo de mi socio, Manuel Domínguez-Rodrigo, en África, concretamente en la falla del Rift”, añade el investigador.

Cuando el homínido baja de los árboles se dan varias circunstancias que denotan un paso de gigante en la evolución: “La bipedestación (comienzan a caminar sobre sus pies), introducen en la dieta grandes cantidades de carne y les crece el cerebro, lo que afecta a su comportamiento”. Y toda esa evolución, desde el paso del Australopithecus hasta el Sapiens arcaico está contenido en la Garganta de Olduvai.

De allí se han traído, en colaboración con el Museo Nacional de Tanzania de Dar es Salaam, más de 200 piezas, algunas de ellas originales de incalculable valor científico, como un trozo del radio de un homínido Paranthropus (OH80), descubiertas por el equipo español en el lecho dos de Olduvai, con 1,6 millones de antigüedad.

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El Paranthropus era la rama que desapareció paralela a la del Australopithecus. “Conocíamos muy bien el cráneo, pero no sabíamos cómo era el resto del cuerpo”, comenta Baquedano ante un trozo asombrosamente grueso de un radio perteneciente a este ser. Lo encontraron en las excavaciones españolas entre 2010 y 2011 y el pasado mes de diciembre se publicó el artículo correspondiente en la revista Plos One. “Tenían tres veces la fuerza en el brazo de un neandertal y pesaban unos 80 kilos de media”, añade el experto.

“También contamos la historia del Homo habilis, primer representante de nuestra especie y del Homo ergaster africano (Homo erectus en Europa); que se parecían a nosotros en que eran muy altos y tenían más capacidad craneal”, explican los comisarios de la exposición.

Para entender la evolución de los homínidos, como decía el paleontólogo británico Louis Leakey (1903-1972), “hay que fijarse también en el entorno”. Por eso la muestra está llena de restos de fósiles de animales que convivieron con aquellos antepasados nuestros entre el Plioceno y el Pleistoceno inferior. Como el pelorovis, una especie de búfalo gigante con el doble del tamaño de los búfalos actuales; félidos dientes de sable; un sivatherium (primo lejano de la jirafa)… pero también elefantes, rinocerontes, hienas y cocodrilos (cuyos dientes aparecen marcados en los huesos de los homínidos).

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En cuatro millones de años ha cambiado mucho el paisaje, y más en “la falla del Rift, donde se produjo un acortamiento de la corteza terrestre dando lugar a un gran número de volcanes”, añade Baquedano. Esa actividad volcánica y la ceniza que expelían sus chimeneas ayudaron a conservar a la perfección las huellas de aquellos primeros homínidos erguidos y las de los animales del entorno y un molde de esas huellas luce con aspecto reciente en la exposición.

También hay herramientas. Desde las primeras etapas de la talla de piedra, a la irrupción de las innovaciones achelenses y las de obsidiana. El conjunto lítico procede de 56 localidades, como Peninj, donde los hallazgos han sido notables.

“Si alguien me hubiera dicho alguna vez que los españoles íbamos a liderar las excavaciones en Tanzania, hubiese pensado que deliraba”, asegura Baquedano, señalando a Domínguez-Rodrigo como el mejor experto del mundo en tafonomía (interpretación de las marcas que quedan en los huesos).

Ambos siguen las huellas de Louis y Mary Leakey, Kohl-Larsen, Richard Hay, Don Johanson, Tim White… una lista a la que cada vez más se añaden nombres españoles.

Arqueología. Nuestros Orígenes. El Mundo.

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