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Sobre Jorge Eliécer Gaitán

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Sobre Jorge Eliécer Gaitán

Por Juan Román Rubio para elmunicipio.es

«Gaitán no era un ideólogo del tipo razonador y metódico a que perteneció Murillo Toro, o como lo fue Darío Echandía. Su pensamiento era la expresión emotiva de un compromiso vital y fogoso por la causa de las clases trabajadoras y de los grandes grupos desprotegidos y humildes en cuyo seno nació»

Gabriel Poveda Ramos.

La muerte de nuestro Caudillo un 9 de Abril de 1948, frustraría una Revolución social donde la Patria, el Pan y la Justicia, hubiese sido una realidad para nuestro pueblo y no un privilegio para unos pocos.

La historia de Nuestra Patria se parte y se hunde irremediablemente en una guerra que ha sumido a nuestra patria en ríos de sangre a la 1:05 p.m Gaitán agoniza y con el agonizara la esperanza de un pueblo. La historia de nuestra patria habría sido muy distinta si el crimen de Gaitán hubiera fracasado. Nuestras oligarquías con la ayuda de la CIA, planearon y ejecutaron el homicidio logrando su objetivo: asesinar a Jorge Eliécer Gaitán y encadenar el charco de sangre que dejó el cuerpo herido, en la carrera séptima con Avenida Jiménez, los millones de litros de sangre colombiana que se han derramado sin cesar desde el 9 de abril de 1948 hasta nuestros días.

Sangre y vidas que, además de sumarse a la imperdonable muerte de Gaitán, se entretejieron también con los cientos, miles, de vidas que desde antes de ese 9 de abril caían asesinadas en un lugar llamado Colombia. La razón de esta barbarie, en contra de cualquier pronóstico, se mantiene intacta en nuestra democracia: no se tolera a quienes piensan, opinan, actúan distinto a lo que impone el gobierno de turno.

Nuestro Caudillo fundió nuestra ideología dentro del liberalismo colombiano de la primera mitad del siglo XX. Dadas las circunstancias, el grado de desarrollo económico, social y político que presentaba el país en los años en que evoluciono nuestro Caudillo.

“El negro Gaitán” o “el Indio Gaitán” como le llamaban (en una sociedad como la nuestra donde ser trigueño, aindiado y pobre, constituyen razones suficientes para ser descalificado como dirigente del país), consiguió con su formación intelectual, su innata capacidad de orador y su actividad política, establecer un diálogo con un pueblo que, harto de ser segregado por negro, aindiado y pobre, vio en él la oportunidad de conquistar, por la vía democrática, un cambio revolucionario en su país.

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A Gaitán, se le idolatraba o se le odia. Porque así estuvo y está establecido en Colombia, sin términos medios, sin matices, sin posibilidad de análisis de reflexión o diálogo. El problema para quienes le odiaban una minoría que tenía a su haber el beneficio de detentar el poder del país era que la mayoría los pobres, aindiados y negros, pobres también creían en Gaitán y muy seguramente de haber llegado vivo al día de las elecciones, lo habrían instalado en la Presidencia de la República con su voto. Porque ellos, los segregados de esta patria, eran mayoría en las urnas. Y la historia de nuestra habría cambiado.

Se habría producido un cambio histórico en el país. Algo semejante a lo que pudo suceder en la Madre Patria si en lugar de asesinar a José Antonio Primo de Rivera, se le hubiera permitido desarrollar plenamente sus ideales y aspiraciones políticas; Los cambios que se pudieron producir con José Antonio Primo de Rivera y Jorge Eliécer Gaitán no existen. Nos fueron negados con la misma violencia que les segaron la vida.

Hoy, cuando volvemos la vista atrás para traer al presente los trágicos hechos que desde hace 64 años alimentan la rabia, el odio, la impotencia y muerte en el país, resulta oportuno que los miremos sin vendas ni pañitos de agua tibia para que, siguiendo las palabras del poeta, dejemos de llorarnos las mentiras y nos cantemos las verdades. Porque en ese cantarnos las verdades puede producirse el cambio que los asesinos de Jorge Eliécer Gaitán nos arrebataron: el de construir un país donde el homicidio de sus líderes constituya un hecho intolerable. Un país donde la sangre y vida de cualquier colombiano merezca el respeto y la dignidad a la que tenemos derecho todos los seres humanos; una Colombia donde impere la devoción por la vida y jamás, bajo ninguna circunstancia, se aplauda o acepte el homicidio de ningún colombiano como un suceso normal.

Entonces, cuando eso ocurra, cuando los colombianos respetemos el pensamiento de los otros como si fuera el propio, cuando se deje de acudir a las armas y con ellas a la muerte para arreglar nuestras diferencias, estaremos comenzando a construir la gran revolución que debió producirse el 9 de abril de 1948 a la 1:05 de la tarde cuando cayó acribillado e indefenso Jorge Eliécer Gaitán.

Entre tanto sólo estaremos hablando de un suceso que marcó la historia de un país llamado Colombia donde como si la vida de Gaitán y de los millones de colombianos que por pensar distinto han sido asesinados durante estos sesenta y cuatro años, no mereciera el mínimo respeto seguimos asistiendo impávidos al espectáculo de intolerancia y desangre con el que día a día se escribe la historia de horror del país donde, hace ya muchos años, mataron a Gaitán.

“Oídme bien: Revolución no significa demagogia y desorden, sino método, ponderación, equilibrio y avance. Nuestras masas siempre heroicas han iniciado la marcha de la victoria y nada ni nadie será capaz de detenerla. Desde el fondo de los hogares que anhelan una educación fecunda y científica de la que hasta ahora han carecido, desde la universidad, donde cada estudiante aspira a cambiar de raíz los viejos sistemas rutinarios, desde el surco agrario donde el labrador todo lo entrega a la patria y nada le reclama, desde el taller y el hogar donde hombres y mujeres piden leyes nuevas que los liberen de la esclavitud en que los colocaron las instituciones conservadoras, hasta la organización de las finanzas de la carrera administrativa y carrera judicial, todo clama a gritos en este país porque se lleve a cabo una revolución fundamental, una transformación rotunda”.

“Esta avalancha humana librará una batalla: vencerá a la oligarquía liberal y aplastará a la oligarquía conservadora. En pie vosotros, los oprimidos y engañados de siempre. En pie vosotros, los burlados de todas las horas. En pie vosotros, los que sabéis sentir y no tenéis la frialdad dolosa de los académicos. En pie vosotros, que yo os juro que en el momento de peligro, cuando la orden de batalla haya que darla, yo no me quedaré en mi biblioteca. Sabed que el signo de esa batalla será mi presencia en las calles a la cabeza de vosotros”.

“Dolorosamente sabemos que en este país el gobierno tiene para los colombianos la metralla homicida y una temblorosa rodilla en tierra ante el oro americano, ¡desgraciada patria, aquella cuyos destinos están regidos por gobernantes de tal índole!”

“El pueblo organizado con base en la defensa de sus intereses es superior a sus dirigentes”

“Lo imposible no es sino lo difícil, mirado por los ojos donde no ha nacido la fe y ha muerto la esperanza”

“yo confío en la multitud. Hoy, mañana o pasado, esa multitud que sufre el cilicio y que lo sufre en silencio, sabrá desemperezarse y para ese día, ¡Oh bellacos, será el crujir de dientes!

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“De mí se decir que no soy enemigo de la riqueza sino de la pobreza. Y si se ha afirmado para defender la propiedad que ella es la base de la libertad del hombre, entonces puedo afirmar que a lo que nosotros aspiramos es a que no haya una pequeña minoría de libres frente a una gran mayoría de esclavos”

“Si el capitalista trabaja no solo para los gastos del día sino para formarse una renta para su familia y su vejez, entonces, el trabajador debe tener el mismo derecho”

“Se trata de un sentido social nuevo que tienda a organizar colectivamente, violando, si es necesario, el pretendido derecho individual, en aras de beneficios permanentes y eficaces”

“la libertad del comercio y de la llamada libre concurrencia, que es la libre explotación del más fuerte contra el más débil”

“El hombre no debe ser esclavo de la economía, es la economía la que debe estar al servicio del hombre”

Podemos observar que su vida fue una completa simbiosis con su pueblo. Fue un fenómeno muy especial de mutua asociación y de plena identificación. En alguna oportunidad se definió: “Yo no soy un hombre, soy un pueblo”. Esa comunión perfecta fue posible por su profunda calidad humana y por su pensamiento y acción sobre los cuales construyó su personalidad recia y batalladora dirigida al enfrentamiento del orden establecido, asumiendo su rol con plena conciencia hasta las últimas consecuencias. Es por ello que su vida se convierte en una parábola de lucha y de superación y se plantea desde su juventud, la conquista del poder para el pueblo.

Ya lo decía nuestro Jefe José Antonio Primo de Rivera:

El obrero, víctima de la injusticia, se organiza para la defensa y el ataque; para la conquista del Poder, de acuerdo con el dogma marxista. Herido, no reacciona por hacer justicia, sino para ejercer venganza; para acabar con una tiranía e implantar otra; para imponer el dominio de una clase y hacer sufrir a la burguesía la misma injusticia que antes padeció el proletariado.

………El remedio lo veo en un Estado autoritario, no al servicio de una clase, ni al de un partido triunfante en la libre competencia de los partidos. En un Estado fuerte, al servicio de la idea histórica de la Patria. En subordinar los intereses individuales al Interés nacional; en sujetar las clases, impidiendo que atropellen y amparándolas para que no sean atropelladas. La proletaria es, precisamente, la que más tutela necesita; las otras son fuertes y pueden defenderse por sí mismas. En el magnífico ensayo italiano es en el que más se ha hecho por la significación del obrero.

(Entrevista publicada en La Noticia, de San Sebastián, el 25 de agosto de 1933, y en La Nación, el 26 de agosto de 1933.)

Su vida entera es la comprobación de esta conciencia revolucionaria. “Ser revolucionario decía es ir contra el eje mismo de lo que se juzga absurdo y perjudicial; pero seriamente, metódicamente, centralmente. El revolucionario sabe que la labor es ardua, dura, difícil y por lo tanto considera que la realización no es para hoy, que las pirámides no se comienzan por el vértice. El revolucionario de ideas no comprende la revolución sino como la culminación de una evolución antecedente, orgánica y formal”. Este pensamiento lo escribió cuando apenas tenía 26 años de edad y lo que demuestra su plena identificación con sus ideas. 7 años más tarde afirmaba: “Nada hay más difícil que ser un verdadero revolucionario. Entre todas las profesiones creo es ésta la que más requiere cualidades especiales y la que más necesita de conocimientos y de estudio. Un revolucionario no es siempre rebelde. El rebelde es una negación temperamental en frente a los acontecimientos. El revolucionario es una afirmación cerebral, no en frente, sino dentro de los acontecimientos. En el uno la posición es expectante, en el otro es actuante.”

Jorge Eliécer Gaitán entendió muy bien que el ser revolucionario es una acción permanente de formación, de estudio, dedicación y lucha, de entrega a los ideales en forma de pasión sin intermitencias. Fue un hombre que trabajó para su pueblo y su pueblo se identificaba con él. Fue un hombre que colocó en segundo plano su vida privada y la redujo prácticamente, a la construcción de la revolución.

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Como lo entendió nuestro Jefe, en el Discurso Fundacional:

El movimiento de hoy, que no es de partido, sino que es un movimiento, casi podríamos decir un anti partido, sépase desde ahora, no es de derechas ni de izquierdas. Porque en el fondo, la derecha es la aspiración a mantener una organización económica, aunque sea injusta, y la izquierda es, en el fondo, el deseo de subvertir una organización económica, aunque al subvertiría se arrastren muchas cosas buenas

Es así como aprovecha al máximo su juventud, su tiempo. Estudia derecho y por eso su pensamiento y obra estuvieron influenciados por especialistas en el ámbito jurídico y de la sociología. El positivismo en los estudios del criminólogo Enrico Ferri, le impregnaron de un sentido progresivo y hasta liberador, al decir de Palmiro Togliati; del conocimiento social y evolutivo de la historia en las obras de Spencer y Comte; de Lombroso y Labriola; de Duguit y Macaulay; de Garófalo, Puglia, y Gripigiei; de la literatura romántica de Henry Barbuse, Máximo Gorki, Lamartine, Leopardo y Carlyle; del pensamiento social colombiano de Rafael Uribe y Alejandro López, de la filosofía científica de Marx y Engels, de todas estas corrientes culturales, científicas y literarias, toda esa gama entrecruzada y entrelazada que nutre su pensamiento y emergen en la personalidad y contenido de su lucha.

Por otra parte, grandes acontecimientos como la revolución mexicana de 1910; la revolución rusa de 1917; la personalidad de Lenin; el pensamiento de José Antonio Primo de Rivera, su martirio y la repercusión en la guerra civil española y las dos guerras mundiales de 1914 y 1939, la fugaz república socialista de Chile en 1932, indudablemente influyen en la sensibilidad absorbente de Jorge Gaitán en sus luchas sociales en Colombia.

Jorge Gaitán bien sabía que estaba dotado de la capacidad de servir a las grandes necesidades sociales, con una enorme capacidad de resolver los problemas sociales, de tomar la iniciativa para satisfacer esas necesidades y también sabía muy bien, que representaba el sentir de su pueblo. Sin embargo señalaba: “Es pueril el criterio Caryleano que todavía cree que las revoluciones las realiza el caprichoso y autónomo querer de unos cuantos hombres, como si la historia no fuera un proceso, como si los elementos de la transformación, desde lo biológico hasta lo social, no estuvieran íntimamente engranados. Hay que destruir esas concepciones idolátricas que hacen creer que unos cuantos hombres privilegiados hacen su voluntad a despecho de las masas y de la historia y le dan triunfo a las revoluciones y a los partidos”.

Para quien no lo entendían, les parecía altivo y soberbio. Sólo reflejaba el profundo anhelo rebelde de su pueblo, de los obreros, de los desplazados, de los excluidos., de los campesinos y los nativos. Por eso no hay asomo de modestia en su afirmación ni en la trayectoria de su vida. En el debate de las Bananeras en 1929 afirmó: “Yo no practico esa modestia de la cual Giovanne Porzzio, apellidaba el pecado hipócrita de los débiles que no se sienten alentados por la fuerza de la verdad”.

Su pensamiento, su lucha tenaz la dirige a su pueblo a quien trata de proyectarle su energía revolucionaria: “necesitamos crear el estado de alma revolucionario, primera e indispensable base de todo movimiento político. Hemos querido actuar con método, sin apresuramientos innecesarios. He ahí, precisamente, una de las cualidades que nos distinguen de la vieja política y de los viejos sistemas: no queremos el empirismo. Deseamos someternos al rigor de la técnica…Estamos en un momento en que nadie ha triunfado, sino en todos se aprestan para la lucha. Además, no se olvide que las grandes transformaciones políticas, sobre todo como la nuestra, no se improvisa, ni nosotros queremos improvisarla. Ahora necesitamos entregarnos de lleno y exclusivamente a la propaganda, al convencimiento, a la formación del espíritu nacional, del sentimiento revolucionario de las masas. Y para esa propaganda nada nos importa lo existente. Mientras el espíritu nacional no se haya formado todo lo demás es inútil. Todavía no estamos trabajando en el plano de las realizaciones efectivas”.

Esa acumulación de energía, de conocimientos, de sentimientos, la vuelca Jorge Gaitán en su lucha revolucionaria hacia su pueblo. Decía: “Las tres bases de la revolución son: temperamento, idea, procedimiento”. El temperamento revolucionario, es lo que trataba de insuflar en las masas. La idea es revolucionaria. El procedimiento, consiste en encuadrar a las masas en un gran movimiento de clases. Su gran ideal en consecuencia, fue crear un gran partido de masas en un solo órgano político que luchara sin contradicciones por su propia liberación. Fue su gran ilusión y su gran frustración. Pero siempre mantuvo su meta: el poder para el pueblo. “no pensamos en la conquista del poder para el poder, aspiramos es a una revolución. Lo que importa por ahora es que el pueblo tenga conciencia de sus ideas y sepa hacerlas triunfar no con métodos de barbarie, sino con verdadera pasión espiritual”.

Es por eso que Jorge Eliécer Gaitán deja una profunda huella en el alma del pueblo colombiano que en el tiempo se volvió universal. Su lucha se transformó en la lucha de todos los pueblos que buscan su liberación. Es la prolongación de la lucha de José Antonio Galán, es la versión libertadora de Simón Bolívar y de Martí. Su oratoria tan extraordinaria, lo caracterizó como el más grande agitador social de su época, uno de los más grandes de América Latina del siglo XX.

“Nosotros hemos aprendido a reírnos de esas generaciones decadentes que ven a las muchedumbres de nuestro trópico como a seres de raza inferior. Inferiores son ellos que carecen de personalidad propia y se dejan llevar por algunas mentes esclavas de la cultura europea. ¡Mentira la inferioridad de nuestros pueblos; mentira la inferioridad de nuestros países; mentira la debilidad de nuestras razas mestizas!

Yo le pidiera a las más antiguas y grandes razas de la tierra que vinieran a esta América; que se adentraran como nuestros mulatos en las selvas del trópico; que trabajaran como lo hacen los hombres nuestros 12 y más horas, casi sin salario y siempre desnutridos; que sufrieran los dolores de nuestro pueblo; sintieran a la selva envolviéndolos; supieran lo que son los niños sin escuela y sin cultura; lo que es la muchedumbre sin defensa en el campo, sin poder satisfacer el apetito de la belleza y del amor que se les niegan y saborean tan sólo el dolor y la angustia permanentes. Que vengan los europeos a presenciar el drama de esta masa enorme de América devorada por el paludismo, con gobiernos que le han vuelto la espalda a su gente para enriquecerse en provecho propio; que vengan a contemplar las inclemencias perpetuas que vivimos los habitantes del trópico, y entonces tendrán que comprender cuán brava es la gente nuestra, qué brava gente sois vosotros, y reconocer la falsedad de su concepto sobre la inferioridad de las masas americanas. Porque aquí y en el Perú y en todas nuestras naciones sucede lo que yo afirmo que pasa en Colombia: «El pueblo es superior a sus dirigentes».

Estos pueblos hermanos conservan sus peculiares notas, sus realidades diversas, pero cada día se acercan más los unos a los otros. Y esas distintas realidades pueden condensarse en una sola afirmación que hace temblar el criterio feudal de las castas minoritarias que todavía en América imperan; pueden sintetizarse en el deseo que todos anhelamos y que todos impondremos: queremos que los amos sean menos amos para que los siervos sean menos siervos; queremos que los poderosos sean menos poderosos para que los humildes sean menos humildes y queremos que los ricos sientan que deben ser menos ricos! ¡Para que los pobres reciban mejor remuneración por su trabajo!

Pueblo: Ni un paso atrás en esta maravillosa obra que estáis realizando con un gobierno comprensivo y sin una vacilación, porque el ritmo de vuestros corazones es el mismo ritmo del corazón de todos los hombres de América.

El hombre vale por su tenacidad. El hombre vale por la rotundidad que ponga en el amor a sus ideas. Nada puede detener al pueblo ni hacerlo vacilar y si un solo varón quedara en Venezuela de todos los que aspiran a ser libres; que ese hombre solo se sienta obligado a la batalla, porque yo diría que ¡vale más una bandera solitaria sobre una cumbre limpia que cien banderas tendidas sobre el lodo!”

Su interés por el estudio de los problemas sociales del país era de tal índole que se pertrechó de algunos conocimientos adquiridos en Europa durante su especialización  en Roma, con el movimiento español sindicalista que será el germen futuro del Nacional Sindicalismo,  este comienzo será muy fascistas con tintes comunistas sin ser comunista:

 “La pequeña propiedad va desapareciendo, y, como es lógico, la gran propiedad se ensancha… Por eso la mayoría de los hombres en los pueblos agrícolas se convierten en asalariados”.

Un gran conocedor y estudioso de muchas doctrinas politicas que al igual que José Antonio Primo de Rivera ira adaptando a la realidad colombiana, sin que falte alguien que quiera matricularlo en una escuela comunista o socialista, olvidando esa esencia aprendida en la escuela Joséantoniana.

 “El capitalismo, afirma, es la concentración de los capitales, socialmente producidos, para el provecho individual de quienes controlan el trabajo de los demás. Es una forma de riqueza nacida de determinada manera de explotación del trabajo. El trabajo se hace esclavo del capital”. (Gaitán. Antología de su pensamiento social y económico. Ediciones Suramérica. Bogotá. 1968).

Sus  críticas contra el imperialismo y en pro de la soberanía y la recuperación de los recursos naturales nuestros, es casi una copia del pensamiento nacional sindicalista.

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Nuestra doctrina encuadra perfectamente en la caracterización de la oligarquía, la solución al problema del latifundio y las tierras ociosas, veamos algunas citas y observaras que encaja perfectamente con el pensamiento de José Antonio Primo de Rivera:

Democracia. ¿Pero cuál? …la democracia que tenemos ahora es la de la mentira y el engaño. ¿Acaso no es negación de la democracia la práctica de los hombres que dicen representarla y que se sientan en el Senado o en la Cámara de Representantes y, a pesar de que han sido elegidos en la farsa electoral, luchan y votan precisamente contra los anhelos de la multitud?”.

“No es a la democracia a la que puedan achacarse los fracasos, es a la falsificación de la democracia. No es a la democracia a la que se le puede sindicar de incapacidad para manejar el mundo, es a las despreciables oligarquías…”.

“Cuando en un país la política llega a extremos tales, de espaldas a los intereses de la nacionalidad podemos, afirmar sin vacilaciones que se ha implantado el régimen oligárquico… Oligarquía es la concentración del poder total en un pequeño grupo que labora para sus propios intereses, a espaldas del resto de la comunidad”.

“La oligarquía piensa en función de mecánica electoral. Nosotros pensamos en función de agricultura, de sanidad, de trabajo de organización, de dignidad humana, de soberanía nacional”.

“…en Colombia hay dos clases: una que es detentadora de los medios sociales de producción, que no hace producir directamente, sino por el trabajo de otros, y que goza de todas las prebendas que otorgan la propiedad de esos elementos, es decir, la clase capitalista. Y otra que no posee esos medios sociales de producción, que siempre se hallará sometida, por grandes que sean sus esfuerzos, a la condición de asalariada, y que siendo mayor su trabajo recibirá menos en recompensa, es decir, la clase proletaria”.

“Cuando los trabajadores sean en realidad una gran organización de clase, independiente de las perniciosas influencias politiqueras y electorales, podrán influir decisivamente en la vida nacional, y para ello tiene que hacerse una política propia, de la clase trabajadora”.

“…ayer como hoy la bala de los fusiles oficiales actúa contra la masa, contra el pueblo trabajador liberal o conservador, y en defensa de los intereses de los explotadores capitalistas y latifundistas, ya se llamen liberales o conservadores”.

Al  problema de la tierra, le da una solución Nacional sindicalista:

“Yo reitero mi constante afirmación de que no hay otra solución al problema de la tierra, valerosamente contemplado dicho programa, que la expropiación sin indemnización de todas las tierras que no se cultiven, para entregarlas gratuitamente a quienes si las cultiven”

Con lo expuesto anteriormente el movimiento de nuestro inolvidable líder, fue eminentemente nacional sindicalista Al desaparecer Gaitán, su organización murió. Se le criticó a este eminente hombre, el no haber estructurado un calificado cuadro directivo. Todo lo absorbía Gaitán. Aunque al final vinculó figuras destacadas de Colombia a su movimiento, ya fue demasiado tarde.

Se conocía de las marchas alumbradas por la llama tenaz del grito, por la algarada estimulante, por los ríos de la adhesión sin fronteras, por la entonación de los vítores familiares. Se sabía del fervor del pueblo, de sus banderas rojinegras agitadas, de sus júbilos explosivos, de su efusión y de su fe. Es más: la trágica media noche del nueve de abril acostumbró al repique de los fusiles, al estampido, al silbido de las carabinas. Se tenía idea del ruido, del sonido, del choque de los cuerpos y las ondas, de la in efectividad de la vida, de los zumbidos, los alaridos, los pavores y los delirios. No hay que olvidar que Gaitán estuvo en Italia en la época del máximo apogeo de Benito Mussolini, el demagogo insuperado en toda la existencia de Italia. Del Duce aprendió que la palabra constituye el más poderoso y terrible instrumento de sugestión popular. La oratoria para el agitador de raza, es como el bisturí para el cirujano que lo mismo puede servir para asesinar, que para curar.

Gaitán siempre se colocaba para hablar allá arriba, según la frase de Azorín. Su oratoria era al mismo tiempo para oírla y verla. Qué espectáculo apreciar la estampa del caudillo, su gesto, su labio voluntarioso, su mentón audaz, sus manos desafiantes. Era todo un actor, en el más absoluto dominio de la persona y de la palabra. Y trataba a los que él calificaba de “oligarcas” y “explotadores” con crueldad, con vehemencia y hasta con sadismo.

Aunque no conoció el posterior desarrollo y nacimiento de nacional sindicalismo  creyó en esa  UNIDAD DE DESTINO. Una realidad histórica. Una entidad verdadera en sí misma, que supo cumplir y aún tendrá que cumplir misiones universales.

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