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EL ARQUETIPO Y EL ESTEREOTIPO

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Por Pedro Conde Soladana para elmunicipio.es

En una defensa, que juzgo apasionada, como la de los auténticos, Eduardo López Pascual, se rebela contra quienes con mejor o peor voluntad califican a José Antonio de estereotipo.

Efectivamente, el calificativo es tan pobre como desafortunado para definir la magnitud y trascendencia del personaje.

Estereotipo viene a tener un significado mecanicista, como corresponde a su etimología griega de la que se genera un nombre, estereotipia, ese “arte de imprimir con planchas fundidas que reproducen todo un molde con letras sueltas”. En esta definición se contiene un implícito significado de serie, algo multiplicado, cosificado, masivo. Por tanto, estereotipo no es concepto que valga para poner de manifiesto ni lo único, ni lo original ni, en este caso, la personalidad de quien se quiere y puede tomarse como un modelo.

Las series a que puede dar lugar la estereotipia son múltiples, desde un puchero a un calzador de zapatos, pasando por una reata de políticos fabricados en los troqueles de un partido y ahormados por el molde dictatorial de un líder autocrático que cada jornada llena el pesebre para que mantengan todos el tipo de manufacturados en renglera; made in democracia de compadres.

No es, pues, acertado, sino lo contrario, usar la palabra estereotipo para poner como modelo de imitación la persona a la que se le reconocen virtudes superiores al común de los humanos.

Además, el estereotipo puede tener  sentido positivo o negativo. Con esta última acepción se equipara al prejuicio que es el “juicio que uno forma sin fundamento suficiente, o apartándose de lo justo o razonable”.

El concepto exacto y acertado para expresar con precisión lo que es un modelo original a imitar es arquetipo: “Tipo soberano y eterno que sirve de ejemplar a los hombres”. Su propia etimología griega así viene a expresarlo.

Con estereotipia se nombra también en castellano a la oficina donde se estereotipa. No existe sin embargo el vocablo arquetipia porque no existe una oficina donde se arquetipie. El arquetipo es único. Es un ser en sí mismo. El estereotipo es, en contra, uno e infinidad de tipos como él.

En sentido humano, el arquetipo es el individuo que ha ejercitado y elevado sus virtudes al ideal de la conducta o, mejor, a la conducta ideal, y son los demás los que en esa sublimación de los valores propios de la naturaleza humana reconocen y conceden a ese individuo la categoría de modelo universal o arquetipo de la humanidad.

Eso es lo que vemos y así lo tomamos quienes hemos estudiado a fondo la vida y obra de José Antonio Primo de Rivera. Todo un ejemplo, sin desconocer sus debilidades que le hacen aún más grande; porque un modelo humano, hecho de carne corruptible, se fragua en la lucha contra esas debilidades y las supera sometiéndolas a la disciplina de una férrea voluntad que embrida tales flaquezas; raíz de las cuales está en nuestra condición de seres hechos de barro.

Son mucha las veces que he de reprimir el apasionamiento por esta figura de la Historia de España que, casi desde la niñez, me marcó en la lectura de sus Obras Completas, para juzgarlo con la frialdad de un magistrado imparcial.

Cuando, a quienes lo conocemos, nos duele que tanta gente desconozca a su vez tanta grandeza humana como puede caber en un individuo, deberíamos pensar que es precisamente esa grandeza la causa que se contrapone a su conocimiento por las masas. Es tal la dimensión moral de su legado y del compromiso de sus actos por un proyecto de vida en común que se escapa a la estrecha comprensión de esas masas cuyos máximos modelos no pasan de ser más allá de héroes por un día, sin sustancia, envueltos con el celofán de una publicidad ideologizada; o prototipos históricos fabricados por demagogos y propagandistas para los que, entre otros medios, la mentira y la falsedad son el molde. ¿Qué dijo Lenin de la mentira? Lo que puede decir todo canalla contrario a la verdad.

Un arquetipo es, por tanto, el ideal de conducta que encarnan un hombre o mujer, quienes día a día y hasta el de su muerte no dan un paso atrás si no es en busca de la verdad.

Ese era José Antonio, nuestro arquetipo.

Pedro Conde Soladana 

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1 COMENTARIO

  1. Estimado amigo:
    Coincido plenamente en su obvia reflexión sobre la diferencia entre el significado de la palabra estereotipo y lo que es un arquetipo. El señor López Pascual, en un lapsus, confundía lo que es un estereotipo: una imagen grosera, simplista, poco aquilatada de una persona o cosa con lo que es un arquetipo: un modelo, una referencia idealizada de algo. Pero yo añado que José Antonio es el mejor ARQUETIPO para desmontar el lastimoso ESTEREOTIPO de las Falanges. Los que militamos en organizaciones falangistas en la transición y que pusimos nuevamente nuestra ardorosa ingenuidad al servicio de empresas condenadas al fracaso, debemos mirarnos en el espejo del José Antonio arquetípico para desechar cuanto de esperpéntico sobrevuela hoy como ayer sobre el estereotipo falangista y proyectar una empresa novedosa y, sobre todo, con futuro, enraizada con rigor intelectual en el pensamiento tradicional español pero expresada bajo formas actuales y dando respuesta a problemas actuales.
    ¡¡José Antonio tiene mucho que decirtodavía !!

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