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Juan Francisco Arroquia -DEOLAVIDE- dijo para elmunicipio.es

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elmunicipio.es – Para ti, ¿quién fue José Antonio Primo de Rivera y quién es hoy?

DEOLAVIDE. Han corrido ríos de tinta sobre la vida y obra de José Antonio. Desde biografías apasionadamente enaltecedoras a relatos críticos no menos apasionados, sin que falten los que no renuncian al análisis objetivo del hombre y de su obra.

¿Para mí? Diré primero quien no fue José Antonio.

José Antonio no fue el mito. Ni el mito glorioso promovido por el franquismo con colaboración de no pocos falangistas, ni el mito oprobioso alentado por sus enemigos.

Todo mito es una falsificación. Cuando se refiere a un hombre tiene por efecto su despersonalización. El mito oculta y, en lo extremo, sustituye al verdadero ser humano. Esto ocurrió con José Antonio Primo de Rivera. Su mito (sus mitos, el glorioso y el oprobioso), sirvieron a deformar, ocultar y sustituir su verdadera personalidad y, también, la auténtica naturaleza de su obra política. Obviamente, unas deformaciones nada inocentes.

José Antonio fue, ni más ni menos, un hombre. Un hombre singular (como todo hombre lo es) y extraordinario, con defectos y virtudes, con aciertos y errores. Un hombre generoso que decidió renunciar a las comodidades que la vida le ofrecía para asumir las cargas y riesgos del servicio. Un hombre, fundamentalmente, íntegro. Coherente con su fe, que aprendió a vivir conforme a su credo. En definitiva, un hombre cabal, un hombre de honor. Es por esto que le considero un hombre modélico, ejemplar.

Después de más de ochenta años de su incorporación a la vida pública, hoy, como ayer, José Antonio Primo de Rivera es un gran desconocido. No solo de la juventud, también de los que no somos tan jóvenes. Aquellos, obviamente, por efecto de la censura tácita que gravita sobre él y también, ¿por qué negarlo?, de nuestra  incapacidad para darlo a conocer. Estos, paradójicamente, por efecto de la mitificación alentada por el franquismo por un lado y sus adversarios por otro.

Más allá de este desconocimiento, el pensamiento joseantoniano es, sobre todo, una posibilidad de regeneración profundamente transformadora, revolucionaria, para una civilización occidental que, sumida en el relativismo voluntarista, más allá de las formas presuntamente democráticas, se debate entre el caos y la tiranía.

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