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Miguel Fleta. El tenor falangista

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Por José María García de Tuñón Aza para elmunicipio.es

Cuando ahora hace un año se cumplió el 75 aniversario de la muerte de este tenor, uno de los mejores que ha tenido España en todos los tiempos, estuve un largo tiempo esperando a ver qué medios de comunicación españoles le dedicaban unas líneas y sólo unos pocos, hasta con los dedos de la mano se pueden contar, los que le han recordado.

¿Motivo? Casi me atrevería a decir que el principal y casi único ha sido por su pasado falangista. No debemos de olvidar que no hace mucho tiempo en Sevilla han prohibido la celebración de un homenaje literario a Agustín de Foxá con motivo del 50 aniversario de su muerte por haber sido falangista. Aquel día los poetas que iban a participar en el homenaje no sintieron turbación alguna por dar su charla debajo de un árbol a la intemperie y bajo las estrellas. Incluso el premio nacional de Poesía Aquilino Duque agradeció el veto «porque es un honor mucho mayor que el hecho de que le den a uno la Medalla de Andalucía». Así, pues, no creemos estar muy descaminados si nos apoyamos en ese juicio al pensar que el motivo de ser falangista fue la causa principal de silenciar su muerte.  Decía, asombrado de ese silencio, el biógrafo de Fleta, Alfonso Carlos Sanz de Valdivieso: « ¿Acaso Miguel Fleta, en su ámbito es menos importante que García Lorca en el suyo?».

El tenor aragonés conoce a José Antonio Primo de Rivera en aquellas cenas de Carlomagno que el líder falangista organizaba una vez al mes en el Café de París. Se iba de frac o de smoking, se alumbraban con velas, y tomaban platos extraños, sopa de tortuga o pez espada. Esas cenas «tenían una intención política; José Antonio quería poner en contacto la Falange con los intelectuales de otros partidos políticos». Cuando José Antonio tomaba la palabra irradiaba confianza porque eran sinceras.

«Oyéndole, Miguel no pudo dejar espacio a ninguna duda sobre lo que podía ser España. Miguel es hombre primario, fácil a la emoción, receptivo. Y aquel hombre le estaba descubriendo un sinfín de sensaciones. No ha necesitado mucho tiempo José Antonio para convencer a Miguel Fleta de que su voz tiene que ser una voz para Falange».

Después de las elecciones de febrero de 1936, con el triunfo del Frente Popular y el posterior encarcelamiento de José Antonio Primo de Rivera, ser amigo de Miguel Fleta no constituye una buena credencial, por su acercamiento a Falange. Llega el mes de julio y la capital de España no es un lugar seguro para un hombre que se había significado políticamente. Abandona Madrid con toda su familia y cuando comienza la Guerra Civil, después de dejar a los suyos a buen recaudo, se integra en un grupo de voluntarios que luchaban en El Espinar (Segovia). Por aquellos días, según nos cuenta su biógrafo, Saiz Valdivieso, entonó una copla que habría de hacerse histórica: Si al grito de viva España con un viva no responde si es hombre, no es español y si es español no es hombre.

Cuando Salamanca, la Salamanca plateresca, la tierra de Castilla enjuta y despejada que tanto amó Unamuno, se convirtió en el centro vital del Nuevo Estado, allí estaba Fleta que pidió ir al frente; pero las autoridades militares prefirieron que quedase porque su voz podía servir más para la causa, que en esos momentos agitaba a España, con sus disparos. Efectivamente, el tenor viajó por varias ciudades para cantar a los soldados que luchaban por una Patria que no cayera en las manos del marxismo y así salvar la civilización occidental, la civilización cristiana, tan amenazada, como dijo el propio Unamuno. Era la España universal y eterna querida por él: «mi purgatorio perdido, / tus penas me dan la vida, / no puedo darlas a olvido…».

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En aquella Salamanca en la que entre sus piedras aprendieron a amar los estudiantes, falleció el autor de El sentimiento trágico de la vida, el último día de diciembre de 1936 mientras en su casa compartía unos momentos de charla con el falangista Bartolomé Aragón que acababa de escucharle sus últimas palabras: «¡Aragón! ¡Dios no puede volverle la espalda a España! ¡España tiene que salvarse!».

A la mañana siguiente se celebró la misa de difuntos por su alma. Por la tarde fue el entierro y los falangistas Víctor de la Serna, Antonio de Obregón, Emilio Díaz Ferrer y Miguel Fleta, llevaron el féretro por las calles de Salamanca que les conducía hasta el cementerio donde reposarían para siempre los restos mortales del ilustre vasco. El falangista Gil Ramírez dio los gritos rituales:

«Miguel de Unamuno y Jugo: ¡¡Presente!!, que fue contestado con marcialidad estentórea por los falangistas, que habían cedido el honor de introducir el féretro en el nicho, a los catedráticos». Pero la vida seguía implacablemente y Fleta decide trasladar a su familia a La Coruña donde fijan su residencia muy cerca del mar. El tenor ha de seguir cantando. Mercedes Sanz-Bachiller lo reclamaba para sufragar parte de tantos gastos en su «Auxilio de Invierno», de la que fue fundadora y creadora la joven viuda de Onésimo Redondo. Todavía tiene tiempo de cantar en Lisboa y Roma, incluso grabar el Cara al sol .

Cuando comienza el año 1938 la salud del tenor va quebrándose. Su voz se apaga poco a poco y se da cuenta, pero quiere cumplir sus compromisos que cada día le cuestan más trabajo. Su voz ya no es la misma. Regresa a casa porque ya no puede más. Desde San Sebastián viene a verle el afamado médico Jiménez Díaz quien confirma que el tenor padece una enfermedad grave y que las esperanzas de que pueda llegar a sanar son mínimas. Efectivamente, el 29 de mayo de 1938, en plena primavera, Miguel Fleta fallece en La Coruña cara al mar después de haber cantado tantas veces cara al sol, a los 40 años de edad debido a la uremia que padecía.

Al siguiente día, a hombros de falangistas, sale de su casa la caja que contiene los restos del tenor. Familiares, autoridades y amigos, acompañan al cadáver hasta el cementerio donde es depositado en un nicho. Su biógrafo dice que iba amortajado con un hábito franciscano, sin embargo, otras fuentes dicen que fue amortajado con el uniforme de Falange. Sea como fuere, aquí termina la corta vida de un hombre que nació el 1 de diciembre de 1897 en la localidad de Albalate de Cinca, provincia de Huesca, y que hacía el número ocho de los hijos vivos que tenía el matrimonio formado por Vicente Burro Gayán y María Fleta Esparragueri, que vivían de un café que tenían y en donde él, que era como un orfeón, tocaba de oído varios instrumentos y tenía buena voz que le servía para atraer clientes. Todos sus hijos heredaron una buena voz, pero sólo Miguel llegaría a lo más alto y en lo más alto quedaba aquella jota que un día cantó a los soldados de España cuando por las calles de Zaragoza se dirigían a la Basílica del Pilar, y desde un balcón, la voz recia del gran aragonés dejó oír la siguiente copla:

Anda, ve y dile a la Virgen que yo también iré a verla, para pedirle de rodillas que acabe pronto la guerra.

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1 COMENTARIO

  1. El artículo de Tuñón me ha hecho llorar, pero no de tristeza ni de rencor sino de rabia y determinación.
    ¡Qué injusta está siendo la derecha con los nuestros, que se han sacrificado y servido también por ellos…y por los otros. De los carlistas ( «esos acérrimos») aprendimos que «ante Dios no hay héroe anónimo»
    En eso seguimos.
    Arriba España

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