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MIQUELARENA, ESCRITOR FALANGISTA

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Miquelarena
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Jacinto Miquelarena

Por José Mª García de Tuñón Aza para elmunicipio.es

Su nombre era Jacinto y figura entre los miembros de la llamada generación de 1927. Nació en Bilbao el 11 de enero de 1891. Era, pues, vasco como lo han sido Miguel de Unamuno, Ramiro de Maeztu, a los que José Antonio Primo de Rivera, junto con otros vascos, consideraba las mejores cabezas de aquella tierra porque eran entrañablemente españoles. En la ciudad donde vino al mundo se inició como periodista en el diario El Pueblo Vasco y comenzó a frecuentar tertulias literarias donde tenía como compañeros, entre otros, a Pedro Mourlane Michelena y a Rafael Sánchez Mazas, aunque éste nacido en Madrid en 1894, su madre, que era vasca, al quedarse viuda muy joven decidió trasladarse a Bilbao. En esta ciudad, Miquelarena hizo los primeros estudios y terminó periodismo especializándose en temas que tuvieran que ver con el deporte, llegando, incluso a fundar los medios deportivos Norte y Excelsior. Había estudiado también en Francia e Inglaterra, dos países muy queridos para él, y en donde, con los años, ejercería de corresponsal del diario ABC. Como también lo fue en Alemania durante la segunda guerra mundial cuyas crónicas fueron recogidas después en el libro (que sería el último suyo) Un corresponsal en la guerra, editado por Espasa-Calpe en 1942. Sería asimismo, durante un periodo corto de tiempo, corresponsal de la Agencia Efe en Argentina.

Antes de la guerra civil, el periodista era asiduo concurrente de la tertulia que un grupo de escritores tenía en .La Ballena Alegre, que estaba en la cripta del Café Lyón situado en la calle de Alcalá, frente al edificio de Correos. Madrid entonces ya era presa del desgarrón moral y material de la República, cuando un día Jacinto Miquelarena vio por primera vez, al menos que iba a tomar contacto con José Antonio Primo de Rivera. Desde el primer momento se fijó en aquel hombre de frente despejada y ojos azules. Lo vio llegar, dice Miquelarena, «con toda su vehemencia, con una claridad de mediodía, con el amor a España, con el desprecio a todo lo que se corrompía en el país, con asco para la derecha y con asco para la izquierda: se llamaba José Antonio Primo de Rivera y era hijo de Miguel Primo de Rivera. Dictador de España de 1923 a 1929. Había entrado la Falange en La Ballena Alegre. Todo fue Falange, luego. José Antonio venía todas las noches. Solía llegar a las once. No era un contemplativo. Hablaba, discutía, golpeaba a veces la mesa, hasta la una o las dos de la madrugada. En un torrente de ardor, aparecía su palabra clara, precisa, sin fronda, troquelada y justa» .

También se refirió en otra ocasión a la misma tertulia en La Ballena Alegre donde él solía llegar el primero y se encontraba en el Café Lyon con la tertulia de José Bergamín –que se llamó en los primeros tiempos de la República, la de los Directores Generales–, a la que asimismo acudían los Sánchez Román, los Sacristanes, etc. Miquelarena bajaba a la cripta y mientras esperaba por sus compañeros él contemplaba la pintura mural La cena de los balleneros y el reloj inglés de carillón, cuyo segundero hacía el único ruido que allí había en aquellos breves momentos de soledad. Cuando ya habían llegado todos, en una ocasión José Antonio les habló de una novela que escribía y que nunca llegó a terminar. También les comentaba de sus lecturas más recientes, de Roma y de la vida. Le llamaban todos los paisajes y empezaba por saberse, entero, el Marco Polo. Cuando se hablaba ante él de tierras y de mares, era de los que sentían en el corazón la rosa de los vientos. Y Miquelarena en ese artículo que escribió y que tituló José Antonio, hombre, lo terminaba de esta manera:

Lo mataron los de arriba; los de aquella tertulia de leptocéfalos de hombres, en los que nadie se explicará nunca el milagro de la vertical.

Lo mató la caspa y la cochambre y las gafas de carey del Ateneo.

Lo mató el maestrillo y la casa de huéspedes.

Lo mató la España envidiosa y pseudointelectual, hecha de bestia y de Freud a partes iguales.

Nadie que haya conocido a José Antonio puede perdonar.

Lo que se martirizó en Madrid y se asesinó en Alicante, fue el milagro de España y el hombre –¡El Hombre!– de Rudyard Kipling.

La guerra coge a Miquelarina en Madrid dándole tiempo a refugiarse en la Embajada argentina. Con otros asilados llega a Alicante y aquí le espera, atracado en el puerto, el barco Tucumán en el que embarca para llegar a Marsella «desde donde prepararía la entrada en la España nacional, a la que se incorpora en los primeros días de febrero de 1937»[1]. Instalado en Salamanca, a más de sus colaboraciones periodísticas, entra a trabajar en Radio Nacional de España, dirigida por Antonio Tovar.

En julio de 1937, Miquelarena publicó un artículo titulado Por España. Unidos en la guerra y en la muerte, que le valdría el Premio Mariano de Cavia de ese año. Le fue otorgado por un jurado que estaba formado por Carlos García Oviedo, director de la Academia de Buenas Letras, de Sevilla; José Pemartín, jefe del Servicio de Primera Enseñanza, Superior y Media; y el sacerdote Fermín Izurriaga.. La prensa añadía aquel día que le había sido concedido el Premio «por el siguiente bellísimo artículo»:

(Con el fusil al hombro y con la manta, marchan los dos en la columna. El Requeté es barbudo y fuerte. El Falangista es casi un niño. Suben por un sendero hacia el monte, en cuya cumbre nacen a cada momento palmeras de metralla. Huele a pólvora y a Patria).

El Requeté. –¿De dónde vienes?

El Falangista. –De Castilla. La tierra es áspera y dura, pero el cielo es de seda azul. ¿Tú eres navarro?

El Requeté. –¡Navarro! De la montaña. Hay verdes, muy verdes, y ríos de cristal y de salmones. Soy hijo de carlista y nieto de carlista y bisnieto de carlista.

El Falangista. –Yo soy el más joven camarada de José Antonio.

El Requeté. –Era el mes de julio –¡el de las cerezas!– y hasta los árboles de Navarra daban requetés.

El Falangista. –Era el mes de julio. ¡Castilla estaba abrasada! y hasta los trigos entonces hicieron la señal de las flechas.

El Requeté. –¡Boinas y boinas y boinas y boinas…!

El Falangista. –¡Cómo temblaba de alegría el corazón en la camisa del triunfo! Un pájaro no se siente más feliz en el añil del cielo.

El Requeté. –Mi pecho es fuerte, mi mano es firme y mis pies van a la guerra de siempre, llevándose la ilusión de Navarra. Soy hijo de carlista y nieto de carlista y bisnieto de carlista.

El Falangista. –Todas las novias de España bordaron flechas. ¡Todas! Las mías son de anoche. Soy el más joven camarada de José Antonio. ¿Tienes mujer?

El Requeté. –Sí.

El Falangista. –¿Tienes hijos?

El Requeté. –Sí.

El Falangista. –Yo no tengo a nadie (Canta):

¡Qué bien se va a la guerra,

¡qué bien se va!

Sin tener madre ni novia,

¡qué bien se va

El Requeté. –Si caes, ¿a quién quieres que se lo diga?

El Falangista. –A nadie. (Mirando al cielo). Lo sabrá en seguida el Jefe de Presentes. ¿Y si mueres tú?

Miquelarena-unificación-el-fugitivo

El Requeté. –Díselo a José María Hernandorena, quince años, Tercio de Montejurra. Es mi hijo.

El Falangista. –(Canta):

¡Qué bien se va a la guerra,

qué bien se va…!

Oye, Requeté, colócate a mi espalda. Tú tienes mujer e hijos. Yo no tengo a nadie. (Canta)

…Sin tener madre ni novia,

¡qué bien se va!

El Requeté. –Voy delante. Tú no sabes todavía. Eres un chico.

(Silban las balas)

El Requeté. –Es el mes de julio –¡el de las cerezas!– y hasta los árboles dan requetés.

El Falangistas. – ¡Flechas frescas, flechas de anoche. Van conmigo a la batalla! ¿Qué bala enemiga quiere el pecho más joven de España?

El Requeté. –Échate al suelo, por tu madre.

El Falangista. –No la tengo ¿Quién lo quiere? ¿Quién lo desea? ¡Tiren, señores; tiren, a ver quién se lo lleva! Bonito corazón de oro… (Cae herido).

El Requeté. –¡Sangras mucho!

El Falangista. –El premio es para aquel caballero enemigo…

(El Requeté recoge a El Falangista y se lo lleva al hombro. Las balas silban en torno del grupo. El Requeté cae a tierra con su compañero).

El Falangista. –También te han herido a ti. Eres un bravo.

El Requeté. – No te olvides…

El Falangista. –José María Hernandorena…

El Requeté. –…sesenta y cinco años…

El Falangista. –…Tercio de Montejurra.

El Requeté. –¿Y si no está?

El Falangista. –José María Hernandorena…

El Requeté. –…Quince años…

El Falangista. –Tercio de Montejurra.

El Requeté. –¡Adiós, pequeño; eres muy grande!

El Falangista. –¡…Arriba Españá!

(El primer albor de la mañana, hecho todo el de nácar, encuentra dos cadáveres abrazados)

Este artículo muy pronto cambió su título por otro más breve y convincente Unificación, que fue publicado en un opúsculo, que vería la luz en la localidad de Tolosa, bajo la firma El Fugitivo, cuya portada reproducimos, y que fue el poema en prosa que más gustó en el recital poético que corrió a cargo de González Marin en el teatro Rojas de Toledo en beneficio del sostenimiento de los comedores de Auxilio Social de aquella capital y que con el mismo éxito se había celebrado en el Español de Madrid…

Jacinto Miquelarena falleció el 10 de agosto de 1962 en París donde estaba de corresponsal para el diario ABC. La muerte le vino en la estación del Metro de Michel-Ange-Molitor, sobre las diez de la mañana. Según algunas informaciones le habían diagnosticado un cáncer y al parecer fue la causa principal que le impulso al suicidio arrojándose a las vías al paso del convoy. Otros testimonios dicen que sufrió un síncope cardiaco en el andén con tan mala fortuna que cayó a la vía en el momento que pasaba el tren. Sea como fuere, la muerte se llevó a un hombre que sería el primero de acercar a norma de literatura y de humor la crónica deportiva. Su libro Stadium es «probablemente el primero que casa y bendice con el hisopo del humor, poesía y deporte». Murió Miquelarena en aquella estación francesa, escondido del sol cuando siempre buscó la claridad.

                                                 JOSÉ Mª GARCÍA DE TUÑÓN AZA

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[1] MARTÍNEZ-CACHERO, josé maría: Razón Española, nº 29, mayo-junio, 1988, pág. 286. 

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5 COMENTARIOS

  1. Gracias, José María. Como siempre, tu rigor (inmenso trabajo que supone) histórico, tu saber que roza la sabiduría, me han enseñado mucho. Además de lo que en otras ocasiones te he dicho al darte la ENHORABUENA, esta vez tu artículo tiene aroma de eternidad, tal vez porque has sabido captar el valor del protagonista, la herencia que deja a su hijo… Sí: La mirada clara y lejos es como un reflejo de la Luz de Aquél que sostiene los valores humanos que realmente lo son. El valor Él lo sostiene y aquí lo intuyo. Tiene también tu artículo aroma de ternura. Tal vez porque en Dios la fuerza y la misericordia van unidas. De nuevo muchas gracias y no te canses de escribir. muchos lo necesitamos. Para aprender. Para APREHENDER. Un abrazo Mercedes Colubi

  2. Tu artículo me ayuda a comprender muchas cosasEspero de aquella época en la que yo no había nacido ,mi incultura sobre estos temas es grande ,por eso te agradezco tus artículos ,se que se ajustan ala verdad y eso en los historiadores no siempre se ajusta a la misma .Enhora buena por tu relato ,siempre tendrás en mi una admiradora M Jesús

  3. otra leccion de historiaque nos hace a todos ser mas cultos. los que admiramos a jose antonio tenemos que estar agradecidos que se saquen a la luz estos episodios que dan a conocer su hobria de bien. gracias a jose maria.

  4. Gracias A autores como José María García de Tuñón Aza, que son pocos, cada día nos acercamos más a la verdadera historia de nosotros los falangistas, hay nos ha desvelado la gran personalidad y calidad personal de un periodista y escritor, realmente importante que, como tantos otros que parecen molestos por su condición política, se esconden, se omiten o se silencian de mala manera. Gracias a Tuñón Aza, y ojalá fuera imitado por otros intelectuales azules, personajes cono Miquelarena demuestra una vez mas que Falange fue un vivero incesante y magnifico de artistas, escritores, periodistas , poetas, pintores que refutan de raíz tanta manipulación grosera. Otra vez gracias, José María.

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