Inicio Artículos de Opinión Polémicas sobre el falangismo sociológico en 2014

Polémicas sobre el falangismo sociológico en 2014

0

Manuel-Parra-Celaya
Colabora con el periódico digital El Municipio con un donativo para seguir informando con un periodismo combativo en libertad
Pincha en el boton Donar. Muchas gracias por tu ayuda y colaboración.

Conferencia completa de Manuel Parra Celaya en la Escuela de Verano de Plataforma 2003 celebrada en el mes de junio del año 2014. 

Por Manuel Parra Celaya

Creencias, ideas y valores para los españoles en el siglo XXI

Polémicas sobre el falangismo sociológico en 2014

Preámbulo necesario

El título de Creencias, Ideas y Valores para los españoles del siglo XXI puede ser el de una profecía o de un desiderátum. Descartada nuestra cualidad profética, nos quedan nuestros buenos deseos y nuestra voluntad, pero poco más.

Entiendo que la propuesta de esta Escuela de Verano no se trata de una mera descripción de lo que nos gustaría, sino de un análisis de trabajo lleno de dificultades. Porque habría que empezar por investigar sociológicamente la sociedad de hoy y trazar su cuadro axiológico, a modo de diagnóstico; si se considera que el resultado no es el apetecible para aquellos deseos, se impone diseñar una estrategia para proporcionar una posible terapia, en el caso improbable de que se cuente con los medios para ello.

De todas formas, ¿es posible pronosticar sobre los españoles del siglo XXI con solo 14 años desde su comienzo? Aun más, ¿es posible, en puridad, seguir hablando de los españoles como si fuéramos un grupo aislado del resto de europeos? En primer lugar, porque la globalización está logrando que se borren las fronteras tanto físicas como mentales; en segundo lugar, porque tendiendo a una sociedad multicultural (no intercultural, mestiza, hispánica). Hoy es difícil que nadie pueda hablar, no solo en nombre de un pueblo español, sino de los españoles, divididos como estamos por los nacionalismos identitarios, por las ideologías con propuestas sectarias y por el particularismo más atroz de los ciudadanos.

 Ante estas dificultades, este trabajo se centra, polémicamente, en un segmento de la población española que puede sernos más conocido, más próximo en creencias, ideas y valores, al que hemos denominado falangismo sociológico.

 Definiciones necesarias antes de polemizar…

¿Qué son creencias?

Forman el estrato más profundo de nuestra vida, el que sostiene todos los demás. Las ideas se tienen, en las creencias se está. Conforman la interpretación básica del mundo que nos rodea y de nosotros mismos, de forma que operan ya en nuestro fondo cuando nos ponemos a pensar sobre algo. Las creencias hacen variar el sentido de la vida; por ejemplo, la vida del hombre y su actitud ante la muerte variarán si creemos o no en Dios y en la eternidad.

Las creencias son el capital sobre el que vivimos y proceden del esfuerzo de muchos hombres en la historia; por ello, cuando se rechaza o desconoce la historia, caemos en una especie de ingratitud y rompemos la cadena de las generaciones.

En las creencias se abren dudas (estoy en un mar de dudas es una expresión popular muy significativa; pero también creemos nuestra duda, y entonces pensamos ideas: las ideas se insertan en los huecos de nuestras creencias.

                (Extractado de IDEAS Y CREENCIAS, de José Ortega y Gasset. 1934)

¿Qué son las ideas?

Si en las creencias se está, las ideas las pensamos, los producimos, las sostenemos, las propagamos, combatimos en su pro y somos hasta capaces de morir por ellas. A diferencia de las creencias, las ideas necesitan ser formuladas; necesitan de la crítica y se sostienen apoyándose en otras ideas, hasta formar un sistema.

Claro que siempre podemos desconectarnos de ellas. Cuesta siempre algún esfuerzo comportarnos conforme a lo que pensamos: ser consecuente con las ideas es un acto heroico.

Las ideas inventan el mundo, y, como se ha dicho, rellenan los huecos, las dudas, de nuestras creencias.

El mundo real o exterior es la interpretación dada por el hombre a la realidad; es, por tanto, una idea.

                (Extractado de IDEAS Y CREENCIAS, de Ortega)

¿Qué son los valores?

Valor es algo así como el significado o el interés que despierta algo en nuestro espíritu en relación con cierto fin determinado.

La valoración se realiza atendiendo a la objetividad que el bien posee, a la verdad ontológica, y no a la voluntad autónoma o al acto volitivo en sí mismo.

                (Extractado de PERSONA, SINDICALISMO, SOCIEDAD, de Adolfo Muñoz Alonso. 1973)

Los valores pueden percibirse o no, según las épocas. Cada época tiene su sensibilidad propia para ciertos valores, y se pierde para otros valores o se carece de ella.

                (Extractado de HISTORIA DE LA FILOSOFÍA, de Julián Marías.1967)

1. Introducción a las polémicas

Hace la friolera de 21 años -yo contaba entonces 44- escribí un ensayo titulado La Falange sociológica, que difundimos, en forma de separata de Hojas del Círculo Cultural Hispánico de Barcelona, el grupito de camaradas que integrábamos su parca redacción. Nunca fui consciente del posible impacto que pudo alcanzar la publicación entre sus presuntos destinatarios, porque en 1993 no estaban tan extendidas las prodigiosas redes sociales de que ahora disfrutamos (yo era el primer renuente a su uso), pero, a juzgar por lo que ha ido ocurriendo desde entonces, las consecuencias pedagógicas que se pretendía fueron nulas. Quede, pues, a título de inventario histórico la intentona.

Ahora, al repasar mi escrito de 1993, no he podido resistir la tentación de repetir el intento, enmarcándolo en la Escuela de Verano de Plataforma 2003, que propone el sugestivo título de Creencias, Ideas y Valores para los españoles del siglo XXI.  Mucho de lo que se decía en el trabajo de entonces ha quedado obsoleto; quizás erré en muchos de mis opiniones y juicios; se han producido nuevos acontecimientos -en ocasiones a un ritmo vertiginoso- que exigen una revisión a fondo de lo entonces escrito.

Pero casi podría repetir las palabras del preámbulo de aquel escrito, donde formulaba una especie de captatio benevolentiae; decía allí que el informe podía parecer duro y hasta ofensivo, pero en ningún caso despreciativo: quería ser realista; pedía perdón por los posibles errores por exceso o por defecto (esto último por pesimismo en cuanto al sentido de responsabilidad de muchos camaradas); terminaba diciendo que estaba hecho con amor, pero con amor crítico a esa ilusión colectiva llamada falangismo. Pues bien, no tengo inconveniente en reafirmarme en todos esos extremos a la altura de 2014.

El CCH y sus Hojas pasaron a la historia, como tantos y tantos tanteos y experiencias de nuestra vida política y de nuestro mundillo azul. En aquel momento, quisimos ser puente y no trinchera; los escasos hombres que escribíamos en aquellas Hojas del CCH (luego, Hojas Hispánicas) pertenecíamos a la especie que llamó Pedro Laín Entralgo de los pontificales -queríamos abrazar, unir, enlazar- frente a los hereticales -los que abrían simas de desunión-. A título personal ahora, me declaro en la misma línea.

Véase en esta ponencia un mensaje de esperanza abierto a todos aquellos españoles -y, en general, a personas de cualquier nacionalidad y continente- que han leído y entendido los textos de José Antonio Primo de Rivera.

A pesar de mantenerme en la línea pontifical, no pretendo rehuir ningún tipo de polémica, sino abrirme a ella para que, entre algunos (no sé si pocos o muchos) vayamos acertando con las notas de la melodía iniciada, y no conclusa, por aquel joven abogado, pensador y político que, por su temprana muerte, no llegó a ser estadista pero sí poeta de España.

2. Primera polémica, que se refiere al título.

Empleo el término falangismo a sabiendas de que no todos aceptarán hoy esta definición política. Muchos consideran que lo sustantivo está precisamente en la figura de José Antonio y en sus ideas-fuerza, aquellas que trascienden de su temporalidad, y que la hora falangista ha pasado definitivamente y ha quedado en los anaqueles de la historia; de estos, cabría hacer una distinción entre quienes, aun manteniendo una especie de culto personal a la figura y a los valores, han buscado su plasmación parcial en otras formaciones o definiciones; otros mantienen su afinidad con la definición histórica, y aquí también habría que distinguir entre los militantes de alguno de los partidos o grupos concretos y los llamados falangistas sin Falange, que creo que siguen superando en número a los primeros, aunque no me atrevo a afirmar que lo consigan en ilusión.

Algunas veces se había matizado, en épocas lejanas, entre los términos falangista, joseantoniano y  nacionalsindicalista, distinción que me parecía de lo más pueril o quisquillosa; recientemente, Jaime Suárez asegura que joseantoniano lo será siempre; falangista, mientras le dejen, y nacionalsindicalista, ya no lo es, porque ha llegado a la conclusión de que todo lo relacionado con la estructuración sindical y con el Estado Sindical no es en absoluto operativo. Es una opinión respetable, pero una opinión…

Aquella simpática boutade de “yo ya no sé si soy de los nuestros” se ha convertido en realidad para un sector importante del falangismo sociológico; ni siquiera en cuanto al propio nombre que empleo.

Por otra parte, escribir acerca de los joseantonianos sociológicos me parecía una tontería completa. Es cierto que una de nuestras más queridas y antiguas utopías es la de que José Antonio pertenezca a todo el pueblo español (de momento, más utopía que crear empresas sindicalistas o bancas sindicales). Es evidente que muchos de los que se acercan a sus textos (caso, por ejemplo, de Rosa Chancel) se sienten atraídos por el personaje; sin embargo, esta atracción no es motivo suficiente para que todos ellos se integren en un segmento sociológico como el que pretende delimitar este trabajo. De otro modo, se podría creer que una gran parte de los españoles durante los dos primeros franquismos -objetos de lluvia abundante de frases, consignas y formalismos azules- habían dado lugar a una sociedad mayoritariamente falangista, lo que es a todas luces una falsedad histórica.

Formar parte del falangismo sociológico implica algo más: por lo pronto, un ejercicio, aunque sea superficial o muchas veces no acertado, de reflexión consciente de algunos textos del Fundador; segundo, haber tenido o tener una predisposición a sentirse identificado con ellos;  tercero, haberlo patentizado, en algún momento de la vida, mediante una cierta militancia o asociación con otros, y cuarto, no haber renunciado expresamente a esa identificación con el sentido general del mensaje.

Excluyo, pues, a quienes fueron pero, expresamente, ya no lo son, e incluyo a cualquier suerte de desengañados, escépticos o ardorosos, en este momento.

3. Segunda polémica, que se refiere a las fases de nuestra historia reciente.

En aquel trabajo de 1993, intentaba resumir el periplo falangista desde la Transición: se aplicaban las expresiones Confusión (cuando aún persistía la rutina o el error de confundir Movimiento con Falange), Profusión (cuando empezó la legalización de variedad de falanges y la carrera de legitimidades) y Dispersión (que no solo lo era de grupos, sino de personas. La conclusión de entonces -quizás exagerada- era que el falangista activo, a finales del siglo XX, era testimonial y residual; el pasivo, mayoritario.

Si aceptamos esa clasificación cronológica del pasado, ¿cómo podríamos denominar a nuestro presente? No se me ocurren mejores denominaciones que las acuñadas, respectivamente, por Zydmunt Bauman y José Antonio Marina: líquida y mercurial. El sociólogo alemán contrapone una sociedad sólida, de antaño, a la sociedad líquida, de hogaño; todo -política, familia, amor, religión, relaciones, comunicaciones…- adopta la forma de los líquidos que se expanden por todo el recipiente, se derraman, se acumulan; el psicólogo y educador español, por su parte, compara las relaciones sociales, políticas, afectivas, con las gotas de mercurio, que se agrupan o de dividen caprichosamente. En los años 70, Raimundo Fernández-Cuesta afirmó que la Falange estaba en estado gaseoso, lo que suscitó las iras de quienes nos situábamos en plena contestación al Régimen y al Movimiento entonces; pasados los años, hay que reconocer que no andaba demasiado desafortunado en la expresión…

Hoy en día, el falangismo genéricamente entendido es líquido o mercurial: se expande, se integra, de divide, se evapora, se condensa…, dentro y fuera de los partidos con militancia, es decir, en el ámbito sociológico. El amplio abanico de las asociaciones -se llamó frente cultural– responde a los mismos criterios, a excepción de las que ya tienen la solera de los años y que van menguando por razones biológicas. Hubo intentos (los sigue habiendo) de conciliar esfuerzos, si no unitarios por lo menos coordinadores. Poco efectivos en el pasado, el frente cultural ha llegado a ser tan líquido o mercurial como el político, o quizás más, porque este se ha ido quedando limitado a dos o tres formaciones y aquel va proliferando, conforme las gotas de mercurio o los charcos se desplazan al azar…

Ya existe cierta bibliografía sobre la mercurialidad o liquidez  del falangismo; consúltese, por ejemplo, el último estudio (que yo conozca, por lo menos), correspondiente al artículo La derecha populista europea (2), publicado en la revista Altar Mayor nº 159, mayo-junio de 2014, págs.315-318, es sistemático, objetivo y sugeridor.

4. Tercera polémica: a qué podemos llamar falangismo sociológico.

Decía en 1993 que se trataba de un sector de la sociedad española que mantenía una cierta identificación sentimental y/o intelectual con el nacionalsindicalismo. En 2014, me limitaría a sustituir la última palabra por las ideas que se consideran básicas de José Antonio, en honor al veterano maestro Jaime Suárez. De todas formas, es preciso matizar en qué medida influye lo sentimental y en qué medida influye lo intelectual en cada uno de los componentes de este sector: lo primero, admítase o no, es común a todos; lo segundo queda reducido, en algunos casos, a un esfuerzo memorístico de recuerdo de citas… de hace más de 80 años; a Dios gracias, solo en algunos casos.

El falangismo sociológico sigue siendo intergeneracional -como se dijo en aquel momento- pero la procedencia de sus componentes y su composición han variado sustancialmente. Así, la Falange de las épocas fundacionales está prácticamente extinguida lógicamente, salvo contadas excepciones, y sustituida, en el escalón  más alto de edad y mentalidad, por los procedentes del primer Frente de Juventudes (años 40-50); le sigue la generación de los 60  (segundo Frente de Juventudes) -en el que se sitúa el autor de estas líneas- ; a continuación, viene un amplio espectro, que apenas conoció aquellas experiencias formativas juveniles más que a título anecdótico en algunos casos, pero sí participó en las etapas de confusión, profusión y dispersión de la Transición española.

Deben incluirse aquí  esa multitud de los entonces muy jóvenes, que se afiliaron a los partidos y grupos, y que llamaba en 1993 militantes itinerantes o rebotados, porque  solían pasar de un grupo a otro sin encontrar asidero permanente en ninguno de ellos; claro está que, con esta situación, quedaron muchos por el camino, y ello debe ser objeto de mea culpa de muchos jefes de entonces o, mejor dicho, de todos nosotros.

 Por último -y es lo más importante y esperanzador- debe tenerse en cuenta el sector más joven ahora, el que no conoció más que de oídas las organizaciones del extinto Movimiento ni las falanges de la Transición, y que se han ido incorporando a partidos o asociaciones movidos únicamente por la interiorización -más o menos intensa- del mensaje de José Antonio. Dicho de otra manera: sorprendentemente, cada día hay más caras nuevas, expectantes,  desconocidas para los veteranos, en las actividades de todo tipo; claro que también hay que considerar el enorme caudal de confusionismo ideológico y ético de estas promociones espontáneas… (Más o menos lo que me imagino que ocurría en las épocas fundacionales, y que llevó a José Antonio a confesar que si algún día se triunfaba, habría que enviar a muchos al Congo).

Por franjas de edad, diríamos que el grupo superviviente del anterior Régimen y sus organizaciones estaría dividido entre los de 75-90 años y los de 55-75; el heredero de la época de la Transición, comprendería la franja de entre 45 y 55; el joven, entre los 20 y los 30 años. El número de cada franja es indeterminable; no es tan grande, posiblemente, como yo proclamaba, de forma optimista, en 1993, pero lo cierto es que no decrece abismalmente, a pesar de los pesares.

Esta situación reafirma la tesis de aquel trabajo de hace 21 años: el paralelismo del Falangismo con dos movimientos españoles históricos, el Tradicionalismo y el Anarquismo, “convertidos en actitudes más que en definiciones políticas”. Ninguno de los tres tiene posibilidades reales, a medio o corto plazo, de tener peso político en la sociedad española; mucho menos, de obtener el fervor de las masas votantes o, siquiera, de despertar interés o atracción multitudinarias; no digamos de convertirse en alternativa de poder. Sin embargo, los tres persisten y se retroalimentan. De ahí que me centre, en mis estudios, más en el campo de la sociología que de la política.

Como es normal, tiendo a valorar especialmente mi sector generacional, el del último Frente de Juventudes; y ello no solo por afinidad, sino porque entiendo que su mentalidad está más próxima a dos aspectos necesarios: la interpretación más rigurosa de qué es lo esencial del falangismo, la capacidad de conciliación de la propia historia y la necesaria actualización y la mentalidad abierta al mundo de hoy; añadiría que también su posibilidad pedagógica hacia sectores juveniles, pero esto dependerá, en muchos casos, de la generosidad de las generaciones precedentes, de la voluntad          de llevarlo a cabo y de la concesión de los herederos.

5. Cuarta polémica: los rasgos distintivos del falangismo sociológico.

Entramos ya en intentar la clarificación de las creencias, ideas y valores que presenta el falangismo sociológico. Como en 1993, me parece adecuada una división entre lo personal y lo político, si bien, como se puede entender, los dos ámbitos están profundamente interrelacionados.

A)   A. Rasgos en lo personal.

–     Fidelidad a un cuadro de valores que se consideran joseantonianos. Esencialmente, los derivados de su concepción humanista, el valor de España, una vaga noción de justicia social y la nota del servicio, especialmente en los procedentes del segundo Frente de Juventudes. Aparece desdibujado, pero no anulado, el compromiso.

–     Escepticismo. No solo ante la sociedad actual y el Régimen vigente, sino ante sí mismos: estamos a título póstumo, decía un camarada con evidente sarcasmo. Por otra parte, es un rasgo común a muchos europeos de hoy, desengañados y adheridos a la mentalidad postmoderna.

–     Pasividad. Excepto el sector militante -digno de consideración- el resto solo se mueve por aquellas actividades que puedan implicar un aire familiar, casi de grupo tribal, de evocación, recuerdo, abrazo y canción.

–     Apertura mental. Nota esperanzadora, pues es capaz de sobrepasar a la nostalgia o a las reiteraciones miméticas. Si lo derivamos al campo político, observaremos la atracción que suscitan los nuevos partidos terceristas (a veces, los populistas), como novedades frente al Sistema vigente. Esta atracción es producto muchas veces de las similitudes que puedan presentar estos partidos con las imágenes propias de una falange hipotética (en expresión de Ridruejo): honestidad, objetivos claros, propuestas al ciudadano, defensa de la unidad española, juventud…

–     Posibilismo. Se está abandonando el voto útil de otros momentos a partidos mayoritarios (PP, PSOE), y se encamina hacia los mencionados terceristas o de nuevo cuño. El voto a los partidos falangistas prácticamente está estancado en cuanto a número.

–     Añoranza. Vigente, especialmente, en quienes tienen algo que añorar: los sectores más veteranos. Aquí entraría el apego a las viejas formas y ritos. Salvo en casos concretos, no está generalizada ni es motor de acción.

B) Rasgos en lo político

Evidentemente, el panorama es muy heterogéneo, similar, por otra parte, al común de la sociedad española. Tenemos que tener en cuenta que el falangismo no es un producto acabado, sino que, sea por evolución, sea por desarrollo y agregación (Francisco Torres), permite un panorama abierto, con fidelidad a unas constantes esenciales.

En los ámbitos del falangismo sociológico podemos observar que, como en botica, hay de todo: quienes sostienen que solo hay que adaptar al momento presente las formulaciones joseantonianas, quienes proponen cambios audaces y quienes no se obsesionan con cuestiones estrictamente doctrinales ante la urgencia y la gravedad de lo que está cayendo… Esta situación variopinta ya se recogía en el informe de 1993, y no ha cambiado mucho.

La diferencia mayor entre ese ayer y el hoy está en el enorme esfuerzo editorial que se ha venido realizando, especialmente con ocasión del centenario del nacimiento de José Antonio; nuestra Plataforma 2003, así como otras editoriales de falangistas (Barbarroja, Nueva república…), incluso comerciales, han puesto a disposición del falangista sociológico gran  cantidad de información, si bien se echa a faltar una labor de creación que vaya desplazando (no anulando) la pura investigación y profundización histórica. Hay pesimistas que siguen diciendo -como en las épocas de Larra- que publicar en España es morir…

Vamos a intentar trazar el cuadro de creencias, ideas y valores que sustentan, en lo político, nuestro falangismo sociológico:

Prioridad de lo nacional. El patriotismo es el elemento básico de atracción, motivado en buena medida por la realidad española. Muchas veces, se mueve en el terreno de la visceralidad por ese motivo. Creo que un sector importante del falangismo sociológico entiende lo esencial de la interpretación nacional de José Antonio, aunque en los sectores más jóvenes haya cobrado cierta fuerza la confusión de un nacionalismo español por rechazo y desconocimiento de la ideología: españolidad por reacción

– Nebulosa afirmación de transformación social. Si aplicamos la frase atribuida a Churchill sobre el conservadurismo y el revolucionarismo según las edades, también en este aspecto cabe el calificativo de nebuloso… Hay  quienes sostienen la necesidad de mantener los criterios de la revolución pendiente, frente a quienes se inclinan por un reformismo dentro de las posibilidades. Sin embargo,  los valores sociales y la denuncia de las injusticias está latente en todos, máxime ante las evidencias de la crisis económica; no es extraño que, en sectores juveniles, haya reverdecido ahora cierto revolucionarismo infantil basado en recetas de los años 30. En los sectores intermedios, lo que predomina es el cansancio de las utopías.

– Religiosidad. Si bien perteneciente a la conciencia personal y a la fe de cada uno, no debe omitirse en nuestro estudio. También hay de todo: desde cierto agnosticismo católico -paradoja muy española- , hasta un catolicismo fresco, propio de la Iglesia actual. Tan solo pervive en sectores de edades provectas un apego a formas muy tradicionales, rayanas en el integrismo, pero muchas veces también por rechazo del laicismo anticristiano actual.

– Actitudes y mantenimiento del Estilo falangista. Casi podríamos decir que  en buena parte del falangismo sociológico hay más coincidencia en los rechazos que en las afirmaciones y propuestas. Así, el antiseparatismo o el antimarxismo; este último muy rebasado por la historia, pero, curiosamente, no se suele prestar atención a sus derivaciones actuales (feminismo o ecologismo radicales,  antropología antihumanista, etc.); anticapitalismo, ya matizado en el apartado de sentido social…

Punto y aparte merece una alusión al modo de ser  o estilo falangista. Descartada ya su malinterpretación como formas superficiales o rituales, puede ser un rasgo importante de coincidencia en gran parte del falangismo sociológico, si bien con muchas limitaciones. No basta con decir que el camarada es buena gente -como se dice hoy en día- sino observar cómo se comporta en sus actitudes vitales y sociales.

Manuel-Parra-Celaya-Enrique-Aguinaga-Jaime-SuarezEnrique de Aguinaga, Manuel Parra Celaya y Jaime Suarez

Con el estilo ha ocurrido lo mismo que con muchos otros aspectos de lo joseantoniano: fue enunciado una y otra vez por el Fundador, pero poco desarrollado posteriormente; podemos centrarlo en dos aspectos esenciales: a) el sentido ascético y militar de la vida, que no cabe confundir con el mimetismo clerical y cuartelero, claro, y, b) la adecuación personal de la interpretación española sobre el hombre y la historia; todo ello manifestado, de forma consciente o inconsciente (según frase de Goethe tomada literalmente por José Antonio) en cada hecho y en cada palabra.

Sí fue desarrollado, enseñado y asumido en las organizaciones juveniles del Frente de Juventudes (FF JJ de F, primero, y OJE, después), pero sin tanta insistencia en otras organizaciones del Movimiento. Se ha convertido en norma de vida y constante en muchos de quienes estuvieron afiliados a las primeras, pero se desconoce -porque no se ha vivido- en quienes no pasaron por campamentos o actividades en su infancia y juventud. Llega a advertirse, incluso, en determinados rasgos, entre quienes han abandonado todo falangismo (sociológico o político), pero no han olvidado las vivencias.

De hecho, los componentes del falangismo sociológico son integrantes de la sociedad actual, con todas sus características comunes; por lo tanto, no es extraño que hayan asumido comportamientos y actitudes disconformes con aquel estilo; lo contrario supondría, en muchos casos, una heroicidad…

 6. Quinta polémica: que trata de la militancia en sí

Ya se ha dicho, y es evidente, que el número de los que componen el falangismo sociológico es infinitamente superior al de quienes militan en F.E. de las J.O.N.S. o en otros partidos de denominación falangista. También se ha señalado el asociacionismo en entidades culturales o parapolíticas, pero ni sumados a los anteriores comprenden toda la gama azul objeto de este estudio.

Si preguntamos a los no afiliados ni asociados, observaremos que la mayoría, en uno u otro momento, sí lo han estado, pero son renuentes a repetir la experiencia. ¿Por qué? Sería muy complejo entrar en todas las posibles causas individuales, pero se podrían citar como genéricas las siguientes:

Tendencia a no comprometerse, propio de la sociedad postmoderna. Esto no implica una ausencia de participación absoluta: asisten a actos, a conferencias, a homenajes, ¡a entierros!, a comidas, de forma esporádica.

Duda de que, tras unas siglas históricas (desprestigiadas o muy atacadas) se pueda caminar en la política actual. Se ven como anacrónicas o contraproducentes.

Suspicacias hacia los caudillismos de organizaciones y grupos.

Malas experiencias de sus momentos de militancia o asociación. Desengaños o frustraciones seguidas y continuadas.

Invocación a la falta de unidad, sea por convencimiento o por excusa.

Atractivo de otras siglas, que parecen prometer éxitos inmediatos. Se produce, así, una dualidad: en lo privado, se manifiestan como falangistas; en lo público, rehúyen esta denominación, que les parece incompatible con la acción política actual y real.

Tradicionalmente, la respuesta de los partidos falangistas constituidos ha sido una invitación a pasar por ventanilla para resolver los problemas desde dentro. Sin embargo, la cuestión es más compleja. Se prefiere, en todo caso, integrarse en una red de relaciones sociales -virtual o presencial- sin ningún  tipo de presión jerárquica o de grado de compromiso que exige la pertenencia.

(Llegados a este punto, no es mi intención entrar en la manida polémica de la unidad de los falangistas. Sencillamente, porque he llegado a la conclusión de que, en las condiciones actuales, es imposible. Se han gestado muchas tentativas y todas ellas han sido frustrantes, sin excepción. Subyacen causas ideológicas, además de las personales, muy difíciles de solventar mediante una simple operación de acuerdo. Existe una diáspora doctrinal y estratégica de muy difícil remedio. Tampoco la invocación a un necesario mesianismo me parece lógica. Las propuestas que siguen van por otros caminos.)

 7. Sexta polémica: ¿es posible definir a los componentes del falangismo sociológico?

Todos ellos se sienten y son ciudadanos de a pie. No abominan de su pasado, pero viven en presente; algunos se sienten miembros del exilio interior a causa de sus ideas.

Participan de las mismas inquietudes y problemas que el resto de los ciudadanos (de izquierdas, de derechas…), pero con una sensibilidad  especial ante temas que tengan que ver con sus creencias más arraigadas. Estas y sus ideas, dispares a veces entre sí, forman un cuadro de valores, todo lo abstracto e inconcreto que se quiera, pero definido con respecto a los valores predominantes hoy.

En ellos, las presuntas fronteras entre ortodoxia y heterodoxia doctrinales se han desdibujado; esto puede ser entendido en sentido negativo o positivo (como yo la entiendo), ya que permiten aventurar posturas novedosas sin dejar de sentir cierta fidelidad a lo básico (un miembro de nuestra Plataforma 2003 ha dicho varias veces que para ser fieles a José Antonio ética y personalmente hay que serle, a veces, infieles en lo político).

Con respecto al sector más joven, que no lleva sobre sí cargas del pasado, su acercamiento a los planteamientos ideológicos puede calificarse de muy somero, pero no por ello digno de tenerse en cuenta, ya que su postura es contra corriente y casi milagrosa, dado el ambiente social.

Los vínculos, casi únicos, en que coinciden todos los componentes del falangismo sociológico pueden centrarse en la preocupación por el tema de España y el atractivo de la figura de José Antonio; en lo primero, coinciden con una minoría de españoles conscientes de serlo; en lo segundo, solo con otros falangistas sociológicos.

Por ello, es decisiva la tarea que está llevando a cabo Jaime Suárez en concreto y Plataforma 2003 en general, consistente en la recuperación de la figura de José Antonio, llevándolo de su época a la nuestra. Sin  entrar ahora en coincidencias o discrepancias con las posiciones defendidas en esta recuperación, es hora de volcarse en la creación y desarrollo ideológicos, una vez se ha trabajado a fondo la historia. No se trata de revivir un mito ineficaz, ni de edulcorar los planteamientos de fondo, sino de despojar lo falangista de adherencias coyunturales y construir para el mundo de hoy.

8. Séptima polémica: ¿es un potencial político el falangismo sociológico?

Es difícil asegurarlo, pero tampoco me aventuro a negarlo completamente.

La heterogeneidad es muy grande: generacional, de procedencias y experiencias vitales, de prioridades, de intenciones, de posiciones, de intenciones…A estas alturas, podemos decir que han resultado inútiles todos los esfuerzos por captar a estos ciudadanos para un solo partido político determinado, aunque ostentara siglas históricas.

La ingenuidad sería pretender dotarlo, ahora, de homogeneidad de posturas, de mucho militancia o de jerarquización: lo que ha separado la historia es difícil que pueda unirlo la política… ¿Puede ser convocado con posibilidades de éxito de alguna forma?

Opino humildemente que hay que buscar, en primer lugar, un común denominador de sus componentes, y este sigue siendo la inquietud por España en nuestros días, del mismo modo que lo fue en las épocas fundacionales; esta inquietud abarca muchos aspectos: inquietud en general por el hombre, por la justicia, por la libertad profunda, por el trabajo, la educación… sin olvidar la incardinación de España en el mundo en que se vive, que adquiere claramente una voluntad europea como constante de universalismo.

Aceptado este común denominador, habría que plantearse otras tareas, que tienen que ver con la letra y con la música del proyecto:

En cuanto a la letra, el contenido, hay que partir de las constantes esenciales de José Antonio y, a partir de ellas, de la necesaria adecuación, desarrollo, integración de nuevos elementos y creación, con la amplitud suficiente para la apertura a otras opiniones y la concreción necesaria que asegure la fidelidad a lo esencial. Serían rechazables, así, la simple exégesis, la reiteración de recetas y los componentes catastrofistas, apocalípticos o redentoristas. No se trata de anunciar ocasiones históricas y actitudes proféticas, sino partir de las realidades, aceptar la circunstancia que nos imponen los tiempos y trabajar a partir de ella y dentro de ella.

En cuanto a la música, esta no debe apartarse de las formas vigentes: lenguaje, métodos, formas, técnicas, diseños… Es urgente la elaboración de un nuevo lenguaje poético, con capacidad de suscitar atención, simpatía y, quizás, adhesión por su atractivo. Esto es lo que logró José Antonio en su época… y esto es lo que hemos de hacer en la nuestra.

 9.  Octava y última polémica: ¿quién puede convocar al falangismo sociológico?

 Se entiende con eficacia…

Estoy desengañado sobradamente de convocatorias de partidos o grupos, por mucha sinceridad, nobleza y buena intención que les suponga: una y otra vez, se han mostrado capaces de atraer militantes o asociados ex nuovo, pero no de mantenerlos ni crear escuela, ni, mucho menos, de suscitar atención del escéptico y escurridizo falangismo sociológico.

Por otra parte, he declarado que entiendo caducadas las oportunidades de lograr la unidad de los falangistas; por lo menos, en torno a lo habitual, lo probado, lo caducado.

En el estudio de 1993 proponía una refundación falangista, que definía, entonces, como “fundar de nuevo, sobre otras realidades, por otros caminos y otros objetivos operativos”. Y añadía que “esa Falange refundada -óptese por el nombre que se opta- debe ser una organización joven, dinámica, abierta, claramente definida en la ideología básica y con capacidad para la búsqueda de medios humanos y económicos”.

Básicamente, me mantengo en las líneas de aquel brindis al sol. Pero esa refundación no se me ocurre ahora más que con la horrorosa denominación -no tan horrorosa en la intención- de neofalangismo; algo así como un el rey ha muerto, viva el rey de los británicos.

Otras palabras del texto de 1993 me parecen de actualidad: “Si la primitiva Falange convocó para un tarea política en su época y circunstancias, la Falange refundada (¿ese neofalangismo?) debería convocar para la tarea política que exige el aquí y ahora: España y el hombre español, su armonización en el mundo de hoy”. En 2014 añado: dentro de un proyecto ilusionante de contribuir a una progresiva transformación del Sistema y contribuir a la unidad de esa Europa a la que amamos porque no nos gusta.

Es decir, si en los años 30 se creía factible llevar a cabo una revolución nacional, económica y social, en el marco de una Europa en la que los tercerismos fascistas parecían ofrecer perspectivas de modernidad, transcurridos los años y, conscientes de que aquello no fue posible (u ocaso era un espejismo del que el propio José Antonio se dio cuenta), se trata de proponer una tarea posible en un marco real y actual, sin perder de vista, eso sí, los valores permanentes que encerraba el proyecto falangista.

 ¿A qué porcentaje del falangismo sociológico se conseguiría convocar? Es difícil saberlo, teniendo en cuenta la mentalidad predominante en nuestro mundo, la dinámica de la sociedad actual y la actitud del que vive en el postmodernismo de la liquidez, renuente al compromiso. Quizás a un sector minoritario, pero dotado a su vez de la capacidad de extender esta convocatoria a la sociedad española más joven.

Asigno, como era de esperar, un papel conductor -que no de exclusivismo protagonista- a quienes componen mi generación, la de los años 60, la del segundo Frente de Juventudes, que ya está de vuelta de muchas cosas pero aún mantiene esperanzas e ilusiones. En todo caso, a todos los falangistas conscientes  corresponde el papel de juanes bautistas, siempre que tengan en cuenta que serán otras generaciones las usufructuarias del proyecto.

Si es cierto que José Antonio acertó con las primeras notas de una melodía -en saber pulsar la fibra de lo español- todos estamos obligados, a riesgo de equivocarnos, en continuar la partitura.

Colabora con el periódico digital El Municipio con un donativo para seguir informando con un periodismo combativo en libertad
Pincha en el boton Donar. Muchas gracias por tu ayuda y colaboración.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí