Por Eduardo López Pascual para elmunicipio.es
En una prueba más de la insolidaridad del capitalismo como sistema de convivencia, el tribunal de Justicia de la UE con sede en Luxemburgo, en una sentencia reciente, promovida por la Alemania de Merkel, restringió las ayudas a inmigrantes sin actividad profesional y económica, es decir, a los parados procedentes de países comunitarios, la posibilidad de conceder ayudas sociales que básicamente se refiere a las prestaciones sanitarias. Para mí, supone un terrible golpe a los sectores de población más necesitados y pobres de la sociedad, cualquieras que sea el país en donde estén que, se supone, no han emigrado por comodidad sino empujados por hambres de pan y de justicia. La inmensa parte de esos ciudadanos, de esas personas, son los marginados del sistema, y aunque es cierto que suponen una carga aditiva a las económicas de la UE, y entonces nadie, ninguna nación o Estado, puede permanecer impasible ante el sufrimiento de no tener trabajo, ni casa ni medios para subsistir. Es en esas circunstancias cuando se tiene que demostrar con hechos, la voluntad de ser solidarios, y procurar al menos, que no se mueran de hambre o de enfermedad.
El Tribunal de Luxemburgo, representante de un pensamiento ultra liberal, asistido con los deseos del británico Camerón o del germano MerKel, ambos líderes de una derecha montaraz, no entiende de obligaciones generosas ya que, es muy difícil en probar que alguien, quien fuera, va de turismo a UE, deja familia y hogares solo por el gusto de conocer privaciones y angustias para subsistir. Pretenden negar o recortar hasta límites amorales, la cooperación con los extranjeros comunitarios que no acrediten ejercitar un trabajo, un empleo, pero esto no es más que- a mi modo de ver-, un rasgo más de este capitalismo inhumano, que se desentiende a propósito de las simple subsistencia de ciudadanos en ruinosa situación. Y esta nueva posición de algunos países miembros de la UE, sienta jurisprudencia, por más que al final sean los propios Estados los que decidieran su aplicación pero, a tenor de la filosofía capitalista, y aquí se padece, parece claro que pronto veremos en España resoluciones similares, “el sistema”, nos dará un motivo más para rechazarlo de modo determinante y definitivo.
Los falangistas, los hombres de buena voluntad, los que creemos en la hermandad de todos los hombres, debemos lanzar nuestro grito de protesta por esta nueva agresión a la dignidad de los que por una causa de puro sobrevivir, se arriesgan la aventura, muchas veces, durísima, peligrosa, han tenido que buscar su futuro lejos de su casa, de sus hijos, de su tierra. El hecho de que se cometan abusos por parte de unos indeseables, o tal vez movidos por un efecto de boomerang, no puede justificar nunca una eliminación de prestaciones sociales como las que ha aprobado Luxemburgo. Hay recursos jurídicos para que si hay personas que trasmiten abusos, se les castigue, pero no a costa de suprimir unas ayudas que solo por humanidad, debería de permanecer constante en la legalidad de todos los países, al menos de la Comunidad Europea. Por mi parte empezaría una campaña a escala nacional para proclamar mi negación a apoyar semejante propuesta netamente capitalista.
Totalmente de acuerdo con el autor, pero tengo la impresión de que está pidiendo peras al olmo. Los políticos se preocupan principalmente de ellos, lo estamos viendo un día sí y el otro también aquí en España. Ahora nos enteramos que los diputados y senadores pueden ir de aquí para allá sin justificar
los gastos. Con lo que se ahorraría con tanto gasto que no vale, en la mayoría de los casos, para nada, se podían mejorar, por ejemplo, la enseñanza, la sanidad, etc.