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García Serrano condenado: «El precio de la libertad de indignación»

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Dura lex sed lex. La ley es dura, pero es la ley. En el caso de Intereconomía y en el mío propio el milenario aforismo acuñado por los romanos, padres del Derecho, se ha cumplido implacablemente. No con todos los justiciables finalmente condenados es así. Con nosotros, sí. Me voy a ahorrar el tópico, de obligado cumplimiento, sobre el debido respeto, retórico y efectivo, a las sentencias judiciales para evitar malintencionadas interpretaciones por parte de los que nos han condenado en los tribunales y fuera de ellos, fundamentalmente en el resto de los medios de comunicación en los que (gracias, muchas gracias compañeros) han estado crucificándonos durante el último lustro sin ofrecernos la obligada cortesía profesional de una entrevista ni, por supuesto, mostrar las imágenes que provocaron las palabras contra Marina Geli y su página web «Sexo Joven» por las que Intereconomía y yo hemos sido, final e inapelablemente, condenados por la Audiencia Provincial de Madrid por la comisión de un delito de injurias graves con publicidad al pago de más de 3.000 euros de multa y de otros 18.000 de indemnización a Marina Geli.

Son muchos los españoles  que recuerdan lo que pasó, pero no saben por qué pasó debido a que la totalidad de los medios de comunicación les hurtaron la posibilidad de contemplar, sin duda con el mismo espanto que yo pude hacerlo, las imágenes de «Sexo Joven» patrocinadas y amadrinadas por Marina Geli en su calidad de Consejera de Salud de la Generalitat Catalana. La señora Geli además es médico. La reseña profesional en este caso no es anecdótica, es categórica pues con su página «Sexo Joven» violaba el mandamiento hipocrático que reza: «primun non nocere» (lo primero no hacer daño) porque esa página le hizo daño, mucho daño, a los niños y adolescentes a los que estaba dirigida. En «Sexo Joven», con imágenes explícitas, se invitaba y se inducía a los niños y adolescentes catalanes, pero también del resto de España, a practicar y disfrutar de todos los placeres de la homosexualidad. Se les mostraban cópulas y acoplamientos sexuales extraídos, como manifesté en El gato al Agua, de los manuales de los sprintías, aquellos esclavos que orquestaban y organizaban las orgías en la Roma decadente, en las que hacían participar a niños muy pequeños y a adolescentes en prácticas sexuales aberrantes. Las imágenes estelares de la página patrocinada por Marina Geli mostraban sin ningún pudor, sobrepasando los rebosaderos de la obscenidad, cómo un varón adulto saca a un niño de 14 años de un  gimnasio, se lo lleva a un hotel, le desnuda y lo sodomiza. La página «Sexo joven», patrocinada por la Consejera de Salud de la Generalitat de Cataluña, era sencillamente una página sucia y sórdida en la que, con dinero público, se invitaba a los niños y adolescentes a las prácticas homosexuales ya descritas.

En el programa de Intereconomía TV El Gato al Agua (junio de 2010) se abordó la cuestión mostrando las imágenes de «Sexo Joven». En mi turno de palabra pronuncié tres adjetivos dirigidos contra el contenido de la página pero, ése fue mi grave error, personalizados en Marina Geli a la que califiqué con las palabras sobradamente conocidas, pues ésas sí fueron repetidas y descontextualizadas hasta el hartazgo por los compañeros de los medios, por lo que estaba haciéndole a los niños catalanes. A la semana siguiente, en el mismo programa, pedí perdón por lo que le dije a ella pero reafirmándome en mi opinión sobre su página «Sexo Joven». De nada sirvió, y así se inició el largo proceso judicial que ha acabado, cinco años después, condenándonos a Intereconomía y a mí por injurias graves a Marina Geli. La victoria judicial es de ella, pero el triunfo moral nos pertenece (tanto monta, monta tanto) a Intereconomía y a mí pues conseguimos que Marina Geli y la Consejería de Salud de la Generalitat retiraran de la circulación la página «Sexo Joven», inmediatamente después de mis palabras en El Gato al Agua. Salvar a incontables niños y adolescentes de la aberrante contaminación explícita en esa página web sucia y sórdida, nos va a costar 22.000 euros. La multa de más de 3.000 euros sería evitable a cambio de mi ingreso en la cárcel durante cuatro meses, pero no así la indemnización de 18.000 euros. Es el precio de la libertad de indignación, que sólo en nuestro caso no ampara el derecho a la libertad de expresión. Es el precio judicial por enfrentarse a la corrupción moral y sexual patrocinada y amadrinada por Marina Geli. Una mujer que, además de médico, es madre.

Información ofrecida por Eduardo García Serrano en el diario La Gaceta.

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1 COMENTARIO

  1. Muy Estimado Señor y Correligionario en Cristo Dios y Señor Nuestro y su Santísima Madre la Virgen Nuestra Señora:
    Gran indignación me produjo la noticia de la injustísima condena judicial de que ha sido Vd. la más directa y más perjudicada víctima. Sepa que la sentencia nos ha hecho daño a todos los que pensamos y sentimos lo mismo que Vd. respecto del asqueroso pervertidor vídeo y de quienes lo sostienen, o fomentan.
    Ojalá cuente con muchos donativos. Que Dios le compense y premie por su heroísmo. Sin ánimo alguno de ofender, yo también pienso que todo el que incurra en «Cooperatio» con el Mal en el mantenimiento y difusión del vídeo es indecente y, figuradamente hablando, un «guarro» de verdad.
    Atmte. SSS.
    Ricardo de Perea y Glez., Pbrº. .

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