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Manuel Hedilla, dirigente de Falange Española en la nochebuena de 1936

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En la triste Nochebuena de 1936, y desde Radio Salamanca, MANUEL HEDILLA, segundo Jefe Nacional de Falange y líder de los falangistas auténticos, se dirige a los falangistas en un histórico discurso de gran contenido patriótico y revolucionario. Fue confinado por Franco tras conmutarle la pena de muerte que él mismo le impuso por oponerse a la unificación y mantener viva la llama del pensamiento de JOSÉ ANTONIO:

“Camaradas: vengo a dirigiros la palabra en esta Nochebuena, familiar siempre, y que tan dura y dolorosa se ha presentado este año. Me dirijo a todos los falangistas, pero especialmente os hablo a vosotros, a los que vivís estas horas de lucha, de vida y de muerte en los frentes de guerra, entre la nieve y el frío, dando vuestra vida por España y por nuestro Movimiento, y que en esta nochebuena estáis alejados de vuestro hogar. Porque sois alma y carne de la Falange, van primero a vosotros mis salutaciones, y os digo que en estos momentos, más que nunca, nuestros pensamientos están con vosotros. Héroes de cien victorias y de innumerables sufrimientos, habéis comprendido el espíritu que la Falange proclamó. Y sufriendo con abnegación y con valor habéis sabido cumplir en silencio con vuestro deber, a veces mal equipados y mal abastecidos por las exigencias de la guerra; pero jamás olvidados pues sois y seréis siempre ejemplo y columna de la España firme, castrense y eterna que la Falange ha de construir. Os voy a hablar del pasado inmediato de la Falange, de nuestro programa y de nuestra orientación para el porvenir.

Mientras vosotros habéis luchado cara a cara con el enemigo, han sucedido toda una serie de cosas en la retaguardia. Se han vencido dificultades innúmeras, derivadas del increíble crecimiento de Falange Española. Nuestro programa, el intangible programa de los 27 puntos, queda y quedará intacto y se van a tomar orientaciones para poner inmediatamente en práctica el espíritu de nuestra doctrina, en la medida posible. Os quiero hablar de todo esto, porque vosotros, camaradas de la primera línea, debéis estar enterados más que nadie de la ruta de la Falange.

Antes del movimiento revolucionario que estamos sosteniendo, ya sabéis todos vosotros de nuestra soledad combativa. Todos recordaréis, y España entera no debe olvidarlo, cómo mientras los partidos de derechas se limitaban a hacer discursos estériles o acomodaticios en el parlamento, Falange Española daba la cara a el marxismo en la calle, sufriendo persecuciones de los rojos y del mismísimo gobierno de la República democrática y conservadora. Entonces supimos luchar y vengar a nuestros caídos, valiéndonos nuestra gallardía el que los corazones limpios acudieran a nuestras filas en las que dar la vida y la hacienda por España, era nuestra doctrina. Formados así este movimiento nos encontró a punto y en línea espiritualmente, a todos preparados. Pero con nuestros locales clausurados y con nuestros jefes en las cárceles, en manos de los enemigos. No obstante estar mutilada, Falange no sucumbió, porque su doctrina es inmortal.

Es la expresión de la Justicia divina en el siglo. Pasó entonces algo que no se registra en los anales de ningún movimiento de la historia: que la Falange, que había perdido lo mejor de sus mandos, se irguiese espléndida, creciese en proporciones increíbles y diese a la Patria debilitada por muchas traiciones, sus mejores hombres, dispuestos a morir ante la invasión asiática que trataba de asolarnos. Ellos están presentes en nuestro afán. Sus nombres, su heroísmo o su martirio, es lo que os impulsa a vosotros irresistiblemente a la victoria. La Falange quedaba sin organización, sin guías, sin dinero, sin propaganda. Sólo el milenario instinto del pueblo español comprendió lo que había sido la Falange. Ahora comprende, bajo nuestras banderas, lo que España será. Y así se entregó en cuerpo y alma a nosotros. Nuestra organización ha tenido un crecimiento rapidísimo, todos lo sabéis. Y cuando una criatura crece rápidamente, cuando un muchacho se hace hombre de súbito, sus músculos no pueden seguir el ritmo del crecimiento, y al principio padecen una laxitud que sólo mas tarde desaparece, con el ejercicio de la vitalidad, recobrando el organismo sus formas y su vigor definitivos.

Algo semejante ha pasado con Falange Española. Debido al rápido crecimiento no somos todavía una organización perfecta. Hay muchísimas cosas que se pueden mejorar y que se mejorarán. No obstante estos defectos naturales, el pueblo español forma parte de nuestras filas y nos presta ahora su apoyo denodado, en dinero y en sangre, pues reconoce nuestro temple militar, que nos hace cumplir lo que prometemos y ve en el nacionalsindicalismo la salvación de España. Con esta ayuda del pueblo hemos empezado a equipar y a mandar centurias y centurias de falangistas. Y digo equipar, aunque no fueron hombres equipados los que pudimos mandar al principio, sino héroes de España, con el pecho desnudo y la divina fiebre del patriotismo en la frente, tocada con el humilde gorro de falangista. Sin elementos, sin dinero, sólo con la devoción entusiástica del pueblo español, se ha podido hacer el milagro de tener en la primera línea de la gran epopeya a muchos millares de falangistas. Calculad, camaradas, por lo que cuesta armar, equipar y mantener a un hombre, el volumen de esfuerzo realizado y el entusiasmo de el pueblo, por nuestro movimiento. Y una vez resuelto el problema de enviar a los hombres ya equipados a el frente para defender a la Patria, en peligro, ha venido a nuestras manos la tarea de llevar a cabo nuestro programa social, asistiendo a las familias necesitadas en estos tiempos de guerra.

Yo os confieso que ha habido momentos dificilísimos para nosotros. Y si no han sido insuperables, fue por vuestra conducta en el frente, que nos dio ánimo para encontrar soluciones. Mientras nosotros estábamos resolviendo estas dificultades, vosotros, mal equipados y con la sonrisa en el rostro, hicisteis frente a un enemigo mucho más numeroso, que poseía las mas modernas ametralladoras, mientras vosotros solo teníais fusiles. Y que poseía cascos de acero, mientras vosotros solo teníais el gorrillo del uniforme ya glorioso en la historia, como un casco imperial.

Tuvisteis que soportar raciones escasas, mientras enfrente reventaban los fardos de víveres, adquiridos con el oro del saqueo. Con estas deficiencias, como soldados de España, supisteis escribir páginas de canción de gesta que la Patria no olvidará y cuyo relato sería inacabable. Igual que sería de inacabable el relato de las impávidas gallardías de tantos camisas azules que han desafiado a la muerte en territorio rojo y han convencido a nuestros enemigos, asombrados, de que la Falange es valor y abnegación. Así lo demostraron los camaradas que en San Sebastián murieron gloriosamente. Y los que en Madrid conducidos al campo de fusilamiento por los milicianos, gritaron al pasar ante otro grupo, nuestro ¡¡¡Arriba España!!!, para morir acribillados a balazos. Y aquella otra camarada, aquella muchacha, casi una niña, que murió después de haber estado ametrallando desde un camión a los rojos en Barcelona durante varios días. Así, por lo que fuimos y por lo que somos, Falange Española está orgullosa de vosotros, ¡camisas azules de primera línea! Y la preocupación de la Junta de Mando es corresponder como merecéis, después de tanto heroísmo y tanta abnegación.

Es para nosotros una obligación corresponder a tanto valor y a tanto sacrificio. Y es mi aspiración poder llevar a todas nuestras filas y organismos, hasta el fanatismo, el espíritu de nuestra doctrina, por la que vosotros andáis alegremente entre la muerte y la vanguardia. Por eso ahora me dirijo a la retaguardia, a ese sinnúmero de gentes de la segunda línea, magníficamente equipada: con esas imponentes botas marciales, esos capotes y esos guantes de piel. ¿No creéis, camaradas, que el espíritu de la Falange os obliga a dar todo esto inmediatamente a los camaradas del frente, que con los pies helados y el cuerpo frío, hacen guardia perenne en las montañas? Yo os requiero a esta ofrenda voluntaria y deseo que nadie que no esté en el frente lleve equipo de primera línea. Así pues, hoy, primer día de Navidad, en todos los centros de Falange Española se recogerán estos donativos y cada oficina los remitirá inmediatamente a sus respectivas centurias. Al despojaos de estas ropas, falangistas de retaguardia, pensad que cumplís con un deber de patriotas, y sobre todo, de falangistas. También os digo a vosotros, los de primera línea, que espero que acabe la guerra para que vengáis a tomar parte en la gran obra de reconstrucción nacional, para que de entre vosotros, los que habéis tenido el valor de enfrentaros con la muerte cara a cara, salgan los escultores de la nueva España, pues el temple de Falange Española es ser militar, y soldados tienen que ser sus dirigentes.

Con nosotros habéis de emprender la tarea de educar a el pueblo español, dentro de el estilo y el espíritu de la Falange, para salvar de la sordidez y la roña al pueblo y para conseguir que pueda enorgullecerse ante cualquier otro de la tierra. Esta labor la damos ya por empezada. Vosotros debéis sentiros ya protagonistas de ella y empezar ya, ahora mismo en ese frente de batalla. Las centurias de Falange tienen que convertirse, en poco tiempo, en modelo de orden, limpieza y camaradería. Me dirijo a vuestros jefes para que se preparen a trabajar intensamente por el logro de este ideal de cultura y buen estilo. Pronto os llegarán disposiciones que cumpliréis fielmente, y pronto se instituirá un sistema de inspección para que se aparte a gente indeseable y se purifiquen los mandos, si hubiese necesidad. Igual que nuestro deber es educaros, esperamos que comprendáis que vuestro deber es sentiros sangre y cuerpo del pueblo español. Pensad vosotros, falangistas, que sois hijos del pueblo y que os debéis a él. ¡Que por donde pase ondee bien alto el pabellón rojinegro de Falange Española de las JONS! Preguntaros en cada momento si el acto que vais a realizar es digno del espíritu que representa vuestra camisa azul.

Sembrad el amor por los pueblos por donde paséis. Tratad de un modo especialmente cordial y generoso a los campesinos y a los obreros. Porque ellos son, por ser españoles y por haber sufrid, nuestros hermanos. Y me dirijo ahora a los falangistas que se cuidan de las investigaciones políticas y policiales de las ciudades y sobre todo en los pueblos: Vuestra misión ha de ser obra de depuración contra los jefes cabecillas y asesinos; pero impedid con toda energía que nadie sacie odios personales y que nadie castigue o humille a quien por hambre o desesperación haya votado a las izquierdas. Todos sabemos que en muchos pueblos había (y hay) derechistas que eran peores que los rojos. Quiero que cesen las detenciones de esa índole.

Donde las haya habido, es necesario que os convirtáis vosotros en una garantía de los injustamente perseguidos. Y allí donde os encontréis, estad resueltamente dispuestos a oponeros a procedimientos contra los humildes. La Falange ha de estar en todos los sitios con la cara alta para defenderse de sus muchos enemigos. Y no hagáis sino sembrar amor, allá por donde paséis, dando el ejemplo que merecemos. Finalmente: Hay personas en nuestra retaguardia que no encuentran trabajo mejor que hacer por la Patria que el sembrar odio contra Cataluña y las Provincias Vascongadas. Y cada vez que, revolviendo viejos fondos y viejas cuentas, han logrado su propósito, quedan satisfechos como si hubieran logrado una gran acción. La doctrina de Falange es de amor y no de odio, de unión y no de desunión. En Cataluña como en todas partes, hay españoles malos y buenos: A nadie se le ocurrirá propagar odios contra los madrileños porque Madrid sea rojo en estos momentos. Y sabed que en Bilbao y en Barcelona la gran mayoría de los que nos combaten no son vascos ni catalanes, sino escoria y hampa de todas las ciudades españolas. Mis últimas palabras, camaradas, en esta noche de aniversario solemne, han de ser una invitación para que sigáis, como hasta hoy, cumpliendo con vuestro deber como soldados. Cumplid luego vuestro deber como ciudadanos; es decir como miembros de esta grande y magnífica hermandad que es España.

Estad seguros de que en la retaguardia se defiende y se defenderá el ideal por el que vosotros lucháis, y que es esta doctrina de la Falange Española, que tantos mártires ha sabido sembrar en los campos de España. Yo, como jefe de la Junta de Mando, os prometo que nuestras doctrinas no serán vulneradas. ¡Camaradas todos! Oíd bien las consignas de lucha y de redención por las que los hombres de las Falange se baten y mueren: ¡BRAZOS ABIERTOS A EL OBRERO Y AL CAMPESINO! ¡QUE SÓLO HAYA UNA NOBLEZA: LA DEL TRABAJO ¡QUE SÓLO HAYA UNA CLASE: LA DE LOS ESPAÑOLES ¡QUE DESAPAREZCAN LOS CACIQUES DE LA INDUSTRIA DEL CAMPO, DE LA BANCA Y DE LA CIUDAD ¡QUE SEAN EXTIRPADOS LOS HOLGAZANES ¡QUE HAYA TRABAJO Y BIEN RETRIBUIDO, PARA TODOS! ¡QUE EL ESTADO SE CUIDE DE VUESTROS HIJOS, COMO SANGRE PROPIA! ¡QUE NINGUNA DE LAS MEJORAS OBTENIDAS POR LOS OBREROS QUEDE SOBRE EL PAPEL, SIN SURTIR EFECTOS! Y ahora: ¡CAMARADAS! ¡EN PIE! Escuchad estas palabras del Ausente*: “NUESTRO SITIO ESTÁ AL AIRE LIBRE, BAJO LA NOCHE CLARA, ARMA AL BRAZO Y EN ALTO LAS ESTRELLAS. QUE SIGAN LOS DEMÁS CON SUS FESTINES. NOSOTROS FUERA, EN VIGILANCIA TENSA, FERVOROSA Y SEGURA, YA PRESENTIMOS EL AMANECER EN LA ALEGRÍA DE NUESTRAS ENTRAÑAS”. ¡¡¡POR LA PATRIA, EL PAN Y LA JUSTICIA!! ¡¡¡POR LA ESPAÑA UNA, GRANDE Y LIBRE!!!

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1 COMENTARIO

  1. Se han de dar a conocer todo este tipo de discursos, de historias guardadas, de diarios para dar a conocer más a los falangistas pre-franquistas.

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