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Las relaciones de Don Miguel de Unamuno con Falange Española

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Fotografía del entierro de don Miguel de Unamuno. También se encuentra en la página 384 de la o. c. de E. Salcedo

No es cierto que Unamuno permaneciera encarcelado en  su casa tras el suceso del 12 de octubre en el paraninfo universitario. Fue una reclusión voluntaria, una forma personal de protesta. A partir de entonces, eran cada vez menos los que le visitaban, privándose unos del placer de su conversación  y  olvidándose otros de su antes amigo. ¿Fue por miedo al que dirán o a la autoridad establecida?Unamuno y Millán Astray: la persistencia del tópico

Me propongo en este capítulo completar la serie iniciada hace meses con el incidente habido entre Unamuno – Millán Astray con  las relaciones que el Rector mantuvo con Falange Española y con falangistas concretos, desde su encuentro con el fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera, el 10 de febrero de 1935 hasta el final de sus días. Es de nuevo Emilio Salcedo quien nos relata las últimas horas de vida de Unamuno en las páginas 420-421 de su libro “La vida de don Miguel”, Ediciones Anaya:

Último día del año,  31 de diciembre de 1936…

“A las cuatro y media de la tarde entra en el despacho el profesor Bartolomé Aragón (falangista), que visita con frecuencia a Unamuno. Don Miguel se esfuerza y con el brillo de sus ojos azules, casi más que con su palabra, le dice al visitante:

—Me encuentro mejor que nunca.

Está sentado ante la camilla, aterido por el frío de la historia y de la soledad. Aragón se sienta ante él y el ex rector le mira.

– Le agradezco que no venga usted con la camisa azul, como lo hizo el último día, aunque veo que trae el yugo y las flechas…; tengo que decirle a usted cosas muy duras y le suplico que no me interrumpa.

Ramos Loscertales, único relator de la muerte de Unamuno por lo que Aragón le contó, no reproduce el monólogo que —escribe— «se abre en ráfagas de pasado nacional histórico y arqueológico, de recuerdos sentimentales de hombres del presente, de visiones de otros pueblos; y hay más amargura y más dolor en los comentarios que acritud o dureza». Bartolomé Aragón le ofrece a don Miguel un ejemplar del periódico de Huelva La provincia de F. E.


Más información —Miguel de Unamuno sobre literatura catalana


– No quiero verlo. No quiero ver esas revistas de ustedes, porque, ¿cómo puede irse contra la inteligencia?

– Don Miguel, Falange ha hecho un llamamiento a los trabajadores de la inteligencia.

–  ¡Cómo!

– Sí, sí, lo ha hecho y le prestarán su apoyo, no lo dude usted. Guardan silencio. El viento extiende su presagio por la calle y retiemblan las maderas del balcón.

– La verdad es —comenta Aragón— que a veces pienso si no habrá vuelto Dios la espalda a España disponiendo de sus mejores hijos.

Don Miguel se inclinó hacia la camilla, dando un puñetazo sobre el tablero.

¡No! ¡Eso no puede ser, Aragón! Dios no puede volverle la espalda a España. España se salvará porque tiene que salvarse.

Unamuno se reclina de nuevo en su sillón y hunde la barbilla en el pecho. El silencio ha vuelto al despacho. El visitante nota que Unamuno no se mueve. Sus zapatillas se están quemando en el brasero. Don Miguel ha muerto. Aragón, asustado, sale del despacho para avisar a la familia. Está pálido y desencajado, apenas si puede hablar.

— ¡Don Miguel, don Miguel!… ¡Yo no le he hecho nada!… ¡Yo no le he matado!

A las seis de la tarde el viento lleva por las calles de Salamanca la noticia como en un susurro de misterio: don Miguel ha muerto, … y la casa de la calle de Bordadores, con la puerta entreabierta, empieza a recibir la visita de muchos que habían dejado solo al viejo escritor.

A las once de la mañana, en la iglesia de la Purísima, se celebran los solemnes funerales, que presiden Fernando y Rafael Unamuno, el rector, don Esteban Madruga, y el decano de Letras, Ramos Loscertales. A las cuatro de la tarde la calle de Bordadores y la de las Úrsulas rebosan de gente. El tenor Miguel Fleta y los periodistas Víctor de la Serna, Antonio de Obregón y Salvador Díaz Ferrer —todos con camisa azul y correajes— toman el féretro, sobre el cual ha sido colocado el birrete negro de rector, en póstuma devolución de su dignidad vitalicia. El cortejo pasa delante de la Torre de Monterrey y sigue por la calle en cuesta de Ramón y Cajal. A la altura del convento de los capuchinos, Mariano Rodríguez de Rivas, delegado nacional de Arte, los escritores Melchor de Almagro San Martín y Carlos Domínguez y otro falangista toman la caja hasta el Campo de San Francisco. Las cintas del féretro eran llevadas por los catedráticos don Nicolás Rodríguez Aniceto, don Francisco Maldonado, don Isidro Beato y don Manuel García Blanco. En torno a la caja llevan las velas los catedráticos don Primo Garrido, don Leopoldo de Juan, Pérez Villaamil y César Real de la Riva, aun no incorporado entonces el claustro salmantino. El duelo lo presiden el rector, los hijos de Unamuno, el decano de Letras y don Andrés Pérez Cardenal.


Noticia relacionada pinchando en el enlace —Miguel de Unamuno: HISPANIDAD


En el cementerio está abierto el nicho en que fue enterrada Salomé. Se sube la caja que contiene los restos de Unamuno. Cuando ya está dentro, Manuel Gil Ramírez, luego alcalde de Salamanca, extiende el brazo con el saludo romano y grita:

–  ¡Camarada Miguel de Unamuno!

– ¡Presente! —le contestan brazo en alto los falangistas que le han acompañado.

El nicho se cierra y empieza ahora la disputa del cadáver. La noticia de su muerte ha corrido el mundo confundida con partes de guerra. Cuando Ortega la sabe en París comenta: “Temo que suframos ahora una época de atroz silencio”.

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Dialogos del Duero / Y esto es cuanto puedo aportar, con fuentes ajenas, sobre las olvidadas o voluntariamente silenciadas relaciones de Unamuno con Falange Española y los falangistas.

Estos son los capítulos anteriores:

  1. ¿Se habría callado hoy Unamuno frente a la corrupción cuando no lo hizo ayer ante Millán Astray?
  2. La versión de Gabriel Jackson del «encuentro» de Unamuno y Astray, y una visión literaria de don Miguel
  3. Pemán cuenta el “enfrentamiento” entre Unamuno y Millán Astray
  4. Aquel 12 de octubre de 1936 en Salamanca . El último acto público de Unamuno
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3 COMENTARIOS

  1. UnamuNO era un pusilánime. Estuvo toda su vida dando tumbos, sin saber nunca a qué carta quedarse.
    Fue socialista en Bilbao y a los 3 años se deprimió y lo dejó, yéndose a Salamanca, donde en una ciudad de ciegos ser tuerto valía para ser rey, y al poco le hicieron rector de la Universidad. Fue concejal socialista en el primer Ayuntamiento de la II República, pero también a los 3 años se desencantó. Al estallar la Guerra Civil, se puso de inmediato al servicio de Franco, para «defender la civilización occidental y la tradición cristiana», que lo nombró concejal del primer Ayto. de Salamanca. Pero a los 3 meses, en el Paraninfo de La Universidad, también se cansó del facherío y les increpó. Franco no tomó represalias contra él, como hubiera hecho de inmediato con cualquier otro, muriendo en su casa de muerte natural. En su funeral fue exaltado como un héroe falangista.

  2. De Unamuno se podrán decir cosas, positivas y negativas, respecto al cambio de ideas políticas. Sin embargo, demostró tener un capacidad crítica con ellas que el noventa por ciento de los ciudadanos no tiene y, por ello, las abandonaba tempranamente, lo que no hace esa mayoría borreguil, que sigue el dictado de presuntos líderes, auténticamente analfabetos. Pero tratarle de pusilánime es ignorar la Historia. El enfrentamiento de Salamanca con el general Millán Astray, que los tenía cuadraos, es un ejemplo de lo contrario. En cuanto a su talla de intelectual, está universalmente reconocida, universalmente, digo. Hay que leer mucho más que a Sabino Arana.

  3. Me estoy preguntando si Santi Ochoa sabe qué significa la palabra pusilánime. Porque si hay una personalidad a quien no le encaja ese calificativo o definición es a don Miguel de Unamuno. Se enfrentó a los poderosos o quienes tenían un carácter como él, cual es el caso que cita NUÑO de CASTRO del general Millán Astray, fundador de la Legión. Criticó a don Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, que durante siete años estuvo al frente de los destinos de España con su dictadura, más bien dictablanda, según el criterio de los más objetivos historiadores, lo que le supuso un destierro en la Islas Canarias. No tuvo nunca pelos en la lengua frente a nadie. Era un hombre de un carácter berroqueño, de roca, señor Ochoa, al que no le paraba ni la muerte.

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