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La confusión de los símbolos nacionales

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Por Amando de Miguel

Los mandamases socialistas no saben qué hacer con la bandera de España. Pedro Sánchez dejó descolocados a sus compañeros (y compañeras, claro) con la exhibición, en una pantalla gigante, de una bandera de España con el escudo del Estado. Mikel Iceta, el primer secretario de los socialistas catalanes, se puso algo nervioso y farfulló que le gustaba más el escudo que la bandera; el escudo lo veía como “más federal”. Supongo que quiso decir “nacional”, pues España no es un Estado federal. Pero se equivocó doblemente. Si bien la bandera es de la nación española, el escudo es propiamente del jefe del Estado y, por extensión del Estado. No se debe hablar de “escudo constitucional”, pues la Constitución no se refiere al escudo; sí a la bandera. De hecho, como es sabido, el ejemplar auténtico del texto constitucional lleva el escudo de Franco. Si tal confusión manifiesta el primer secretario de los socialistas catalanes, qué no será la del segundo secretario y siguientes.

Convendría recordar al señor Iceta que los colores de la bandera de España rojo y amarillo son los mismos que los de la señera catalana, antes de añadirle la ominosa estrella independentista. Por cierto, la historia de las huellas de sangre de los dedos de Wifredo el Velloso sobre su escudo amarillo no es más que una leyenda para los catones escolares. Más verosímil es que esa combinación de colores se eligiera en los gallardetes para poderlos distinguir en el mar.

Sería de agradecer que en los actos públicos de todos los partidos, partidas, asambleas, plataformas y demás destacara la bandera de España. Mejor, su representación material, no su imagen virtual sobre una pantalla. Junto a ella debería figurar también la de la Unión Europea y, si procede, la de la región correspondiente. Se pueden añadir luego todos los símbolos que se quiera de los partidos, partidas, plataformas, etc. Es una cuestión de cortesía hacia los que llaman “ciudadanos y ciudadanas”. Basta con el plural genérico. Mejor sería “contribuyentes”.

Mucho presumir de que la nación española es una de las más antiguas de Europa y de que la bandera la trajo de Nápoles Carlos III. La verdad es que, ante el extranjero, los españoles no damos la imagen de ser una nación como las demás de Europa. Por ejemplo, las autoridades transigen si se pita el himno nacional o si se sustituye el retrato del Rey en un despacho oficial por el de un quídam. Son muchas las escuelas y otros edificios públicos donde no ondea la bandera de España. Lo peor no es eso, sino que una gran parte de los españoles no se sienten españoles. Es más, si uno se dice español corre el riesgo de que lo insulten por fascista. Parece un acertijo, pero “España y yo somos así, señora”.

Artículo de Amando de Miguel en Libertad Digital.

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