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¿Cómo se limpiaban los romanos el trasero después de ir al baño?

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Para conocer y admirar las costumbres romanas, tenemos decenas de ejemplos entre las ruinas más famosas: los Baños de Caracalla, la ciudad de Bath (que en inglés significa precisamente “baño”) y la recientemente descubierta Ostia Antica, un Spa con docenas de balnearios en las playas más cercanas a Roma. Bien conocido es el ritual del baño romano que, además de su inherente función profiláctica y purificadora, servía de lugar de encuentro donde los ciudadanos aprovechaban para socializar y conspirar. Pero por muy interesante que sea el ceremonial de la limpieza, dejaremos esa cuestión para un artículo próximo para concentrarnos en los aseos públicos.

Los habitantes de la antigua Roma fueron famosos, entre otras cosas, por su afición a los baños y la higiene. La capital de la república fue la primera en la que sus ciudadanos tuvieron agua corriente en sus casas y fuentes públicas a las que una serie de acueductos suministraban el precioso líquido.

Para empezar hay que decir que las instalaciones de este tipo en Roma hacían honor a su apellido, porque públicos sí que eran, y no sólo porque la entrada estuviese abierta a cualquier ciudadano, sino porque una vez dentro, las necesidades fisiológicas de senadores, soldados, comerciantes o artesanos se hacían a la vista de todos los presentes, sin pudor, y sin muros o mamparas separadoras entre los W.C. primitivos graciosamente esculpidos en piedra o hechos de madera. Tal cual, como si en los baños de un aeropuerto se eliminaran todas las divisiones y los apresurados viajeros tuviesen que descargar el producto residual de su proceso digestivo bajo la mirada perniciosa de sus vecinos. 

Para nosotros, descendientes de aquellos hombres y mujeres que tan gustosos y alegres defecaban mientras comentaban el último debate en el senado, la moda presentada ayer por los diseñadores o el combate de gladiadores de la semana pasada, la vista de este espectáculo probablemente nos causaría nauseas, pero para ellos, no era más que la combinación de una necesidad fisiológica con otra social.

Más llamativo, si cabe, era el método que los visitantes a estos servicios utilizaban para limpiarse el trasero. A falta de papel, el instrumento en cuestión era una vara de madera con una esponja (muchas veces, literalmente, extraída del mar) atada a un extremo, o un paño o borra de algún animal. Si os fijáis en las imágenes que acompañan este artículo, podéis ver los canalillos por donde corría agua salada justo enfrente de los asientos para lavar las esponjas después de cada uso. Ignoramos si las esponjas también eran públicas (en realidad lo eran) o cada ciudadano llevaba la suya propia, pero no pensamos investigarlo más a fondo.

Una segunda opción, en el caso de los aseos de los barrios más pobres, era simplemente usar la mano, que después se lavaba en una fuente especialmente instalada para ello, no pensamos que necesitéis más detalles. Lo mismo se hacía en el resto del mundo cuando no había otra cosa a la mano, excepción del gigante Chino, donde el papel se venía utilizando en la limpieza de las partes íntimas desde el siglo II a. C. Imaginamos que a estas alturas muchos de vosotros estaréis elevando una plegaria al inventor del papel de baño moderno.

como cagaban-los-romanosA lo largo de los años muchos historiadores han estado estudiando la forma de vida de los romanos y sus costumbres, siendo este uno de los casos que mas curiosidad despierta por chocar con la mentalidad de nuestra época histórica en la que vivimos en nuestros días.

Los romanos de esa época tampoco tenían muchas opciones, eran víctimas de las limitaciones de su tiempo. Lo importante es que muchos de sus baños han sobrevivido y nos han dado la oportunidad de conocer mejor la cultura de nuestros ancestros. Esperamos que, a pesar de lo desagradable que pueda ser el tema, vosotros lectores hayáis aprendido algo nuevo.

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