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Incidentes Falangistas

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Por Sigfredo Hillers

“INCIDENTES” FALANGISTAS – MANIFESTACIONES PUBLICAS DE PROTESTA DE LOS FALANGISTAS CONTRA FRANCO EN LOS AÑOS 1955-1957-1959   (FUNERALES POR JOSE ANTONIO. 20 DE NOVIEMBRE.).

Han pasado ya muchos años. Y aunque los hechos son incontrovertibles, la memoria flaquea y se abren paso versiones deformadas, culpable o inocentemente equívocas. Por eso interesan tanto estas notas sobre aquellos hechos que tuvieron lugar en los años 1955, 1957 y 1959.

El descontento de los falangistas hacia la situación política propiciada por Franco no databa de entonces, sino de mucho atrás. Pero no cabe duda de que lo acontecido supuso un punto de inflexión. A partir de entonces quedaría ya claro que Falange y Movimiento eran distintas cosas. Podría haber falangistas en el Movimiento, pero serían cada vez más los que llegaran a la doctrina de José-Antonio, no por el Movimiento, sino a pesar del Movimiento. Se abriría el cauce para los que reivindicarían la ortodoxia joseantoniana al grito de «Falange sí, Movimiento no».

Estas páginas se escribieron en 1995 para matizar algunos aspectos del libro «Don Juan», de Luis-María Ansón, respondiendo a la amable invitación que éste hizo a Sigfredo Hillers.

Ansón, en su libro (página 306) hizo un relato de los hechos, fundado en lo escrito por Franco Salgado-Araújo, Luis Suárez, José-Antonio Girón, etc., que resultaba bastante inexacto, como también otros capítulos de su obra. Acusadas esas inexactitudes por Hillers, Ansón le brindó las páginas de ABC, que entonces dirigía, publicando en días sucesivos, a página entera, en apretado texto, las rectificaciones y matizaciones que aquél hizo sobre los Tratados de Yalta y Potsdam, pero sin publicar este texto que ahora se divulga. (Introducción de J.R. LOPEZ-CRESTAR) 

I.- «20 DE NOVIEMBRE», 19 DE NOVIEMBRE 1955. EL ESCORIAL.

  1. a) Primera matización: el orden cronológico. Franco Salgado y Luis Suárez hablan de «19 de noviembre» en tanto que Girón habla del «20 de Noviembre». Para salir de dudas, bastaría consultar un «calendario perpetuo». Sólo se celebran los funerales por José-Antonio en la víspera -en sábado- cuando la fecha del 20 de noviembre coincidía en domingo. Por la sencilla razón de que, según el ritual de la Iglesia Católica, los funerales no pueden celebrarse en domingo. Sin embargo, para los falangistas, siempre se habla -a efectos de referencia histórica- del «20 de Noviembre» del año que sea, dando por sobreentendido que cada 7 años es el 19 de Noviembre.
  2. b) «Incidentes».- Más que de incidentes, se trata de un «clima» de hostilidad; de rebeldía; de ruptura con la línea de mando oficial; de «indisciplina», desde el punto de vista militar, hacia las jerarquías de la Secretaría General del Movimiento, encabezadas por el propio Franco (pero no hacia los mandos directos, i.e. jefes de centuria, etc. que eran nombrados desde arriba, pero no cobraban sueldo). Desde el punto de vista externo se habla de «incidentes graves» porque es, en efecto, la primera vez que los falangistas manifiestan en público a Franco, de forma disciplinada, una actitud de disconformidad o de «rebeldía».
  3. c) Gritos; canciones… y silencio.- Tiene razón Luis Suárez (p.242, Vol. V) el clima se venia preparando desde meses atrás. Una o dos semanas antes del «20 de Noviembre», se difunde por los distritos más abiertamente «radicales» de Madrid, de forma oral, pero en público, en las reuniones semanales de centuria, la consigna de no aclamar ni vitorear a Franco, para mostrarle así, disciplinadamente, nuestra disconformidad. En esos actos públicos era normal recibir y despedir a Franco, vitoreándole y aclamándole; agitando las boinas, etc.

Para demostrar que no se trataba de una consigna de «ruptura ideológica», sino todo lo contrario, de fidelidad a los principios falangistas, se recuerda a los militantes juveniles en dichas reuniones de centuria el casi olvidado manifiesto de José Antonio -el último que escribió, ya en la cárcel, el 24 de junio de 1936, advirtiendo a los falangistas del peligro de ser utilizados como milicia juvenil, destinada el día de mañana a «desfilar ante los fantasmones encaramados en el poder…»; …una mediocridad burguesa, conservadora… orlada para mayor escarnio con el acompaña,iento coreográfico de nuestras camisas azules».

Ni que decir tiene que ese «clima» no está preparado por Secretaría General del Movimiento. Todo lo contrario. Ellos se jugaban los cargos, pues Franco lo iba a interpretar -como así fue- desde su óptica militar: los mandos oficiales habían perdido su «auctoritas»; los jóvenes falangistas ya no obedecían sus consignas de «disciplina y fe en el Mando». Sólo obedecían a sus mandos directos; no a los cargos oficiales. 

En los «incidentes» del «20 de Noviembre» de 1955 (aunque la fecha real fuese el 19 de novbre.) hay que distinguir 4 «fases» diferentes:

  • Antes de la llegada de Franco;
  • El trayecto que Franco recorre a pie desde su llegada en automóvil, en la Lonja o explanada del Monasterio hasta su entrada en el templo, pasando por el Patio de los Reyes;
  • Misa-funeral en el Monasterio;

4) Salida del templo; cantar el «Cara al sol» en la misma puerta, antes de descender la escalinata del Patio de los Reyes; salida a la Lonja del Monasterio; pasar revista al Batallón -con bandera y banda de música- del Ministerio del Ejercito (con escuadra de gastadores) y subirse al vehículo camino del Valle de los Caídos, a revisar el estado de las obras.

Es importante dividir estas cuatro fases o «momentos históricos» y el «lugar geográfico» que cada uno ocupaba, porque aunque haya habido muchos testigos presenciales de ese «20 de Noviembre» de 1955, lo cierto es que no todos los presentes han podido «ver y oir» todo. Cada uno ocupaba su puesto y, salvo la comitiva que acompañaba a Franco y su Guardia personal, nadie se movía de su sitio ni deambulaba (salvo también los fotógrafos y cámaras del No-Do, y a cierta distancia).

Formando parte de la Centuria XVI de Montañeros de la Guardia de Franco, yo estuve en el funeral de 1995. Ocupábamos un «sitio de honor», arriba, en la escalinata del Patio de los Reyes, junto a la puerta del templo. Pero yo no pude «ver ni oír» todo, sólo parte.

1) Antes de la llegada de Franco al Monasterio. Canciones.- Las Centurias del Frente de Juventudes y de la Guardia de Franco -en su mayoría de Madrid- estaban ya formadas en el Patio de los Reyes con más de hora y media de antelación. Ahí es cuando se «caldea» el ambiente. La canción más profusamente cantada, antes de la llegada de Franco, fue la siguiente:

«Que no queremos… NO

Reyes idiotas… NO

que no sepan gobernar.

Porque queremos… SÍ

implantaremos … SÍ

el Estado Sindical..

. ¡ABAJO EL REY!»

(lo de intercalar el «No» y el «Si» fue una especie de «amejoramiento tardío» o «floritura» de algunos distritos de Madrid).

Ni que decir tiene que durante esa «etapa» -antes de la llegada de Franco- en el Patio de los Reyes, las centurias ya en formación,»campábamos por nuestros respetos». Allí nadie ajeno se hubiera podido atrever a decir o hacer nada. Los policías de turno -que los habría- como mínimo iban «disfrazados» de camisa azul y ni a ellos ni a nadie que fuese vestido de paisano se les ocurría mezclarse entre las Centurias. Hubieran resultado inmediatamente sospechosos. Tampoco en el Patio de los Reyes había ninguna jerarquía oficial. Normalmente todos ellos esperaban fuera, en la Lonja, la llegada de Franco. Los invitados oficialmente al funeral llegaban con bastante antelación y ocupaban su puesto, dentro del templo, sin moverse ya.

2) Vítores y aclamaciones.- No puede decirse que la consigna de silencio y poner «cara de perro», tanto a la llegada de Franco como a su salida del templo, fuese cumplida al 100 %. Hay que tener en cuenta que las «despistadillas» de la Sección Femenina se destacaban siempre por su fervor personal a Franco (algunas se llevaron casi un susto, cuando -a diferencia de otros años- contemplaban atónitas cómo los jóvenes camaradas en formación permanecían mudos como estatuas). A esto hay que añadir las centurias venidas de provincias. Al no estar en el «secreto», no salían de su asombro. El pánico entre las jerarquías del Movimiento fue general, al percatarse del «recibimiento» -si no gélido, sí «entusiásticamente débil», comparado con otros años-… Ya veían sus ceses en el B.O.E. La seriedad en el rostro de Franco al ir pasando revista a las Centurias juveniles, era patente (frente a la amplia sonrisa de complacencia de otros años).

Los historiadores que estudian los hechos del «20 de Noviembre» de 1955 por los documentos, jamás podrán enterarse de esta «fase» ni de su trascendencia histórica, pues la Policía en su informe no podía -ni se atrevía- a recoger el «clima» que precedió y acompañó el «incidente» (el «grito» al que luego nos referiremos).

A través de un joven camarada integrado en una de las Centurias formadas en la parte baja de la escalinata del Patio de los Reyes, junto al portalón de la Lonja, conocimos posteriormente la siguiente conversación que él oyó entre Carrero Blanco y Alvarez de Rementería (Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento de Madrid) Carrero Blanco -en tono indignado-: «Esto es intolerable… No les ha faltado nada más que escupirnos…». Alvarez de Rementería -en tono apesadumbrado: «Pues quizás es lo que tenían que haber hecho… En buena parte nos lo merecemos…» (N.B. Téngase en cuenta que la contestación/comentario de Alvarez de Rementería a Carrero Blanco no es una «insubordinación», pues aunque Carrero era superior en jerarquía oficial, Alvarez de Rementería era superior en rango militar (General de División en 1955, creo recordar).

3) El grito de «No queremos reyes idiotas».- Tal como lo cuenta Franco Salgado Araujo fue un grito anónimo (y no la canción entera) por parte de un militante del Frente de Juventudes, en formación desde una de las Centurias alineadas en el Patio de los Reyes. Según todos los datos, se gritó momentos después de pasar Franco. no en el momento de pasar Franco por delante de la centuria donde estuviese integrado el «gritador». De otro modo, no hubiera sido «anónimo», pues todas las miradas se hubieran fijado en él (en quien lanzó el grito). Es evidente también que el joven camarada no fue detenido; no fue separado de su formación. También está demostrado que fue un «grito mediatizado». No fue un grito en un ambiente de silencio (como en el caso de Alonso Urdiales en 1979 que luego comentaremos). Fue dentro de un «ligero clamor» de «Franco; Franco» (los componentes de la comitiva tampoco acompañaban a Franco en respetuoso y religioso silencio, sino charlando y comentando entre ellos).

Confirma también lo antedicho de ambiente «hostil», i.e. los vítores y aclamaciones no eran ni la cuarta parte de otros años. De otro modo, tal grito ni se hubiera podido oir dentro del clamor estruendoso que se organizaba espontáneamente. Franco Salgado tampoco especifica a cuantos metros de distancia iba él acompañando a Franco; si el mismo lo oyó a sus espaldas; ni de que fila partió… Téngase en cuenta que a derecha e izquierda del pasillo que se formaba a Franco en la escalinata del Patio de los Reyes, los bloques de las Centurias eran de 10 a 15 filas. No es lo mismo lanzar un grito a la cara de Franco en el momento de pasar, desde la primera fila, que lanzarlo desde la fila 7 o 9, y después de haber pasado Franco (aunque toda su comitiva oficial no hubiese terminado de pasar).

Lo que si puedo asegurar es que muy pocos de los que estábamos allí presentes ese «20 de noviembre» oímos el grito «anónimo» y que tal grito no fue la clave de los «incidentes», sino el «clima hostil» ya descrito.

Sin embargo, el hecho de que la Policía de un lado, y Secretaria General del Movimiento de forma paralela, elaborasen sus respectivos informes, indican que unos y otros dieron por hecho que el grito había sido audible para Franco. De otro modo se hubieran abstenido de ello. La prueba de ello es que no se elaboró ningún informe sobre el «clima»; canciones y gritos, antes de la llegada de Franco. Es digna de estudio la ridícula explicación «exculpatoria» que elabora Mendoza Guinea (ver Luis Suárez, p. 243, vol V).

Para desgracia de las jerarquías del Movimiento, Franco si capta el «clima»; le ha llegado el «mensaje» hecho publico por los jóvenes falangistas. El cese del Delegado Nacional del Frente de Juventudes es casi fulminante –veinte días escasos; el 9 de diciembre de 1955. Lo curioso es que, quizás por primera vez y única en la historia del Régimen, figura en el BOE que el cese es «por motivos de salud» (sic). Esto corrobora lo antedicho: Franco jamás hubiera cesado a José-Antonio Elola Olaso, el Delegado Nacional fiel, fidelísimo a Franco («… hay que ser fiel a Franco, hasta en el error», como en una ocasión confesó ante un falangista «dubitativo»), por un simple grito anónimo. Es evidente que Franco había captado el problema

A Elola le sucede en el cargo López-Cancio, que aprende bien la lección y escarmentado en cabeza ajena, se encarga de desmantelar (más bien desguazar) el Frente de Juventudes. Es el proceso de «despolitización» y de «desmilitarizacion» de las centurias y hogares juveniles falangistas. Desaparecen las «Falanges Juveniles de Franco» (paradójicamente son las mas «rebeldes» o «anti-franquistas»; las centurias voluntariamente falangistas y, por lo tanto, «politizadas» o joseantonianas.

Es la misma paradoja que se produce con la denominada «Guardia de Franco», compuesta en 1955 todavía en buena parte por ex-combatientes de la División Azul. Son las centurias -al menos buena parte de los distritos de Madrid- donde se cultiva un clima de abierta disconformidad con la politica nacional de Franco).

Bajo López Cancio se crea la O.J.E. (Organizacion Juvenil Española). Se elimina la camisa azul (reservándola para el grupo más adulto de jóvenes). También se suprime el emblema del yugo y las flechas en el bolsillo izquierdo de la camisa, etc. En ciudades como Madrid, hay que frenar el proceso de «desmantelamiento» (la «nueva linea» la denominábamos) porque se produce una desbandada general; los hogares se van quedando vacíos, a pesar de que se han hecho costosas reformas; con casi lujoso mobiliario; tresillos de piel, habilitándolos para reuniones de chicos y chicas; bailes, etc. -antes, estaba rigurosamente prohibida la entrada de chicas, etc…

Existe el peligro de que tantos y tantos funcionarios -de modesto sueldo- de la Organización oficial se queden en el paro… También el peligro de no poder llevar a jóvenes de 16 años para arriba (voluntariamente y sin ideales, es muy difícil) al correspondiente y antes aludido «acompañamiento coreográfico de camisas azules» en concentraciones y actos oficiales como el obligado funeral del «20 de Noviembre» de todos los años, donde Franco no sólo «pasaba revista», sino que también hacía balance de la eficacia o ineficacia de los Mandos del Movimiento.

II.- SUCESOS O INCIDENTE DEL 20 DE NOVIEMBRE DE 1.957 EN EL ESCORIAL

Por primer vez – y última – la Centuria XVI de Montañeros de la Guardia de Franco, al mando de Manuel Cepeda, es encargada de rendir honores a Franco -a la salida del funeral- situándola frente al Batallón – con bandera y banda de música – del Ministerio del Ejército (no eran soldados de reemplazo: eran voluntarios, exigiéndoseles cierta estatura mínima: escuadra de gastadores, etc.) en la Lonja o explanada del Monasterio. No se permitía el acceso al público a la explanada, se situaban detrás del muro.                                                                                          

Cuando Franco termina su trayecto de descender la escalinata del Patio de los Reyes y sale por el portalón de entrada al Monasterio, se interpretaba el himno nacional y Franco pasaba revista al Batallón del Ministerio del Ejército, y en este caso (1957) a la Centuria XVI de Montañeros. A unos 100 metros le espera su vehículo (un Rolls-Royce en aquel año, creo recordar).

En el momento de ir a pasar revista a la centuria, toda la formación en bloque da media vuelta y le da la espalda a Franco. Lo hace además mientras ya se está interpretando el himno nacional y todo el bloque en formación saludando brazo en alto (no solo el grupo de mandos de la centuria, como era habitual, mientras el resto permanecía en posición de firmes).

El espectáculo fue tremendo. No solo lo contempló el público congregado detrás del muro de la explanada, sino todos los invitados oficiales: altas jerarquías de la Nación; cuerpo diplomático; jerarquías eclesiásticas, etc. incluyendo periodistas, fotógrafos de prensa; cámaras de NO-DO, etc. que permanecían – debían permanecer – ante la puerta del Monasterio asistiendo a la parte final del acto, hasta que Franco hubiera subido a su automóvil. (Es decir, nadie se iba antes de Franco, sino después; las jerarquías oficiales, en posición de firme y saludando, pues durante esta fase se interpretaba el himno nacional, como ya queda dicho. (N.B. A partir de ese año ya no se volvió a invitar al Cuerpo Diplomático al funeral del «20 de noviembre»)

Esto sí que fue un «incidente» y grave (por ello para la «memoria falangista» el grito «anónimo» de 1.955 no tuvo tal categoría aunque lo recogiese un informe de la Policía).

Veinte años mas tarde supe, a través de un coronel amigo mío, que quien mandaba las tropas del Ministerio del Ejército, al subir Franco a su automóvil, le preguntó «¿Qué hacemos con ellos, mi General?». Franco se limitó a hacer un gesto – entre despectivo y conmiserativo- con la mano derecha, sin pronunciar palabra, queriendo significar algo así como «Dejarlo. No haced nada».

Esa misma tarde (20-11-1957) la policía – tres policías que se presentan como falangistas – hacen una visita al jefe de centuria Manuel Cepeda, en su domicilio (N.B. Aunque no era un cargo remunerado, la importancia de un Jefe de Centuria de la Guardia de Franco, era en 1957 de gran relevancia. De otro modo, no hubiera sido una «visita domiciliaria»; le hubieran llevado detenido a la Dirección General de Seguridad, para interrogarle y prestar declaración firmada. Téngase en cuenta además que la Centuria XVI (el «20 de Noviembre» citado, la mitad de la unidad iba con uniforme de escalada y la otra mitad, entre ellos yo, con uniforme de esquiadores) no era una centuria de «chavales» sino de «elite», con fama de ser la mas politizada de Madrid. Muchos de nosotros ingresamos en esa centuria no para hacer «montaña», sino para hacer «política». Varios de sus componentes eran excombatientes de la División Azul y el subjefe de centuria era excombatiente de la Guerra Civil -marinero voluntario-. Legalmente no se podía ingresar hasta haber cumplido los 21 años, pero al ser de «montañeros», en ocasiones se «hacía la vista gorda» con algunos militantes de centurias – tambien de élite- del Frente de Juventudes.

La explicación que Manuel Cepeda da a los policías-falangistas es tan original tan oportuna e inteligente, que los deja «desorientados», más bien «estupefactos». Al despedirse, se limitan a advertirle muy seriamente – por si acaso – que tenga mucho cuidado la próxima vez. (N.B. Prefiero que sea él – el autor, Manuel Cepeda – el que cuente su original versión…)

III.- SUCESOS EN EL VALLE DE LOS CAÍDOS. 20 DE NOVIEMBRE DE 1.959

Tuvieron lugar en el primer funeral por José Antonio que se celebró en la Basílica del Valle de los Caídos (la inauguración oficial había sido el 19 de Abril 1959).            

Durante la consagración, en la misa-funeral, se apagaron todas las luces del templo (únicamente un foco, desde la cúpula, iluminaba el crucifijo del altar). Alonso Urdiales, de paisano -no de uniforme- desde uno de los bancos donde se sentaban los invitados oficiales, gritó a pleno pulmón: «Franco, eres un traidor»‘. Las Centurias del Frente de Juventudes y de la Guardia de Franco formaban mas atrás: desde los bancos hasta la puerta de entrada, así como en la explanada v escalinata delante de la entrada al templo.

Urdiales fue detenido «in situ» y llevado por dos policías (de «camisa azul» claro ). De haber estado en formación: en filas, dentro de una centuria no hubiera sido posible. La Jefatura Provincial del Movimiento de Madrid -al igual que en el anterior informe de Mendoza Guinea, de 1955- por quitarse «el muerto» de encima, ordenan romper cualquier ficha que hubiese de Urdiales en los ficheros de su distrito, y haciendo correr la especie de que no pertenecía a ninguna unidad del Frente de Juventudes (pertenecía efectivamente al Distrito de Latina. Era hijo de un Guardia Civil y, para mayor «inri», estaba cumpliendo el servicio militar. Estudiaba -o ya había terminado- la carrera de Magisterio. Estuvo encarcelado en Alcalá de Henares. Poco después de su encarcelamiento, una centuria de la Escuela Provincial de Mandos de Madrid, le rindió homenaje, desfilando delante de los muros de la cárcel, etc. etc. Después de salir de la cárcel -no recuerdo el número de años- se le retuvo el pasaporte-tampoco sé por cuántos años.

Desde entonces, en años sucesivos, nunca volvieron a apagarse las luces. Se iluminaba además con el foco «extra» el crucifijo durante la consagración.

Sigfredo-Hillers

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