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OMINOSOS PRESENTIMIENTOS

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Atentado-11M-Madrid
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Por Pedro Conde Soladana para elmunicipio.es 

Hay algún analista político que expresa públicamente su temor a que un acontecimiento similar al terrible y sangriento 11 de marzo de 2004 –el 11-M para la Historia de España- pudiera repetirse antes de las elecciones del 20 de diciembre próximo. Su objetivo, como en aquella ocasión, sería cambiar un resultado que las encuestas puedan vaticinar como favorable a una alternativa política dispuesta a mudar la villana, pestilente y degradante política para la nación, que se inició a raíz de ese oscuro y espantoso suceso y enderezar nuevamente el rumbo de la auténtica España.

Personalmente descarto tal presentimiento o vaticinio con un altísimo porcentaje de posibilidades en contra. ¿Un noventa y nueve por ciento? Pero sólo pensar que cupiera la posibilidad, ese uno por ciento, de que aquel dantesco y masivo crimen pudiera repetirse encoge el alma y a la vez la encalabrina.

Después de haber leído mucho sobre los acontecimientos de aquella fecha; conocidas las verificaciones que estos investigadores han aportado desbaratando el montaje de pruebas falsas, sin que en contra se hayan esgrimido contrapruebas que las superen por su veracidad, uno llega a la conclusión, como han llegado tales investigadores, de que el 11-M fue un minucioso y planificado golpe de Estado para trocar la marcha de la política de unidad nacional que el Partido Popular estaba llevando a cabo. Sin que por otro lado yo considere a este partido muy exquisito y acendrado en su españolidad; como a todos, se le ha visto la preponderante defensa de sus intereses partidistas y partidarios sobre los nacionales cuando ha llegado la ocasión. Aquellos, hasta hoy anónimos golpistas, tenían el convencimiento y evidencia de que un nuevo triunfo de ese partido en las elecciones que se iban a celebrar el domingo siguiente, día 14, hubiera dejado prácticamente tirado en la cuneta a los partidos opositores, entre ellos a los separatistas, y especialmente al PSOE, durante mucho tiempo, abocándolo a la extinción.

Después de reafirmarme y creer a pies juntillas que aquello fue un golpe de Estado, pensado, planeado y llevado a cabo por lo que se conoce como las “cloacas del Estado”, es decir, una parte de los servicios secretos de éste, no descarto en mi personal teoría, la colaboración, como mercenarios contratados, compensados posteriormente, y peones para el momento, como la ETA y, quizá, algún moro suelto, confidente de esos mismos servicios secretos.

La destrucción rápida de pruebas, a la semana de los hechos, tales como la de los mismos trenes del atentado, insoslayables y fundamentales para poder hallar los culpables y sus orígenes, hubieran sido concluyentes. A pesar de todo y por los pocos restos que quedaron, una comisión de técnicos, expertos en material explosivo, vino a concluir que el tipo de éste no era goma dos como se sostuvo oficialmente desde el principio sino titadyn, tipo de explosivo utilizado por fuerzas del Estado y la propia ETA; en contra de lo que sostuvo la infumable sentencia del juez Bermúdez con que se cerró el caso; condenando al moro Zouhier que demostró no ha haber estado en el lugar de los sucesos, frente al falso testimonio de dos mujeres rumanas, que luego se probó habían sido compradas y pagadas por algún servicio secreto del Estado.

¿Qué decir de la famosa mochila de Vallecas, que se presentó como no explotada en los trenes y que apareció en la comisaría de este distrito madrileño conteniendo clavos, tornillos, etc. Fue la Dra. Carmen Baladía, directora del Instituto Anatómico Forense durante el 11-M, la que declaró que ni uno solo de los asesinados o heridos tenía un trozo de metralla en el cuerpo.

Voy a ahorrar al lector la prolijidad de más pruebas, pero le invito a que lea alguno de los diversos libros que se han escrito sobre aquel asesinato masivo, donde se aportan otras que resultaron falsas, preparadas para despistar a los investigadores que buscaban la verdad de los hechos. Sólo hablaré de una de las últimas, que delata una vez más y de manera concluyente que tanto el PSOE, con el Gobierno de Zapatero, como después, inexplicablemente por ahora, el del Partido Popular, con Mariano Rajoy Brey a la cabeza, han echado tierra, tierra y tierra sobre el atroz y horripilante atentado. ¿Por qué? Ocho años después se descubrieron los restos de otro vagón escondido en las instalaciones de una empresa. El periodista Luis del Pino lo halló y lo denunció. No fue más que dar la noticia y el tal vagón desapareció.

¿Cabría esperar que alguno los autores de aquella masacre o algún conocedor de éstos, a las puertas de la muerte y arrepentidos de su crimen o silencio, descarguen su conciencia antes de presentarse ante el Tribunal de Dios, contando lo que hicieron o lo que conocían? Sabiendo a su vez que todo crimen deja siempre alguna huella y en algún lugar inédito.

Y ¿cómo vienen a razonar estos encomiables y tozudos investigadores sus sospechas de que pudieran repetirse los hechos? Veamos. Si todo se ha tapado; si poderosas fuerzas ocultas han conseguido que, a pesar de tantas falsedades descubiertas y demostradas, a los poderes del Estado no se les ha movido un solo músculo de la cara ante tanto horror y mentira, ni tampoco un dedo para intentar esclarecer aquel ruin y abominable suceso, que, al final, se demostrará y contará en las páginas de la Historia de España como el más descarado y vil intento de descuartizarla en los inicios del siglo XXI, ¿por qué no pensar que volverán a intentarlo si ven que los planes trazados entonces se tuercen sin lograr definitivamente el objetivo de entonces de hacer de España una nación en almoneda y hazmerreír del mundo?

¿”Cui prodest”?, fue la pregunta de entonces y sigue siendo la pregunta de hoy.

El lamentable y lastimoso estado en que se encuentra este país como nación tiene su origen en ese fatal y buscado día: 11-M.

Y los que sentimos y amamos a España como a nuestra madre ¿nos vamos a callar? Mejor será entonces que hagamos las maletas y como mendigos errantes deambulemos por el mundo como hijos sin madre y sin Patria. Ya se encargará esa Historia de poner un calificativo, ¡cobardes!, pero no a los que se quedan viviendo sobre sus ruinas sino a los que no la defendimos hasta las últimas consecuencias.

Pedro Conde Soladana

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