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Así torturó la banda terrorista ETA (II)

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Por Francisco López

El terrorismo secesionista vasco ha generado un volumen ingente de información. Durante estas décadas, además de ocupar buena parte de la información de la prensa vasca y nacional, los libros, documentales, tesis doctorales, estudios, artículos especializados, películas, etc., se cuentan por miles. A pesar de ello, o precisamente por eso, aunque parezca mentira hay aspectos del “conflicto” que han pasado completamente desapercibidos, no han sido objeto de estudio y análisis detallado y en aquellos casos en los que finalmente se ha valorado su importancia, lo ha sido tras pasar demasiados años de indiferencia. Un buen ejemplo de esto es lo ocurrido con la incidencia y efectos reales de la violencia callejera o comprender que tras las amenazas había un cuidado y planificado mecanismo de limpieza ideológica a fin de acabar con la presencia en el territorio vasco de ciudadanos que no creían en el credo sabiniano.

Más información pinchando en el enlace: —Así torturó la banda terrorista ETA (I)

Una de esas asignaturas pendientes y cuya importancia e incidencia real no ha sido suficientemente valorada, es el tema de cómo ETA y su entorno han utilizado el tema de la tortura y cuál ha sido en realidad la actitud de sus militantes y simpatizantes, ante esta lacra.

Para la organización criminal y toda la Izquierda Patriótica ha sido el elemento propagandístico en el que más se han volcado, tanto a nivel nacional como internacional. Echando la vista atrás, asombra el enorme esfuerzo que han realizado con este tema, sin que paradójicamente se haya dado una respuesta por parte del Estado y de las fuerzas y organizaciones democráticas. Durante décadas han mantenido un nivel constante de presión en lo relativo a la denuncia de los malos tratos y torturas que habrían cometido los cuerpos policiales e incluso los funcionarios penitenciarios. Así han multiplicado las asociaciones y grupos dedicados a su estudio y denuncia (médicos, juristas, familiares, etc.), realizando constantes ruedas de prensa, patrocinado congresos, estudios, encuestas y libros, realizando documentales y películas, multiplicado las iniciativas ante organismos internacionales, etc…

Todo este esfuerzo publicitario, se ha realizado con una cuidada ambigüedad. Por un lado, dan al asunto una extraordinaria importancia, colocándolo como una de sus máximas preocupaciones. Pero, por otro lado, se cuidan mucho de evitar que quede en primer plano una realidad: la tortura y malos tratos policiales no tienen absolutamente nada que ver con las causas del “conflicto”. ETA, tal como se puede comprobar en sus propios documentos, nace para recuperar las “esencias sabinianas” y lograr la secesión y anexión de aquellos territorios que consideran “suyos”. Ellos no vuelan la cabeza a la gente ni ponen bombas por injusticias sociales, policiales o judiciales. Por tanto, aun recibiendo sus militantes y simpatizantes el trato más exquisito en materia de derechos humanos, la banda ni hubiera variado un ápice su estrategia y modo de actuación.

Tradicionalmente, el trabajo que han realizado en esta materia tenía una doble vertiente. A nivel interno, un primer objetivo utilitario, el conseguir un trato mejor para detenidos y presos y la esperanza de que acumulando medidas garantistas se dificultaran las labores de investigación policial y judicial. Un segundo objetivo, posiblemente aun más importante, es usarlo como un factor aglutinador donde al jugar con la sensibilidad de familiares, amigos, vecinos y conmilitones, se facilita la unión de toda su base social, en torno a los designios de la banda y se minimizan las discrepancias.

Cara al exterior, el proceso de “victimización” de los supuestamente afectados por las torturas, ha servido para dar cuerpo a lo que han sido los “intentos equiparadores”: en el conflicto habría habido dos violencias similares, donde los crímenes etarras se podrían homologar a las torturas y malos tratos a los detenidos, a las que sumar la lista de víctimas de la “violencia policial”. Esto se complementa con una minusvaloración de los asesinatos de ETA mientras se inflan artificialmente, hasta el delirio, las víctimas de la policía, la extrema derecha e incontrolados. Es decir, se plantea que mientras ETA “sólo” ha matado en el curso de un “conflicto”, la policía, además de matar o consentir que “incontrolados” mataran, habría reprimido, perseguido y sobre todo torturado de manera masiva y generalizada a los todos los detenidos. Una balanza aparentemente equilibrada, que gracias a la tortura, cuya realidad y efectos se magnifican, queda finalmente desequilibrada a favor de ETA.

A nivel internacional, ha sido este el principal argumento utilizado, dejando en un segundo plano otros, como las exigencias secesionistas. De este modo, en esos foros, se han concentrado en presentar a los “pobres vascos” como unas víctimas de un “horrible proceso de persecución y torturas”.

No sorprende que el mundo de ETA y su entorno actuara así. Lo sorprendente es la pasividad del Estado y de fuerzas políticas y asociaciones ante esta realidad. Josu Puelles ha relatado cómo cuando él y representantes de la Fundación por la Libertad acudieron a los foros sobre derechos humanos y contra la tortura de la ONU con sede en Ginebra, se llevaron la sorpresa de comprobar que eran los primeros en acudir a contar la auténtica realidad vasca, rompiendo con el monopolio que durante más de treinta años habían ejercido las organizaciones simpatizantes y defensoras del terrorismo etarra. Esa impunidad absoluta a la hora de realizar un uso torticero y falsario de las torturas y malos tratos es la que ha explicado la tolerancia, cuando no connivencia, que han gozado en numerosos países.

Esta pasividad a la hora de hacer frente a la permanente ofensiva realizada sobre este tema, permite explicar que haya pasado desapercibida y hasta ahora no haya sido objeto de estudio ni análisis una sorprendente, o quizá no tan sorprendente, realidad: ETA también ha practicado la tortura y malos tratos a sus “detenidos”. A lo largo del sangriento historial de la banda nos encontramos que el caso de Valentín Parra Tostado no ha sido una excepción, sino se inscribe en una serie de casos violación de derechos humanos en esta materia y que además dentro de cada categoría, son los más graves y atroces, de lo que eufemísticamente muchos han dado en llamar “el conflicto”.

Aunque todavía hay algunos casos pendientes de estudio e informes adicionales, este es la primera visión de conjunto realizada sobre esta realidad que hasta ahora ha permanecido desconocida por la opinión pública.

Artículo de Francisco López publicado en el diario La Tribuna del País Vasco

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