Por Eduardo López Pascual para elmunicipio.es
Me parece, y puedo estar equivocado, que escribir sobre Ezra Pound puede resultar un tanto provocativo para las mentes ancladas en los prejuicios políticos, o fieles servidores de la cultura dirigida, olvidando poetas, ensayistas y críticos, que Ezra fue uno de los grandes poetas del siglo XX, y diríamos más, fue un genio de la escritura en prosa y verso, que removió, en su tiempo, los clásicos formatos de la poesía y la crítica, en una obra monumental que abarca toda su vida, larga y comprometida vida, que se extiende desde 1885 cuando nació en los Estados Unidos, hasta 1972, que murió en la ciudad de Venecia, Italia, tras una verdadera odisea, social, literaria y política que nunca impidió la creatividad singular de su compleja personalidad.
Traigo esto a colación, al debate, siquiera, porque prácticamente se han cumplido 130 años de su nacimiento y no he visto aquí, en España, y posiblemente en muchos países europeos,- desde luego menos en USA,- donde fue calificado de traidor a su patria,- ninguna reseña importante sobre la vida y obra del genial escritor. Seguro de que las razones para este silencio, se encuentran en su posición política a partir de la Segunda Guerra Mundial, que luego de andar por Londres y Paris, donde publicaría algunas de sus más memorables obras, se refugió en la tierra de la clásica cultura latina, Italia, siguiendo su vocación por las lenguas y los autores antiguos europeos, Grecia y Roma, en la búsqueda por involucrar a sus escritores en el marco de una creación recuperadora.
De una fuerte formación académica universitaria, Ezra formularía, ya en nuestro continente, teniendo en cuenta su amistad y conocimiento con gentes de la calidad de T.S. Eliot, I. Joice, dos de los movimientos poéticos más rompedores y modernistas, como fueron el Imaginismo y el Vorticismo, llevando a la práctica todo su pensamiento innovador a la poesía. El autor norteamericano, había escrito libros de la trascendencia de “Personas”, y sobre todo el poemario que lo eleva a obra fundamental: “Cantos”, textos que supone una forma de hacer poesía por encima de las reglas estrictas e inmóviles que imponían los críticos tradicionales y que él denunciaba en su libro Lustra, reflejo de su inconformismo literario. Admirador de Wat Withman y amigo de Hemminway, el poeta sufrió más tarde el olvido de unos y otros.
Pero Ezra Pound, también sentía la emoción vital que comporta la observación de su época y el mundo, siendo activista en la crítica social y enemigo de una sociedad compulsa, como la que se derivaba de las guerras del 14 y los excesos neoliberales, y más tarde en la Segunda Guerra Mundial, donde tomó partido, y ahí su total marginación-, por la Italia de Benito Mussolini como propagandista de su régimen, como testimonio de su oposición a unas economías de usura, como él las llamaba, más que a una identificación con el régimen fascista. Por eso, fue juzgado y condenado en los EE.UU, por traidor a su país y recluido por muchos años en un psiquiátrico. Cuando salió, regresó a Italia, desde donde reinició su vida literaria publicando numerosas obras de indudable calidad. Allí, bajo el sentimiento de una tierra plena de sensibilidad artística, cerca de los poetas clásicos de la Roma histórica, completaría su “Cantos”,
Ezaq, el poeta irreverente, rebelde, distinto, látigo de la injusticias social, genial, hasta de Italia su patria afectiva y desde allí en Rapallo, siguió escribiendo rompiendo normas y moldes hasta convertirse en un icono, que llevaba en su cabeza las palabras y poesía de Confucio, o del alma japonesa, que tradujo e incorporó de alguna forma a su Manera de crear versos. Ezra Pound, el poeta iconoclasta a su pesar, merece un recordatorio de quien ame la poesía.
