Por Juantxo García para elmunicipio.es
Esta mañana de sábado [12/11/2016] en el programa «Sin complejos» de Es.radio, que dirige Luis del Pino, comparecía Santiago Abascal, presidente del partido VOX. —Santiago Abascal -Presidente de VOX- se reúne con el Frente Nacional Francés—
Confirmaba Abascal un reciente encuentro con dirigentes del Frente Nacional francés y anunciaba próximas reuniones con organizaciones en la misma onda del resto del continente.
El viraje de «derecha de la derecha» a «derecha populista» lo justificaba Abascal en las actuales urgencias políticas de España y en el hecho de que este cambio táctico, había sido consultado a las bases previamente: el setentaitantos por ciento (no recuerdo el porcentaje exacto) de la militancia había dado luz verde a la nueva ruta. No se trata, pues, de un efecto colateral de la irrupción de Trump en la Casa Blanca, un correprisas de ultimísima hora, sino algo que ha sido cocinado, como mínimo, este verano pasado.
¿Se convertirá VOX en la «marca España» del populismo? No lo sé, entre otras cosas, porque no soy adivino. Pero al menos hay que reconocerle a Abascal una virtud: la de intentarlo. Otra cosa es que el personaje sea un oportunista de tomo y lomo, y que sea capaz de llevar la nave a buen puerto, cosa sobre la que albergo muchas dudas, si bien es cierto que cosas más extrañas y, en principio, más inverosímiles, he visto en política fuera y dentro de España.
En las redes, como no podía se de otra manera, no han tardado en aparecer algunos juicios de valor sobre el Abascal «lepenista» desde el «área patriota». Bien es cierto, que bastantes menos de las que yo esperaba. Y, ¿por qué esto es así? Pues porque el llamado «área patriota» es indolente hasta para saltar de la silla.
Desde hace un buen puñado de meses vengo llamando la atención sobre la urgente necesidad de vertebrar un Frente Nacional (o Bloque Nacional y Social, tanto da), y tal ha sido el «boom» de la audiencia de mis palabras que el bueno (y perspicaz) de Jordi Garriga tuvo a bien distinguirme con la sacrosanta orden de «Profeta en el desierto».
Desde mi punto de vista existían (existen y van a existir) las condiciones objetivas para que el «área patriota» diera los primeros pasos en dicha dirección: larga interinidad gubernamental, expectativas económicas a corto y medio plazo nada halagüeñas (pese a la intoxicadora propaganda de los poderes economicos) y degradación a todos los niveles de la convivencia nacional, que bien podrían desembocar en nuevas elecciones generales en junio de 2017. Amén, del «efecto contagio» que, tarde o temprano, acabará por llegar a nuestro país.
¿Qué ha hecho el «área patriota» durante todos estos meses de interinidad gubernamental? Nada. Absolutamente nada. ¿Qué ha hecho el «área patriota» durante los meses de septiembre y octubre, que son siempre la antesala del curso político? Nada. Absolutamente nada. ¿Qué proyectos de futuro tiene el «área patriota»? Fundamentalmente dos: 1) Mirarse de forma narcisista el ombligo y 2) Esperar con indolencia el próximo «día de la marmota» (esto es, al día después de unas elecciones) para ver cuantos cientos de votos de más, o de menos, se han cosechado para mayor gloria de la nada.
Alguien debería estudiar, desde el punto de vista sociológico (y, hasta si se me apura, psicológico), el actual cosmos de organizaciones, grupúsculos y capillitas del «área patriota». Parece como si los respectivos virreyes se sintieran como gorrino en el barrizal contemplando sus magras huestes, sus propaganditas de medio pelo (volátiles como las pavesas de una hoguera) y sus acciones chichinabescas que no trascienden ni a los «telediarios» de las televisiones locales.
A mi me parece una descomunal desvergüenza que los falangistas no hayamos conseguido la unidad a la altura de siglo en la que estamos. Llevamos, no años, sino décadas de retraso en ese sentido. Pero la autocrítica «azul» es perfectamente extensible y alcanza, sí o sí, a tutti quanti. A mi me parece una descomunal traición que quienes están llamados a lucha política, bajo los parámetros de la unidad patria y la justicia social, sea cual sea la vitola sobre la que se camuflen, que no hayan dado un solo paso adelante para sumar, multiplicar y penetrar en el tejido social, sobre todo entre los trabajadores precarizados, los parados y las capas más desfavorecidas del país.
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Ni Frente Nacional, ni siquiera una raquítica coordinadora política, ni una miserable reunión para tantear el terreno y donde los virreyes pudieran exponer sus pros y sus contras, sus razonamientos positivos y sus veleidades absurdas. Nada. Nada de nada. Un Frente Nacional atizado por el «área patriota» no existe por absoluta desidia, acompañada, todo hay que decirlo, de grandes dosis de impericia política.
Yo me imagino que, en días sucesivos, el lloriqueo y hasta la bilis contra Abascal irá subiendo en intensidad. Muy castizo y muy inane. Porque, eso sí, quienes sobrevivimos en el «área patriota» somos muy de pico, pero la pala nos produce úlceras de palmo.
Una cosa es reunirse, y otra muy diferente, que Marine Le Pen de su apoyo publicamente a VOX, y pida el voto para ellos. Hace solo dos años en Alerta Digital Abascal, en una entrevista, fisicamente, dijo que i él votaría antes a Sarkozy que a Marine Le Pen, porque el primero era un demócrata, dando entender que la otra no lo era… Todo sea por las cuotas, aquí de lo que se trata es de no dar un palo al agua
Me gustaría conocer los sueldos de todos los jefecillos de partidos patriotas, estoy convencido de que la gran mayoría se llevan al mes más de 1.000 euros… De Abascal se dice que son 3.000 al mes, casi nada