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El runner que fuma puros, bebe vino y nunca entrena

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Vivimos en la era de la fiebre por el running, rodeados por una marea de anónimos que invierte buena parte de su tiempo libre en estrictos planes de entrenamiento, apuntalados por dietas especializadas para arañar segundos al cronómetro en la próxima carrera. La afición, correr, convertida en casos extremos en una obsesión que marca el día a día de quien la acepta. Javier Muñoz Hinojo se define como «un corredor de dorsal» y se coloca justo en la otra punta. Frente a quien se obliga a rodar todos los días, este peculiar atleta popular se prohíbe a sí mismo calzarse las zapatillas entre semana. Concentra toda su energía y su pasión en los fines de semana, cuando es capaz de correr tres pruebas en poco más de 24 horas. Este antirunner ni hace series, ni estiramientos, ni sale a trotar de lunes a viernes, aunque matiza que se patea Valencia a diario. «A cualquier sitio al que tengo que ir por la ciudad, voy caminando. Hago bastantes kilómetros», explica, pese a que vive en una urbe que no es precisamente pequeña.

EL Mundo / No ve su rutina como algo transgresor, sino natural. Si no es profesional, ¿por qué ha de comportarse como si lo fuera?, reflexiona. El tiempo libre que le deja el trabajo prefiere consagrarlo a otros placeres: la ópera, el vino, los puros…

«En este mundo hay más cosas que correr. Para mí, entrenar sería malgastar el tiempo, teniendo en cuenta que no soy un deportista profesional. Es muy respetable que haya gente cuya pasión exclusiva sea correr y se dedique a ello en cuerpo y alma. Yo entre semana recupero y reparo la ilusión y las ganas para el siguiente fin de semana», explica Muñoz, que a sus 47 años, hace apenas un mes batió su mejor marca personal en una maratón: 2 horas y 57 minutos, un tiempo que no alcanzaba desde los 35 años. Sólo en otras cuatro ocasiones anteriores había parado su cronómetro por debajo de las tres horas. «Fue un día propicio, con el cielo encapotado, casi no subió la temperatura… Varios corredores de mi club, el Cárnicas Serrano, consiguieron su mejor tiempo ese día», comenta, casi restándose importancia. La paliza que se ha pegado este año, cerca de 120 pruebas de todo tipo, es la explicación que encuentra a esta pequeña hazaña.

Y todo ello, concentrado en fines de semana y días festivos. Dice que su caso no es muy distinto al de personas a las que les gusta la vela, por ejemplo. «El fin de semana salen a navegar, pero normalmente no se les ocurre hacerlo también a diario. Eso es el algo que sólo hacen los profesionales y a nadie que lo haga en plan recreativo se le ocurre emularlo. En mi caso es lo mismo», argumenta.

Celebra sus victorias fumando

Entre semana, Muñoz trabaja en una empresa de I+D para iniciativas empresariales e imparte clases de Matemáticas y Física. Al margen de eso, desarrolla otras pasiones que hablan de él como un tipo culto y bon vivant. Le apasiona la ópera, por ejemplo. De hecho, la conversación con él es algo atropellada porque tiene en el bolsillo una entrada para ver la gala inaugural de San Ambrosio en La Scala de Milán. «Es que además este año empieza con Madame Butterfly…», dice.

Amante del buen vino, pertenece también al Club de Enófilos de Valencia, donde acude a catas regulares. Suele celebrar sus grandes hitos en carrera disfrutando de un buen habano -la última vez, el 20 de noviembre, cuando batió su mejor marca personal en un maratón- y también acostumbra a fumarse un caliqueño antes de calzarse las zapatillas de deportes. «Me ayuda a preparar la mente, es parte de mi ritual de competición. Es una de mis grandes pasiones y un placer contemplativo. Hay una frase de Víctor Hugo que me encanta sobre el tabaco: Es la planta que convierte los pensamientos en sueños. El humo del habano es una pequeña obra de arte», detalla Muñoz, miembro también del Club Pasión Habanos de Madrid, aunque matiza que no es fumador habitual. Dice que en esa variedad de aficiones encuentra la felicidad, «en tocar varios palos y disfrutar de todos ellos».

El nacimiento de su afición por correr se ubica en su visita a la ciudad de Maratón, en agosto de 1989. Una palabra que en griego significa hinojo, curiosamente su segundo apellido, aunque posteriormente alterara su significado popular por la Leyenda de Filípides. «Un mes después de aquel viaje a Grecia, un amigo de la facultad me animó a correr un medio maratón en Valencia. Y desde entonces no he dejado de ponerme el dorsal», rememora. Desde aquel septiembre de 1989, Muñoz ha corrido cientos de carreras de todas las distancias, desde una milla hasta pruebas de ultrafondo, en carretera y en montaña, entre ellas 170 maratones -tiene una memoria portentosa, no vacila en ningún dato, en ninguna fecha, ni en ninguna carrera-. Siente orgullo por haber corrido 88 primeras ediciones de maratones, siempre las busca para añadirlas a su particular calendario. Le encanta hacerlo porque dice que el entusiasmo que ponen los organizadores en el estreno de una prueba es incomparable al de las siguientes ediciones. Recuerda que el año pasado estrenó cuatro maratones en apenas mes y medio y todos ellos en el País Vasco. La fiebre por las carreras populares ha sido una auténtica bendición para él.

En estos 27 años, ha recorrido medio mundo (Helsinki, La Habana, Estocolmo, Los Angeles, Marruecos…) aunque nunca ha ido a carreras míticas como los maratones de Boston o Nueva York: «No me gustan las pruebas tan masificadas». Hace seis años completó el reto de correr en todas las provincias de España. Lugo y Gran Canaria fueron los últimos territorios que tachó de esa lista. Suele viajar con otros compañeros y también con amigos que tienen alergia a las zapatillas pero que aprovechan para hacer turismo. Tampoco le hace ascos a irse él solo a la otra punta de España si no encuentra socios para su escapada.

Sus pruebas favoritas son las de montaña -este año hizo una prueba de casi 40 kilómetros por la Sierra de Javalambre, en Teruel, en la que invirtió ocho horas y media- e incluso corre carreras nudistas. En Sopelana (Vizcaya) ha estado un par de veces, pese a que no suele repetir carreras fuera de la Comunidad Valenciana: «Es magnífico, te puedes bañar en pelotas tranquilamente después de la carrera sin ningún problema». Recuerda con cariño y orgullo que en 2013 logró ganar el primer cross naturista de Cataluña, una prueba celebrada en el municipio tarraconense de El Fonoll que, curiosamente, también se traduce como hinojo en castellano.

Para tomar conciencia de hasta dónde llega su pasión, basta con echar un vistazo al documento de Word en el que registra todas sus carreras. Hasta el 5 de diciembre, Muñoz acumulaba en sus piernas 115 carreras -88 de ellas primeras ediciones- y un total de 2.357 kilómetros de competición. Eso sólo en 2016. Ha doblado pruebas 12 veces e incluso en un mismo día corrió tres carreras. Ocurrió el 25 de junio, cuando enlazó una prueba de 28 kilómetros con otras dos de ocho. En la primera de ellas, además, acabó noveno, uno de sus mejores registros del año. Al día siguiente, sumó otros cinco kilómetros a sus piernas.

De cara al futuro no se plantea grandes retos. Ni batir ninguna meta en concreto, ni mejorar su tiempo en alguna carrera, ni superar las pruebas que ha corrido en 2016… Simplemente, seguir corriendo cada fin de semana y disfrutar de su gran pasión, sea en una carretera o por las faldas de alguna montaña. «Para mí el objetivo es el camino, no la meta», explica. Mientras tanto, irá a la ópera, a una cata de vinos o se fumará un buen habano. Cualquier cosa salvo calzarse las zapatillas y salir a entrenar.

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