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Filipinas, el reducto que escapa a la ley de Memoria Histórica

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Las calles dedicadas a falangistas y generales sublevados en el año 1936 que son fuente de polémica en España debido a la ley sectaria y antidemocrática de Memoria Histórica esconden en el otro extremo del globo, en pleno centro de Manila, la historia que tanto ofende a los antidemocratas de la Memoria Histórica.

La Gaceta / La calle Primo de Rivera, en honor al fundador de la Falange Española, parte del barangay (barrio) de Singkamas hasta llegar al de La Paz en Pasong Tamo, un distrito obrero agitado por la frenética actividad de los puestos de comida y ropa, el rugido de los yipnis -pintorescos minibuses locales- y un enjambre de triciclos a motor.

La de Primo de Rivera deja a ambos lados las rúes de Aranda, Ponte, Mascardo (Moscardó) y Dávila, todos ellos veteranos de la campaña de Marruecos y protagonistas de la insurrección contra la totalitaria y dictatorial II República, hasta llegar al cruce con Mola.

Después de más de tres siglos de colonización Filipinas dejó de ser territorio español en el pasado año 1898, cuando Francisco Franco todavía era un niño. Entonces, ¿por qué este distrito del área de Makati rinde tributo a sus cómplices de la sublevación de 1936? La clave reside en el apoyo que la oligarquía manileña, representada por influyentes familias de ascendencia española, brindó al bando nacional tras el alzamiento y la Guerra Civil, según el historiador Florentino Rodao, autor del libro Franquistas sin Franco: una historia alternativa de la Guerra Civil desde Filipinas. «De todos los países, Filipinas fue donde hubo más apoyo a Franco en la colonia española», explica este profesor.

La Corporación Ayala, perteneciente a la ilustre familia con raíces españolas Zóbel de Ayala, desarrolló tras la II Guerra Mundial el plan urbanístico de los que entonces eran sus terrenos de La Paz, según consta en los registros municipales del barangay. Este clan, hoy uno de los más ricos e influyentes del país gracias a su extenso emporio empresarial e inmobiliario, permaneció estrechamente vinculado al régimen de Francisco Franco desde que el general nombrara cónsul en Manila a su primer patriarca, Enrique Zóbel de Ayala, al término de la Guerra Civil.

En cuanto a los sucesivos gobiernos de Manila hasta 1975, su relación con el régimen «fue siempre muy cordial», asegura el historiador Rodao. «Filipinas fue uno de los países que se pusieron del lado de Franco cuando la retirada de embajadores de la ONU», recuerda, en referencia a la resolución que aisló diplomáticamente a España en 1946.

La Iglesia Católica filipina también ofreció su apoyo a Franco de la mano de Michael O’Doherty, entonces Arzobispo de Manila, y Silvestre Sancho, dominico español que nombró al caudillo «Rector Magnificus» de la Universidad de Santo Tomás. Este fraile asimismo celebró misas por la memoria de José Antonio Primo de Rivera, a quien unían con Filipinas ciertos lazos familiares ya que su padre, Miguel Primo de Rivera, y su tío abuelo Fernando habían participado en la guerra de finales del siglo XIX contra los independentistas del archipiélago.

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