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Mientras los falangistas tengamos miedo de decir que queremos, ¿que esperamos?

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Los falangistas no podemos tener miedo al decir lo que queremos. Los falangistas tenemos que hablar claro.

Por Eduardo López Pascual para elmunicipio.es

Siempre me ha sorprendido la capacidad que tiene otros en proclamar unas reivindicaciones sociales y económicas que, muchos años antes, los falangistas expusieron con toda claridad, y a veces jugándose el tipo, lo explicaban a lo largo y ancho de nuestra patria. Me refiero claro está, a esas propuestas que por ejemplo hacen los podemitas, tanto los que siguen a Iglesias como a los que abogan por Errejón, que no tienen desperdicio por la cara con que presentan cosas como la nacionalización de la Banca, o el Crédito, la estatalidad de la empresas eléctricas, o las industrias estratégicas: transportes, astilleros, etc-, y no digamos de los servicios de la Sanidad y Educación.

¿Qué queremos los falangistas?

Al ver y oír estas exigencias en boca de unos recién llegados, y observar como los medios lo tratan como si fuera una verdadera revolución (nada subversiva porque viene de la izquierda caviar) y a pesar de que como dice el pensador y escritor Erri de Luca, “la palabra revolución ya ha caducado, pertenece al siglo XX”-, la prensa politicamente correcta lo analiza o lo editorializa como si fuera un novísimo programa, una doctrina inédita, cuando a fuerza de ser justos, y democráticamente libres, debían de publicar que la mayoría de esas peticiones ya fueron defendidas, incluso con la vida, por cientos y cientos de falangistas. Los testimonios en este sentido de camaradas como Maestú, Javier Iglesias, Narciso Perales, o Joséle Sánchez, es toda una prueba de esta realidad. Casi todos los demás, que nos llamamos azules, vivimos como perfectos fantasmones, y que me perdonen los que no lo sean, pero lo cierto es que no vamos a ninguna parte.

Mientras los falangistas tengamos miedo de decir que queremos, ¿que esperamos?

Resulta por tanto curioso, al menos para mí, que estos partidos, Podemos y sus Mareas, aparezcan como adalides de una política que de ningún modo le corresponden, a no ser -y esto es lo grave-, que a nuestros camaradas más representativos, a nuestros líderes, y en especial a los falangistas de a pie, les de miedo decir que son anticapitalistas, que luchamos por cambiar las relaciones de trabajo basadas en el alquiler de la fuerza laboral, o que queremos una banca sindical. No es que no lo digan, que se dice, pero con la boca pequeña y sin creérselo demasiado, y por eso, la ironía de que más de setenta años después, vengan unos copiones, con otras palabras o no, y tengan entre los ciudadanos una aceptación que ya quisiéramos nosotros.

Los falangistas de hoy

Ocurre, desde mi punto de vista, que tengo dudas de que los falangistas de hoy (y yo me incluyo entre los falangistas, que no quiero descalificar a nadie), no desean cambiar el status en el que vivimos, y naturalmente no estamos en la calle para pregonar libre y pacíficamente, pero con toda la energía posible, nuestra ideología. Me da la sensación de que somos ni más ni menos que unos burgueses -en el mejor sentido de la palabra-, o sea nos da miedo el hacer realidad lo que pedían nuestros mayores hace casi un siglo. Y claro, llegar a la gente, poder ocupar sitio y opinión en este mundo, indignado, explotado y cansado, nos va a ser muy difícil. Ojalá venga de nuestra parte, un lenguaje y unos modos fieles a los principios que justificaron el nacimiento de los falangistas de Falange Española.

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2 COMENTARIOS

  1. Imposible. Se da por descontado que los falangistas tienen las ideas claras; y entre ellos abunda desde la extrema derecha amante de Franco hasta los neonazis y los partidarios de un Frente Nacional tipo Le Pen. Ahora mismo, si vas de falangista, tienes que pasar media hora explicando lo que no somos, y eso aburre a las piedras y no interesa a nadie porque te queda un minuto ya para explicar lo que somos. Y encima te insultan diciendo que vas con el «falangistómetro». Por eso he prescindido de nombres, símbolos y parafernalia, para volver al FSR de un primer momento, el partido que creó Narciso Perales para evitar confusiones con la ultra derecha o los neonazis. Luego, cuando fundó la Auténtica Falange… mirad cómo le fue. Contados con los dedos de una mano y sobramos, los que somos doctrinalmente seguidores de aquel partido. Los demás decidieron traicionar a Narciso, «suicidarse» en el congreso de Zaragoza (al que a Juanjo Mendoza y a mí nos prohibieron la asistencia) y ahora te los encuentras en todo menos en la reivindicación de lo que fue la Auténtica. Ya es hora de LICENCIAR DEFINITIVAMENTE A LA FALANGE PARA SALVAR LOS CONTENIDOS.
    Pero si es que hasta hay partidos que llevan el nombre de Falange y no se distinguen en nada del programa social de Ciudadanos. Una socialdemocracia pacata y sujeta al Sistema

    Además el artículo peca de ingenuidad; siento decirlo, Edruardo . Ahora que Podemos es un partido más del Sistema, es fácil criticarlo; es evidente. Pero cuando salió, LA MAYOR PARTE DE LOS FALANGISTAS, SE PUSO SISTEMÁTICAMENTE EN CONTRA, DE SUS PROPUESTAS FALANGISTAS. Es que se les llamó rojos, perroflautas… de todo. Pero de principio, desde que estuvo organizado en Círculos locales que si la Falange HUBIESE EXISTIDO COMO PARTIDO DE VERDAD, hubiese dicho enseguida: ¡¡¡PARA NOSOTROS!!! Actuando como agitadores revolucionarios dentro de esos sitios, que es donde nos hubiese correspondido estar. Yo estuve absolutamente solo en el intento.

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