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UN TAL PEDRO SÁNCHEZ Y LA PLURINACIONALIDAD

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PEDRO SÁNCHEZ PRESENTA EL DOCUMENTO DE SU CANDIDATURA
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Por Pedro Conde Soladana para elmunicipio.es 

Hablar hoy de la España plurinacional es propio de pseudointelectuales cuyas elucubraciones tienen la categoría de todas las que elaboran los del gremio de medio pelo; es inherente a rentistas de la política, característico de demagogos con no más intereses que los que le crean sus ambiciones y aspiraciones en la cosa pública; en algún caso, privativo de azuzados por la propia pareja para ser primera dama del país o de adánicos a quien ya ni Adán reconocería como descendientes por no haber quedado escaldados con lo de la manzana y la serpiente… En fin, que mentar el concepto de plurinacionalidad en un país con dos mil largos años de Historia, desde los primeros vagidos de su nacimiento, es como levantar la voz en un desierto habitado por ignorantes, zoquetes y simplones por si alguno de ellos gritara ¡Eureka! Y yo creo que de Arquímedes a Pedro Sánchez hay un distancia, no sólo en el tiempo, también en el caletre.

¿Por qué no pregunta este Pedro Sánchez a los correligionarios que acuden a sus mítines: “A ver, camaradas, ¿desde cuándo sabéis vosotros que esta nación es plurinacional?”. Yo creo que no lo hace ni lo hará porque se teme la respuesta: “Explícanoslo tú que lo sabes, para eso venimos a escucharte”. Y es aquí y a partir de ese momento donde el tal Sánchez tendría que hacer equilibrios mentales con explicaciones balbucientes para inventarse la plurinacionalidad de la nación española, porque esa invención, que sepamos el resto de los españoles, nunca ha existido. Salvo en la cabeza de orates racistas como Sabino Arana, en Vasconia; Almiral, Prat de la Riba o el también racista doctor Robert en Cataluña; Blas Infante en Andalucía, que quería convertirla en musulmana, etc., etc.

Podría esgrimir el artículo segundo de la Constitución que, como de pasada, habla de “nacionalidades”. Pero esto no tiene más valor que el de una morcilla en una obra de teatro en la que los actores, como aquellos llamados “padres de la Constitución” saliéndose del guión de la Historia de España, añaden al texto dentro de la función que están representando.

La aparición, llamémosla infiltración, de este tipo de individuos en la política, sólo posible a través de la democracia, muestra uno de los flancos más débiles de este sistema, que siendo el más deseable para la garantía de la libertad del pensamiento y la acción, deja colar en los mecanismos que la articulan, los partidos, en su versión liberal-parlamentaria, la mediocridad, por no decir la bazofia intelectual de la plebeyez, asentada sobre los sedimentos de una sociedad, cultural y políticamente inculta. Y son esos partidos los máximos responsables de estas gravísimas carencias. Nada más hay que repasar los cuarenta años de esta democracia para conocer la lucha partidaria contra la verdadera cultura y el saber del pueblo, en las leyes y planes de estudio de los diversos gobiernos habidos. Leyes y planes propuestos por un gobierno han sido combatidos por el siguiente de signo contrario. Y en esa lucha de adversarios ha sido la izquierda la que, en acto e intención aparentemente inexplicables, ha rebajado los valores del saber, en exigencia de calidad y cantidad, esfuerzo personal y metas, a mínimos que han dado como resultado unas generaciones a las que fuera de especializaciones profesionales y nuevas tecnologías, la cultura y el saber, han sufrido una deplorable merma que roza el analfabetismo funcional y general. Es en la baja calidad de ese público mitinero donde van a pescar, como los de este oficio en río revuelto, tipos fútiles y de no muchas luces ni conocimientos, tal cual Pedro Sánchez, promotor de nacionalidades con cohetes de colores para ferias electorales.

Tal propuesta tiene la misma consistencia que todo su bagaje político, con contenidos de ida y vuelta, de quita y pon, con principios reversibles, marxianos, pero de Groucho Marx; posando en unos momentos con una bandera nacional de cuarenta metros, por ejemplo, o llevado de ser un defensor de la nación española con el partido Ciudadanos a pactar con separatistas de ascendencia etarra o podemitas con todas las señas de tener patria en otra parte que no es España: en Venezuela, en Cuba, en Irán… ¿Quo vadis, Petrusanchus?

En el poco tiempo que este tipo lleva en la política se ha convertido en el prototipo del político moderno, sin sustancia, sin honor, sin principios, sin valores, sin creencias que no sean otras que las de causa propia, su causa, encerradas en un yo, tan grande como su físico, sin salida ni salidas; en definitiva, un quídam sin vergüenza. Destacando, como en toda esa gama de políticos de la modernidad, una condición: la osadía; para que se cumpla en ellos el dicho popular de “que no lo hay más atrevido que la ignorancia”. Miren a derecha e izquierda, la res pública española, creo que también la mundial, está anegada por osados mentecatos.

Es de abecedario saber que un hombre que se postula como político en y para una nación debe tener como estrella polar, para hacer su singladura por ese mar proceloso de la política, el bien y grandeza de esa su nación, sea desde un municipio, desde una provincia o desde cualquier escala de la gobernación. Cualquier otro sentimiento, deseo o interés que superponga a ese fin y objetivo supremo, que es el servicio a su Patria, resulta espurio y descubre la baja ralea del personaje postulante. La radiografía de la clase política actual da un amplio espectro de visión muy oscura y extendida, como de metástasis, en el cuerpo nacional por la invasión de estos personajes portadores, parece que más que “de valores eternos”, de virus rufianescos, villanos y populacheros; siempre nocivos y dañinos para un proyecto de vida en común.

La medianía de este pseudopolítico, invasor del noble arte de la política, de la que nunca alcanzará a comprender su alto valor y honor en el servicio de la misma, hace que, desorientado en la grandeza e inmensidad de sus exigencias, se agarre a cualquier idea o pensamiento, sin más valor que el de un eslogan, para flotar en la gran marea de las corrientes políticas. Es decir, es un náufrago nada más salir del puerto, aunque él no lo sabe. Ejemplo de esto es la plurinacionalidad para este tal Pedro Sánchez. Le suenan las campanas pero no sabe de dónde viene el tañido; con el riesgo de que vuelva a acercarse a la peligrosísima deriva que llevó a provocar a otro colega de su partido hace ochenta y tantos años, Francisco Largo Caballero, el autosatisfecho con el nombre que le daban de “Lenin español”, un nuevo conflicto civil entre españoles.

Usted, don Pedro, ¿no se ha enterado todavía de que hace muchos años los separatistas en España montaron una tienda que les da pingües beneficios vendiendo independentismo? O ¿le da lo mismo una que ciento con tal de llegar a la Moncloa?

Como dato de mera curiosidad. Se dice, y así ha corrido por las redes, que Pedro Sánchez es nieto del general franquista Antonio Castejón Espinosa. No lo sé. Si es verdad y éste levantara la cabeza se iba a enterar el nieto como se las gastaba aquel oficial legionario con los traidores a España.

¡España plurinacional!

No sé ti tomarme con humor las salidas de pata de banco del señor Sánchez o tomármelas con burbujas de cachondeo.

Así que plurinacionalidad, don Pedro Sánchez. ¡No sabría gobernar en una sola nación y quiere hacerlo sobre varias!

¡Osado!

Pedro Conde Soladana

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2 COMENTARIOS

  1. De que este señor Sánchez es uno de esos pescadores de río revuelto y que está a dejarse llevar por la corriente de aire de cualquier ideología política que lo eleve como en globo, lo confirmo, porque me consta que antes de decirse socialista como ahora se declaró liberal. Repartan juego a ver en qué jugada está la ganancia. Eso es la política para muchos de estos «próceres» del momento. La jugada del gana-pierde de su ambición. ¿La nación? ¿Qué es eso de la nación? Ya respondió otro del mismo pelaje y quizá más malvado, el «ZAPATIESTAS», ahora colegeando con el MADURO de Venezuela: «LA NACIÓN ES UN CONCEPTO DISCUTIDO Y DISCUTIBLE». Y, así y todo, llegó a PRESIDENTE DEL GOBIERNO DE ESPAÑA. ¿Qué tipo y clase electores lo votaron? ¿De cerebro plano o puntiagudo?

  2. Uno de los principios sobre los que el ser humano debe asentar su conducta es el HONOR, que es esa «Cualidad que impulsa al hombre a conducirse con arreglo a las más elevadas normas morales». Que a su vez da lugar a la «Fama, respeto o buena reputación que se adquiere por la práctica de la virtud, de acciones heroicas, etc.». Tal cualidad, el honor, debe adornar a cualquier hombre o mujer por el hecho de serlo; pero es la persona pública, la que se dedica a la política, en la que se hace más visible su existencia o carencia. Inevitablemente, la pregunta sigue a la definición. Desde la panorámica del pueblo, como atalaya, ¿se ve a muchos políticos adornados con esa cualidad o virtud? Otra pregunta y última: ¿un tipo que chaquetea tanto como el protagonista del artículo, Pedro Sánchez, tiene o sabe lo que es el HONOR?

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