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14 DE ABRIL, POR OTRA REPÚBLICA PARA TODOS

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Por Eduardo López Pascual para elmunicipio.es

Parece conveniente recordar ahora el carácter republicano que siempre ha inspirado a Falange desde sus años de fundación, 1933, en el discurso de octubre en el Teatro de la Comedia en Madrid, donde José Antonio, dejó bien claro su aversión a la monarquía. Por eso, cualquier acto a favor de un cambio constitucional que implique la derogación del sistema monárquico, tiene todo el apoyo de los que nos consideramos netamente falangistas. Y por esto, nos sumamos al reconocimiento de aquella ilusión colectiva que supuso el 13 de abril de 1931.

Ahora bien, desde la misma reflexión, nosotros huimos de esas revisiones históricas con que algunos pretenden evocar una República fallida, que lejos de traer a los españoles un sentido de igualdad y fraternidad, nos deparó un periodo de trágicas vivencias, de faltas de libertades, de horror y crímenes que hicieron confesar a auténticos intelectuales de formación y convicción republicana, y en eso, destacaron por su honestidad gentes como Madariaga, y Ortega, con sus famosos “No es esto, no es esto”, para expresar alto y claro su profunda decepción o su tremendo fracaso. Ya dijo, muy poco después, el mismo Presidente Azaña, que había que acabar con esa España de sangre, dolor y lágrimas, con lo que no cabe duda de que las críticas a lo que derivó aquella república, un periodo de bárbaras consecuencias, no son obra de una Falange frustrada, sino que nace en los análisis de sinceros republicanos deseosos de paz y reconciliación.

Por eso, cuando observo anuncios sobre el recordatorio del 14 de abril, cargado de reminiscencias revanchistas, de memorias revisadas, de celebraciones apoyadas en pasados enfrentamientos, me surge la idea de que no se pretende con ello buscar la mejor convivencia, sino el resucitar viejos rencores. He leído, por ejemplo, el programa de un Club local, que es todo un espectáculo de memoria selectiva y sectaria, donde solo prima algo así como “¡Ahora veréis ¡” y se llena de título como, “En combate por la memoria histórica”, como si hubieran varias Historias y hubiera que ir a las trincheras; o “Trabajos forzados en el sistema represivo franquista. El Cenajo”, “Democracia y represión en la Cárcel de Cieza”, “Luchar y morir por la libertad”, que supongo que no lo dirán por la quema de Iglesias y Conventos, los ejecutados en Casas Viejas -todos anarquistas-; los asesinatos de Calvo Sotelo, o José Antonio Primo de Rivera, o por los siete mil fusilados de Paracuellos entre otras buenas obras.

En fin, un programa hecho, como se ve, para rememorar rencillas, odios, sentimientos vengativos, y nada de reconciliación, convivencia o dejar la Historia para los historiadores. No, todo un esfuerzo por volver a las andadas. Al final, un Manifiesto por la III República, dicha por la Presidenta de la Asociación para la recuperación y defensa de la memoria Histórica, en un claro ejemplo de la “objetividad e imparcialidad” de los organizadores del programa. Y sin embargo, estos admiradores de la peor República, olvidan lo mejor de aquella aventura política, cono pudieran ser La institución Libre de enseñanza; el intento de Reforma Agrícola, la construcción de miles de colegios públicos, etc. Nosotros que nos sentimos republicanos por origen y principios, estamos por otra república, cercana quizás a la que defenderían el mismo Prieto, o Besteiro, o los Azañas y Casares de entonces, pero nunca la que representa los nuevos inquisidores al estilo Zapatero, incapaz de medir la Historia con el rigor y el espíritu de una aportación a la fraternidad entre todos los españoles, o el de estos -con perdón-, manipuladores de una fecha tan emblemática como el 14 de abril, del que ya dijo José Antonio estas palabras: “El pueblo español necesita su revolución y creyó que la había conseguido el 14 de abril: creyó que la había conseguido porque le parecía que esa fecha le prometía sus dos cosas largamente anheladas. Primero la devolución de un espíritu nacional colectivo; después, la implantación de una base material humana, de convivencia entre todos los españoles”. (JA. 19-5.1935). Evidentemente ninguna de las dos cosas se hizo definitiva en España, y los graves errores, el sectarismo más insoportable y la injusticia campando por todo el país, trajeron la decepción, el fracaso y la guerra entre españoles. Un desastre.

Por eso, los falangistas aspiramos a una sociedad y un país republicano, pero desde luego sin caer en la torpe restitución de un modelo que, al final, solo consiguió tristeza y ruina. No queremos una república que fue un fraude a la legalidad y a la historia, sino una república de trabajadores, de iguales en alegre convivencia, una República de paz y prosperidad. Recordad que el fundador de Falange, desde su prisión de Alicante, envió una carta a las autoridades republicanas postulando un gobierno de salvación nacional formado, entre otros, por hombres de la República que, lamentablemente, no fue considerado por el ejecutivo de 1936, la República.

No nos importe, a los falangistas, mantener nuestra aspiración a una república, como forma de Estado, porque no creemos en la dinastía hereditarias, que solo ampara situaciones de escasos valores, -y ahí quedan las hemerotecas-, y sí tenemos la convicción de que debe ser la voluntad de nuestro pueblo quien decida por mérito, por capacidad, por votación democrática quien pilote la responsabilidad máxima de un Estado. Por eso, reclamo la vigencia de la República, aunque eso sí, otra República.

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