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Cristina Cifuentes: “Cuando me reúno con hombres me hago la rubia para sacarles cosas”

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Once de la mañana. La espera se hace larga y alto tediosa ante los magníficos ventanales de la Real Casa de Correos que dan a la Puerta del Sol. Abajo, la ciudad se mueve, va y viene. Arriba, esperamos. Los vestidos están sobre la mesa, cuidadosamente dispuestos, las cámaras preparadas para disparar. La mañana se le ha complicado a Cristina Cifuentes y acumula un considerable retraso. Pero cuando llega, todo se acelera. El clima se vuelve frenético: da órdenes, consulta a sus asesores, siempre sonriente y derrochando complicidad. De repente se detiene, extasiada, ante la mesa donde le espera la ropa con que habrá de posar. Se prueba todas las prendas y todas le gustan. Pide direcciones y referencias, se mira, se vuelve a mirar. Le encanta la moda.


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El País / El sector representa más del 3% del PIB. ¿Los poderes públicos hacen suficiente por esta industria?

No, hemos de apoyarla mucho más. Pasa una cosa curiosa y es que cuando a los políticos se les pregunta por el mundo de la moda, parece que les incomode responder. Tienen miedo de parecer frívolos. Nosotros trabajamos mucho con la Asociación de Creadores de Moda de España para ver de qué forma podemos ayudar. Yo voy todos los años a la Fashion Week y la última edición se ha abierto aquí, en el edificio de Correos, con Roberto Verino. Se trata de una industria que crea muchísimos puestos de trabajo y que apuesta por la creatividad. Tenemos grandes diseñadores a los que hemos de apoyar. Hemos de lograr que todo ese talento vaya a más y que nuestra moda se pueda vender fuera.


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¿Hasta qué punto la imagen, la forma de vestir y estar es importante para un político?

Desde luego que cuenta. Yo creo que cuando estás representando a los ciudadanos, tienes que hacerlo con dignidad, y eso incluye cuidar tu aspecto físico. Pero también es verdad que a las mujeres políticas se nos exige más. Cuando un hombre va a un acto, la noticia es lo que dice. Cuando va una política, a veces, se destaca más lo que lleva puesto. Lo que yo pretendo con la imagen es simplemente mostrarme como soy.

¿Y cómo es?

Pues una persona bastante normal. Abierta en general. Yo diría que cada vez más abierta.

¿Sin miedo?

Yo no tengo miedo. Le perdí el miedo a la muerte [en 2013 sufrió un grave accidente de moto que estuvo a punto de costarle la vida] y eso hace que se lo pierdas a casi todo. Me ha hecho libre.

Ha dicho muchas veces que esa circunstancia le cambió la vida. ¿En qué sentido?

Aprendes a valorar las cosas importantes y te das cuenta de que son muy pocas. En mi caso, la salud, sobre todo la de mi familia. Los amigos de verdad y poder disfrutar de las cosas sencillas. Pensar que cada nuevo día es un regalo. Y también intentar hacer agradable la vida a quienes tienes a tu alrededor.

Hay personas que, tras encontrarse en una situación límite como la suya, no sienten ninguna necesidad de cambiar. Piensan que su vida anterior era ya satisfactoria. ¿No era ese su caso?

Cuando estuve al borde de la muerte, no hice una recapitulación, simplemente me di cuenta de que me moría y me preparé para morir. Ahí puede estar la diferencia. Hay mucha gente que ha estado a punto de morir, pero no tanto como para prepararse para ello. Cuando eres consciente de haber llegado a ese punto, de alguna forma quedas en paz contigo misma y con los demás, porque perdonas. Y cuando sales de ahí, estás en una posición un poco, no sé… ¡zen! Yo me he vuelto mucho más comprensiva con los defectos de los demás y con los míos. Lo relativizo casi todo.

Estuvo en coma mucho tiempo, pero salió bien.

Salí, pero sufrí mucho. Salí con mucho dolor, y sigo teniendo una vértebra aplastada, pero me quejo lo justo.

¿Y si hubiera salido mal? ¿Y si hubiera quedado postrada en una cama, sin tratamiento posible? ¿Sería partidaria de regular la eutanasia en España?

Es un debate muy delicado. Hay que tener cuidado, porque para mucha gente supone tocar sus convicciones más íntimas, incluso sus creencias.

Pero usted, Cristina Cifuentes, ¿qué piensa?

Personalmente creo que es importante que uno muera con dignidad, lo que pasa es que el concepto de muerte digna también es relativo. A mí no me gustaría, y lo he dicho, que me mantuvieran en coma. No querría. Pero insisto, es un debate que yo no quiero abrir, lo digo así de claro, porque creo que no debo ser yo la persona que lo abra. He pasado por esa experiencia, he conocido la situación límite de quien ya no puede más y tira la toalla, sé muy bien lo que querría para mí. Pero me resulta difícil pronunciarme sobre un tema del que cada persona tendrá una opinión diferente.

Parece optimista. Entusiasta incluso. Con eso ya tiene la mitad de la batalla ganada ¿no?

Sí, soy tremendamente optimista. Las dificultades de la vida hay que encararlas. Muchas veces estamos amargados por cosas que no son importantes. O porque nos marcamos objetivos y metas que no son realistas. Yo he aprendido a disfrutar de las cosas sencillas, no necesito mucho. Vivo de manera bastante austera. Vengo de una familia de ocho hermanos. Nunca nos faltó nada, pero tampoco sobró.

Alguien me ha comentado que la ha conocido con un estilo muy diferente al de ahora: morena, pelo rizado, algunos kilos más…

¡Pero eso debió de ser hace por lo menos 40 años! Sí, he llevado el pelo a lo chico, a lo afro, de color naranja. De joven yo era muy rebelde.

Ahora participa cada día en comités en los que se maneja mucho poder. ¿Sin tacón no hay reunión?

¡Ja, ja! Esta frase es una broma que repetimos entre las chicas del equipo. Está bien frivolizar en algunas ocasiones. Decimos que “sin tacón no hay reunión” y también que “hay que hacerse la rubia». Cuando te reúnes con hombres y «te haces la rubia», pero sin bajar la guardia, consigues muchísimo más.

¿Qué significa exactamente “hacerse la rubia”?

Hacerte la tonta, hacer como que no te enteras…

A muchas feministas eso les parecerá horrible…

Bueno, yo creo que también el feminismo va cambiando. Antes había más estereotipos. Es como decir que si eres feminista no te puedes pintar el ojo, ni te puedes arreglar, ni ponerte tacón. Tengo amigas que son feministas y van perfectamente arregladas.

¿Es usted una de ellas?

El feminismo tradicional ha tenido un papel muy importante, sobre todo en la época en la que había que legislar para lograr la igualdad. Pero ahora, esa fase ya está superada, la igualdad legal ya existe. El problema del feminismo tradicional es que en algunas ocasiones se ha identificado con la defensa de las mujeres, pero a costa de ir en contra de los hombres. Yo creo que ellos han de ser nuestros aliados, no nuestros enemigos.

Es cierto que la igualdad ya está en las leyes, pero no en la realidad, en nuestro día a día.

Aún existen muchos micromachismos y tenemos que seguir reivindicando la igualdad, porque hay muchas mujeres, entre las que me incluyo, que hemos tenido la suerte de no haber sido discriminadas, pero hay muchas otras que lo siguen siendo.

Se dice que las mujeres no han sido preparadas para ejercer el liderazgo, que se retraen ante el poder.

Las mujeres somos heroínas, nos hemos tenido que hacer cargo de todo y con mayor nivel de exigencia. Muchas se han quedado en el camino porque les ha faltado apoyo. Pero el liderazgo, en general, lo ejercemos igual, lo que pasa es que algunas características femeninas son mejores. Tenemos más capacidad de empatía.

La Comunidad de Madrid ha estado presidida por mujeres potentes. A su antecesora la llamaban La Lideresa. Ella tenía un estilo. ¿El suyo cómo es?

Lo que intento, y creo que se me da bien, es trabajar en equipo. Soy la cabeza visible, pero detrás hay un grupo de gente con el que, además de trabajar, tengo una relación personal. Es cierto que algunos empleados de la Comunidad me han comentado que conmigo han notado un cambio de estilo. Hay mucho compañerismo, no tanta formalidad. Un trato mucho más directo, más cercanía, diría yo.

Usted se declara agnóstica y hasta republicana. ¿Se siente cómoda con estas ideas en el Partido Popular?

Sí, lo bueno que tiene el Partido Popular es que alberga un amplio espectro ideológico. Pero la gran mayoría de nuestros afiliados y, desde luego de nuestros votantes, quieren un centro reformista. En el PP no somos una secta. Hace diez años, defender el matrimonio homosexual era complicado, pero yo siempre lo he hecho y nunca he tenido ningún problema.

¿Cuál es su horizonte político?

El trabajo merece la pena si lo disfrutas mientras lo haces. Mi objetivo principal no es marcarme metas.

¿Pero no se ve, como Theresa May o Angela Merkel, presidiendo el Gobierno de España?

No. Desde que tuve el accidente, jamás pienso en el futuro. Para mí solo existe el presente. No miro la vida a largo plazo, ni siquiera a medio. Ahora soy presidenta de la Comunidad de Madrid y me gusta. Como mucho, me planteo acabar la legislatura.

Se habla de vieja y nueva política. ¿Cree que el PP necesita renovación?

Por supuesto, hay que renovarse permanentemente. Pero es una cuestión de actitud. La clase política provoca cierto rechazo por la corrupción y otras causas. Por eso creo que hay que mostrarse más cercano y humilde. Estamos para servir a los ciudadanos y ellos así lo tienen que percibir. Te pueden perdonar que te equivoques, pero no te perdonan la soberbia.

Usted ha dicho que ha encontrado un PP de Madrid desmoralizado por el pasado de corrupción. ¿Se puede regenerar un partido sin pedir perdón?

¡Pero si hemos pedido ya perdón una gran cantidad de veces! ¡Si lo único que nos falta es fustigarnos!

Pero habrá que hacer propósito de enmienda.

La corrupción nos ha hecho mucho daño. La anterior presidenta, Esperanza Aguirre, tuvo que presentar su dimisión. Pero en el último año, poco a poco, hemos ido recuperando la confianza.

Algunos autores hablan de fatiga democrática.

Lo que creo es que hay fatiga de los partidos y de la política. La democracia hemos de preservarla por encima de todo. Ese es el peligro de los populismos que son la puerta de entrada a regímenes que en el fondo lo que quieren es acabar con la democracia.

Con la crisis, hemos visto que nadie está a salvo. ¿Hemos de resignarnos?

La crisis nos ha enseñado a ver que en Occidente estábamos viviendo por encima de nuestras posibilidades. Tanto las administraciones como los ciudadanos. Pero creo que tenemos muchas cartas para salir adelante. No veo un futuro apocalíptico.

Nuestros hijos ¿van a vivir mejor o peor?

Mejor, pero diferente. La sociedad del conocimiento, de la tecnología, es cada vez más avanzada y en España, por fortuna, el Estado de bienestar es inamovible, gobierne quien gobierne. Eso ya no tiene marcha atrás. Soy optimista, la sociedad necesita esperanza.

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