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ASÍ NO SE ESCRIBE LA HISTORIA

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Milicianos bando republicano en la guerra civil
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Por Pedro Conde Soladana para elmunicipio.es

“Había una República, y, llegado un momento, un grupo de militares se pone de acuerdo para dar un golpe de Estado contra un gobierno legítimo. El problema es que se desencadena una guerra terrible para España”.

Con este simplismo, con este juicio mostrenco, tres presuntos historiadores, David Omar Sáez Giménez, Juan Jesús Botí Hernández e Isaac Alcántara Bernabé, despachan, como en bote de mala leche condensada, todo su saber sobre la II República y la Guerra Civil. Y dicen que para ilustrar a las nuevas generaciones. Pues ¡ya está!, ya estáis enterados, jóvenes de las mismas, de cómo fue, cómo ocurrió, quiénes fueron los responsables, cuáles lo orígenes de una de las más grandes tragedias de la Historia de nuestra Patria. ¿Queréis saber de tanto crimen, de tanta sangre inocente, y no tan inocente, derramada…, de quiénes fueron los responsables, etc.? Acudid a las páginas ramplonas, sesgadas, que con el título de “Historia absurda de España”, han escrito tales lumbreras de la historia; con la vitola que el entrevistador les ha puesto, en El Español, digital, de “historiadores serios y divulgadores cachondos que sueñan con quitarle hierro a las cadenas del tiempo”. Por cierto, frase un tanto contradictoria y confusa: “quitarle hierro a las cadenas” y además “del tiempo”. No sé si interpretarlo como un acertijo. Por otro lado, parece que verdad histórica e “historiadores cachondos” son como polos opuestos, que se rechazan. Es el mismo entrevistador el que les hace esta pregunta, para colmo de rigurosidad: “¿Por qué nadie cuenta esa Historia de España que, como decís en el libro se hizo en casas de putas, barras de bar y celdas?”. Y me respondo yo mismo: “Pues porque tendrían que titular su libro como “Historia de España en tebeo”.

Es decir, que aquella esperanzadora II República que nace aquel 14 de abril de 1931, y que es justo que naciera porque una monarquía y su rey habían perdido toda la legitimidad, cayendo “como una cáscara vacía”, por la nefanda conducta del titular y su cobardía, que le hizo huir en la noche sin saber aún los resultados de las urnas, que, por cierto, le fueron favorables al fin, empezó a ser socavada por sus enemigos desde el mismo día de su nacimiento hasta que un grupo de generales, sin más, deciden conspirar y levantarse contra ella cinco años más tarde. En ese espacio de tiempo todo fue sobre ruedas, todo fue buen hacer y ejemplares conductas de toda la clase política y la ciudadanía, todo buenismo, se diría ahora.

Pues no, señores historiadores de pacotilla. En mayo de ese mismo año, es decir, al mes siguiente, se empiezan a quemar iglesias, conventos, se destruye patrimonio cultural, artístico, etc. Se calcula que ardieron unos cien edificios de este carácter, en una ola de violencia que se extendió por toda España, con muertos y heridos… La República comenzaba a ser minada precisamente por quienes tenían más obligación o necesidad de defenderla, las clases humildes. Muchos de sus demagógicos conductores y líderes, pescadores de río revuelto, las enfrentaban, apartándolas del sentir nacional, a unas derechas egoístas que era cierto habían llevado al pueblo español, con su conducta cerril y cicatera, a la fractura. La injusticia social, el analfabetismo, la incultura y el hambre de una gran parte del pueblo, causas de las que aquellas derechas políticas y económicas eran las máximas responsables, fueron el campo abonado para el odio de clase, el sectarismo, la revancha, el crimen…, en definitiva, para el descrédito y deterioro del ideal republicano.

Ante estas convulsiones sociales, al año siguiente, 1932, comienzan los golpes de Estado. “La sanjurjada”, éste por la derecha, que una vez abortado debió servir de lección para todos, derechas e izquierdas, y enderezar y consolidar la ilusionante República. Pues no. Siguieron los asesinatos, las persecuciones por ideas religiosas o contrarias, en las calles de España se oía el ¡viva Rusia, muera España!… Toda esa tremenda presión política y social culminó en otro golpe de Estado, éste por la izquierda, Octubre de 1934. La Generalidad en Cataluña, los mineros en Asturias, liderados por una parte de prohombres del PSOE, Indalecio Prieto, Largo Caballero el “Lenin Español”. Asesinatos, atentados y destrozos del patrimonio histórico, cultural y religioso, como la Cámara Santa de la catedral de Oviedo, etc., etc. Por cierto, en la represión y pacificación por mandato del Gobierno de la República que siguió para restablecer el orden, participó como capitán, el famoso abuelo de Zapatero, que tanto reivindica éste como fusilado por el bando nacional, Juan Rodríguez Lozano, que, según cuentan las crónicas, estuvo a punto de caer en una emboscada de los mineros. Quizá si hubiera vivido en Madrid al estallar la guerra, le hubiera podido pasar lo mismo que a su general, el que mandaba las tropas contra esa rebelión minera y socialista, Eduardo López de Ochoa y Ortuondo, republicano convencido, que fue sacado del hospital, fusilado y después paseada su cabeza en una pica por las calles del Madrid más rojo ya, bolchevizado, que republicano.

En ese estado de enfrentamiento y convulsión nacional llegamos a 1936 y las elecciones de febrero. Hoy hemos sabido ya plenamente que tales elecciones fueron un fraude, un robo y una estafa electoral por la violencia de las izquierdas radicalizadas. Hoy sabemos, pues, aunque se tenían muchos datos que lo apuntaban, que aquellas elecciones no las ganaron los republicanos decentes sino las bandas criminales que habían campado por sus respetos y sus pistolas en los colegios electorales. Con esa osada violencia, con un clima social de terror y muerte llegamos al día 13 de julio, fecha en que es sacado por la noche de su casa, en una camioneta de los guardias de asalto y asesinado en la misma, el jefe de la oposición, José Calvo Sotelo. Cinco días más tarde se produce el levamiento militar con medio pueblo español detrás, harto de ver a su Patria abocada al descuartizamiento. Hoy, y a la distancia de ochenta años de aquella tragedia, con multitud de datos en la mano se puede decir que aquel golpe de Estado del 18 de julio de 1936 más que contra la República fue contra el Caos nacional.

Por eso ya entonces, 1938, se pudo escribir: “Que los órganos y las personas que el 18 de julio de 1936 detentaban el Poder (de la República) adolecían de tales vicios de ilegitimidad en sus títulos y en el ejercicio del mismo, que, al alzarse contra ellos el Ejército y el pueblo, no realizaron ningún acto de rebelión contra la Autoridad ni contra la Ley”.

Más tarde un intelectual republicano, Salvador de Madariaga, dejó escrito: “El país había entrado en una fase claramente revolucionaria. Ni la vida ni la propiedad estaban a salvo en ninguna parte”.

Los eminentes próceres a los que se considera padres intelectuales de la República, José Ortega y Gasset, Ramón Pérez de Ayala y Gregorio Marañón, hablaron del suicidio de aquélla. Después de huir de la misma, temerosos de ser asesinados, dejaron testimonios irrefutables. El “no es eso, no es eso” de Ortega. Las palabras de Pérez de Ayala sobre Manuel Azaña, Presidente de la República, y los dirigentes del aquel régimen: “Cuanto se diga de los desalmados mentecatos que engendraron y luego nutrieron a los pechos nuestra gran tragedia, todo nos parecerá poco. Lo que nunca pude concebir es que hubiesen sido capaces de tanto crimen, cobardía y bajeza”. Y estas palabras de Marañón: “¡Qué gentes! Todo es en ellos latrocinio, locura, estupidez…No tenemos derecho a quejarnos de la dictadura, pues la hemos hecho necesaria por nuestra ayuda estúpida a la barbarie roja”.

Pero es el testimonio de una republicano de pro, honrado, cabal, que al acabar la guerra no huyó y prefirió correr la suerte de los madrileños que durante años lo habían votado, Julián Besteiro, presidente del PSOE y la UGT, el que puede ser definitivamente clarificador de aquella terrible verdad, una guerra civil entre hermanos en la que los provocadores e instigadores estaban incrustados mayoritariamente en el bando republicano. Estas son sus palabras escritas: “La verdad real: estamos derrotados por nuestras propias culpas. Estamos derrotados nacionalmente por habernos dejado arrastrar a la línea bolchevique, que es la aberración política más grande que han conocido quizá los siglos. La política internacional rusa, en manos de Stalin…se ha convertido en un crimen monstruoso que supera en mucho las más macabras concepciones de Dostoievski y Tolstoi. La reacción contra ese error de la República de dejarse arrastrar a la línea bolchevique la representan genuinamente, sean los que quieren sus defectos, los nacionalistas que se han batido en la gran cruzada anticomintern.

Pedro Conde Soladana

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1 COMENTARIO

  1. Absolutamente de acuerdo con el análisis histórico que hace mi ex presidente nacional de FEJONS (A), Pedro Conde Soladana, que no pierde aun con el tiempo ni un poso de su capacidad política. Cualquier español de a pie, que se asome a la auténtica historia de España, verá que aquella II República que se esperó con toda la alegría del mundo, devino por sus errores, y si traición al pueblo español, en una dictadura de hecho. Supresión de periódicos, ilegalización de partidos políticos, Ley de defensa de la República, censura, etc, dieron como resultado ineludible, cereo, el golpe de Estado del 18 de julio que nos traería después, lamentablemente, represión y traición a los ideales falangistas.

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