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DE CARA AL SOL

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Por Pedro Conde Soladana para elmunicipio.es

De cara al sol pueden hacerlo sólo aquellos que marchan por un ideal supremo al que ni el deslumbrante astro podrá apartarlos del camino.

El Cara al Sol es un himno cuya letra y música representan la sublimación de una creencia; sostenida en unos principios firmes hasta enfrentar por ellos, si es necesario, el último trance. Expresa la imperturbable decisión de lograr un objetivo excelso por el que otros nos antecedieron en la entrega de la propia vida; nos invita a reunirnos con ellos, si es exigencia, en los espacios siderales donde habitan los luceros, porque aquéllos estarán siempre y a diario “presentes en nuestro afán”. Todo poesía, sí, pero todo empeño, hasta las últimas consecuencias, por ese sublime ideal que es lograr una Patria justa y libre en la que ningún ser humano quede excluido por causa alguna. En la seguridad de que ese esfuerzo vital y entrega de la vida no lo serán en vano porque “volverá a reír la primavera” para futuras generaciones, cuando las escuadras victoriosas de quienes marcharon de cara al sol, sin dejarse deslumbrar ni equivocar el camino, lo dejaron atrás para volver a verlo amanecer al día siguiente en esa nueva alborada de la Patria reencontrada. En ese momento, en esa nueva amanecida, España será otra vez Una, Grande y Libre. ¿A quién que se sienta profundamente español puede molestarle un himno como el Cara al Sol que habla de la reconquista de valores supremos que han de estar en la base y guía de una Comunidad de Hombres Libres? Solamente a los corazones ruines, propios de villanos.

Era el año 1977. Primeras elecciones democráticas, después de la dictadura. Junio. Campaña electoral. En Valladolid, polideportivo “Huerta del Rey”. Por éste ya habían pasado en ese campaña todos los grandes líderes, los Suárez, los Felipe, los Carrillo, los Fraga, etc. Todos con llenazos impresionantes. El lugar tiene o tenía un aforo de unas cinco mil personas. Muchas quedaban fuera. Y llegó la Falange Auténtica. La prensa calculó al día siguiente un parcial llenado de unas tres mil. Me pareció mucho; aunque la cifra nos halagaba. El pobre suele conformarse con poco cuando tiene mucha hambre. Y aquellos jóvenes ardorosos, que luchaban contra los vientos contrarios en la política de los tiempos y la marea de la incomprensión, estaban dispuestos a comerse del mundo.

Como era costumbre en todos nuestros actos, en aquél, el más importante de la campaña electoral en la ciudad del Pisuerga, al acabar el mismo se cantó el Cara al Sol. Antes, conociendo como conocía quien esto escribe que entre el público había personas de otras ideologías y tendencias, procedentes la mayoría de la gran fábrica, Fasa-Renault, y por tanto compañeros, se advirtió de que se iba a cantar nuestro himno. Pedimos respeto para el mismo, como lo teníamos nosotros para los suyos. Que podían irse o quedarse. Que lo haríamos con nuestro brazo extendido. Que nadie estaba obligado a seguir este gesto. Todo fue silencio y respeto. Se cantó nuestro himno. Al día siguiente, el periódico El Norte de Castilla, decano de los periódicos de España, después de informar de oradores y discursos, escribía, más o menos: “al final se cantó un Cara al Sol emotivo, sereno, respetuoso…”. Lo firmaba con el pseudónimo de “María de Padilla”, la periodista más afamada del momento en ese diario. Socialista para más señas. El reportaje de aquel acto, como el de tantos otros, los tengo entre decenas de papeles, recortes de periódicos, cartas, documentos, fotos, etc., en un “tótum revolútum” que un día tendré rescatar y ordenar. Estoy seguro de que alguno, al leer esto último, dirá: “Pues ya te puedes dar prisa”. Y razón tiene.

No dejaré pasar, y con ello termino, otra anécdota muy significativa que ocurrió cuando acabado el acto y la gente vaciaba el polideportivo “Huerta del Rey”. Un grupo de hombres mayores, calculo que sobre la cincuentena en edad, no olvidar que de esto hace cuarenta años, 1977, se acercó a saludarme. Que recuerde, no sé si conocía a uno. Eran unos seis. Habían sido combatientes falangistas en la Guerra Civil. ¿Todos? ¿En el Alto de los Leones? De esto último, casi seguro, alguno. La memoria no me lo recoge bien. Pues bien, luego de saludarme con afecto y cierta simpatía, uno vino a decir: “después de militar en la Falange desde mi juventud, hoy he conocido con cierta profundidad su doctrina”. Recuerdo que otro acabó diciendo exactamente: “Hoy he conocido lo que es la verdadera Falange”. El resto del grupo asintió en silencio. Y es que, en aquellas primeras elecciones, frente a los demás partidos que hablaban de democracia, libertades, hacer una constitución, clase obrera, etc., en discursos mitineros, sin doctrina, con una exagerada carga demagógica que el tiempo ha refrendado después, a nosotros nos tocaba desarrollar la nuestra, casi telegráficamente, en discursos de campaña electoral para contrarrestar el silencio con que, durante cuarenta años de dictadura, se había sepultado el profundo contenido doctrinal de un movimiento político, netamente español, que tenía como lema la “Patria, el Pan y la Justicia”. Y la Cultura. Como lo sigue teniendo.

Pedro Conde Soladana

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4 COMENTARIOS

  1. Saludos Pedro,le viene muy bien el nombre que le dió el título a ese libro que escribiste que eran artículos escritos en aquella época-la falange disidente-con prólogo de Dragó.Sin embargo todo va tan rápido que algún rayo tenue de luz se deja ver,y pienso que mas pronto que tarde se va a preparar algo que va a estar en este tiempo que nos toca,es una simple corazonada pero basada en lo que veo en el ambiente,es un buen momento para sumar fuerzas y para no cometer errores.de tal forma que espero que nuestra ideas esten,como merece,en la sociedad de hoy eso sí con su debida actualización.

  2. Carlos, en la etapa final en la que voy dando las últimas pedaladas para cruzar con entereza “la frontera eterna”, sería una de mis mayores alegrías que tu deseo se cumpliera. Siempre creí, desde que me lo enseñaron, que “ser español es una de las pocas cosas serias que se pueden ser en el mundo”, y ello puede servir de salvoconducto para el Más Allá si cumples con los valores de honor, dignidad, coherencia, amor a los demás. Asentándolo todo en esa definición del “hombre como portador de valores eternos”, que te hace ver al prójimo, sin distinción de razas ni colores, como un hermano e hijos todos de un Dios Justo y Bueno.

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