Por Ariadna Sánchez Blasco
Le rodea un áurea de escritor canalla a la que ayuda su voz rota, como quemada por el tabaco, el aguardiente y noches de guardia en la redacción frente a una remington. Cuando se le pregunta, sonríe, pero no aclara si la remington era una máquina de escribir o un revólver que le acompañaba en los años de plomo de ETA.
Hace unos veranos, en El Saler, le pusieron su nombre en mitad de una diana y recomendaron por guasap a su hija (es decir, a mí), que se despidiera de su padre. La respuesta de sus vecinos fue rápida; querían que se fuera del bloque de esa urbanización de pijos. La sociedad que jugaba al dominó en la misma taberna en la que el aserrín aún empapaba la sangre del asesinato de la tarde de antes, no sólo estaba en las Vascongadas, también en esa parte de la costa valenciana en la que veraneaba el autor de Balada triste por España.
Está de ruta, o de bolos, por el suelo patrio. En Sevilla llegó y llenó la sala cultural La Revuelta, atípico ejemplo de espacio cultural que triunfa sin un céntimo de subvención. Josele Sánchez presentaba su nueva obra rodeado de esculturas expuestas de Borja Fal-Conde, acuarelas del grupo de acuarelistas liderado por Emilio Olivares y la obra de Rosa Guerrero.
Por el estilo directo y provocador de sus artículos, alguien le preguntó si le gustaba buscar pelea, a lo que el escritor respondió que él lo que contaba eran verdades y no pretendía complacer a nadie, realidad que subraya el periodista César Vidal en el prólogo de Balada triste por España, una obra inusual, escrita desde un patriotismo de izquierdas que alude repetidamente a un José Antonio Primo de Rivera que a nadie que lo conoce deja indiferente.
Josele Sánchez estuvo acompañado de buena parte del mundo de la contracultura sevillana, la misma que apuesta por la vida frente a la muerte, la familia, la solidaridad entre españoles, el pan y la vivienda para todos y la independencia de los grandes grupos de interés internacionales.
Presentó la obra el profesor de economía José Manuel Cansino, tras la introducción del acto por Juan María del Pino, alma mater de La Revuelta y anfitrión. Por los gestos de complicidad entre ambos (los dos tipos aparentemente duros, de esos que no sacan fácilmente a pasear sus emociones) se notaba que presentador y presentado eran más amigos, unidos, acaso, por esos inexplicables vínculos de quienes todavía sueñan amaneceres de color azul mahón cargados de promesas de primaveras
Se contaba, entre el público, a la periodista de La Gaceta, Pilar Rodríguez, el jurista Miguel Ángel Loma, el flamencólogo Pablo Parrilla, la vicepresidenta de la Asociación Cultural Ademán y colaboradora del periódico sevillano XYZ, Mercedes Valdivia, la crítica de arte María Fidalgo, el empresario Manuel Marco y el psicólogo Blas Rivero.
El libro va camino de repetir el éxito de La Consagración de la primavera y de Con La Piel de Cordero, sus obras inmediatamente anteriores.
Artículo de Ariadna Sánchez Blasco publicado en el diario La Tribuna del País Vasco
