Domingo 18 de junio de 2017, primera hora de la tarde en Le Campement, Kangaba, Mali, un humilde complejo turístico de cabañas con piscina donde se relajan unas 50 personas, familias con niños. Entre ellos hay 12 militares descansando de las tareas semanales.
De pronto, seis terroristas de Al Qaeda fuertemente armados irrumpen en una moto y una furgoneta. Un tipo en bañador y chancletas se da cuenta inmediatamente y toma decisiones: es un comandante del Ejército y es español.
– “¡Ataque, ataque!. Go, go! “, advierte a los bañistas.
El comandante salta sobre su toalla, toma el móvil y alerta a la base de lo que está ocurriendo. Después alcanza la bolsa de un teniente coronel húngaro, paralizado y en estado de shock, y extrae de ella una pistola: solo tiene 14 balas. Sin dudarlo un segundo se pone al mando, empuña el arma y hace frente a los terroristas con varios disparos.
Siguiendo su instinto y preparación, el comandante español ha identificado vías de escape al llegar al complejo. Ahora, disparando a los islamistas, les indica a los bañistas por dónde deben huir mientras les da cobertura: un camino empedrado que sube a una colina.
Los islamistas están desconcertados: esperaban masacrar a turistas indefensos y se encuentran con fuego real. Pero pronto se dan cuenta de que sólo es un tipo en bañador y chancletas, y van a por él.
El español, tras comprobar que los demás turistas han logrado huir, mantiene en jaque a los fanáticos. Durante 3 horas, descalzo, moviéndose por la maleza, dispara -sólo tiene 14 balas-, se parapeta, y envía mensajes cifrados a la embajada española. Las balas silban, hay muertos y heridos, el campamento se incendia. Por fin llegan los refuerzos, cinco militares españoles y los terroristas huyen tras asesinar a seis personas. El comandante- sus pies descalzos sangrando destrozados- da novedades.
Dicen que ya tenía experiencia en otras misiones. Dicen que a está repuesto de sus heridas en los pies, que calza de nuevo sus botas y sirve otra vez en su destino. Dicen que, como el personaje de Rubén, apenas habla de lo sucedido, que es hombre discreto y modesto. Dicen que resumió su proeza con una escueta frase:
“Mi coronel, he hecho lo que me ha pedido España”
A sus órdenes, mi comandante.
