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Arcadi Espada: La enterada

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Adriana Lastra
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Por Arcadi Espada

Ciertamente, lo más inquietante del PSOE es lo que está por debajo de Pedro Sánchez. Cómo será. Y empezando por lo inmediatamente debajo. Así, esta Adriana Lastra, númera dos del partido, cuyas intervenciones públicas se cuentan por éxitos. Hace un par de días dijo que Albert Rivera era como José Antonio Primo de Rivera. Probablemente, y tras poner mucha atención, se había fijado en que compartían parte del apellido y se decidió a aprovecharlo. Así funcionan hoy los argumentarios. Eligió Lastra una manera onomástica de llamarle fascista al líder de Ciudadanos. José Antonio fue un dirigente falangista español, joven y carismático. Su más importante rasgo biográfico fue su muerte. El 20 de noviembre de 1936 lo fusilaron en la cárcel de Alicante. Para entretener el tiempo, había dedicado sus últimos días a la elaboración de un gobierno de reconciliación nacional que gestionara el fin de la guerra. Lo interesante, para la formación de Lastra, es que el gobierno que dio el enterado a la sentencia de muerte estaba presidido por el socialista Largo Caballero. El mismo hombre y socialista al que José Antonio salvó años antes la vida al prohibir la ejecución de un atentado falangista.

Pero si Lastra menciona la soga en la casa del verdugo es porque el fusilamiento de José Antonio es anecdótico para la opinión. Las circunstancias trágicas de algunas biografías suelen blindar al sujeto. No es fácil que un fusilado se convierta en un insulto. Ahí está el caso de Lluís Companys, presidente de la Generalidad de Cataluña. Su responsabilidad en la muerte de miles de personas durante la guerra civil está probada. ¿Pero quién se atrevería hoy a insultar a un político utilizando el nombre de Lluís Companys, fusilado por Franco, después de que la Gestapo se lo entregara vivo? Companys murió gritando: “Per Catalunya!”. José Antonio gritando “¡Arriba España!” y escribiendo un testamento en una de cuyas últimas líneas decía: “Que sea la mía la última sangre española vertida en discordias civiles”. Los dos tuvieron lo que los españoles (y no los italianos, ¡que no conocen el refrán!) llaman un bel morire. Pero no es cierto, como sigue el refrán, que «un bel morire tutta una vita onora». No siempre la muerte indulta a la vida. Hay mártires como Companys y hay fascistas como José Antonio. Unos siguen limpios, vivos y nimbados en los altares. De otros se sigue aprovechando su estiércol para ensuciar la cara del primero que pase y lo merezca.

Artículo de Arcadi Espada en el diario El Mundo

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