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La noche de Santi Vila en la cárcel: «Estaba acojonado»

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Santi VIla
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Su voz está rota. Su ánimo, por los suelos. Santi Vila, el ex conseller de Empresa de la Generalitat que salió el viernes de la prisión de Estremera tras pagar una fianza de 50.000 euros, aún no se cree que haya tenido que dormir una noche en la cárcel. El político, que dimitió de su cargo un día antes de que se consumase el órdago independentista en el Parlament, relata a Crónica su primera y «traumática» estancia en una prisión. Sus 18 horas entre rejas con un reo acusado de «un delito grave» y al que vio con temor en un primer instante. Cuando echaron el cerrojo de su celda y se apagaron las luces.

El Mundo / «Cuando me metieron en la celda con aquel preso pensé: Voy a tener que compartir celda con él hasta mañana a las ocho. Estaba un poco acojonado. Es algo que no recomiendo ni a mi peor enemigo. Es terrible. Las cárceles son durísimas. Eso que dicen que son como hoteles de cinco estrellas no es así, hay mucha austeridad», confiesa Vila, que llegó a las ocho de la tarde del jueves al centro penitenciario después de que la Audiencia Nacional dictara prisión preventiva contra él y ocho ex miembros del Govern por rebelión, sedición y malversación. «Primero nos metieron en un calabozo, luego nos llevaron a la cárcel de Aranjuez y ya nos separaron en distintas prisiones», rememora Vila, que abandonó la cárcel de Estremera (Madrid) a las 14 horas del viernes. Acudió a recogerle su pareja, el empleado de Telefónica Javier Luque, la persona que le ha acompañado en todo momento y cuyo padre «no ha dejado de rezar» por el político.

Santi Vila de 44 años de edad aún sigue en «estado de shock» por haber pisado la prisión. No olvida sus vivencias con su compañero de celda. «Se portó muy bien conmigo, me ayudó hasta a hacer la cama y me dijo: «Se nota que no ha hecho la mili». Le dije que sólo había estado en la Cruz Roja. Tenía televisión y pasamos la noche saltando de telediario en telediario. Me decía: «Mira, ahí hablan de usted», y me preguntaba si me molestaba el sonido de la televisión. El pobre hombre me ha cuidado muchísimo», recuerda Vila, que apenas pegó ojo. También se le cortó el estómago. Sólo ingirió al día siguiente tres galletas con un poco de mermelada y un café con leche.

El ex conseller dedicó su mañana en prisión a pasar las entrevistas con el psicólogo, el educador social y el médico. También tuvo tiempo de ir a la biblioteca, donde sacó el libro de Romeo y Julieta de Shakespeare y una obra de Oscar Wilde. «Me cogí esos libros por si esto se alargaba», dice Vila, quien ha sido el único de los antiguos miembros del Govern que ha podido salir de prisión. La juez de la Audiencia Nacional Carmen Lamela entendió que Vila «había desistido voluntariamente de proseguir con el proceso soberanista» al haber dimitido de su cargo un día antes de que se declarase unilateralmente la independencia y, por ello, le dio la oportunidad de salir mediante fianza.

Según el abogado de Santi Vila, éste pudo ahorrarse el mal trago de la prisión porque podría haber presentado la fianza antes. Sin embargo, su cliente decidió acompañar en tan duro trance a sus ex compañeros.

-¿Por qué hizo eso?

-Cuando decretaron prisión fue un momento tan emocionalmente intenso que sólo vi la oportunidad de acompañarles a la cárcel. No quería dejarles solos. Fue todo muy duro para mí porque soy una persona que sólo había tenido multas de tráfico y verme con las esposas, en el furgón policial…», dice. A Vila le ha dolido mucho dejar a sus ex compañeros en prisión. «Estoy desolado. Tienen hijas pequeñas, familias… Los encarcelamientos no han arreglado nada. Ahora está todo peor, está todo el mundo agitado. Es un desastre. La historia de España es espectacular como un país moderno y avanzado y todo esto da una imagen que como sociedad no nos merecemos. ¿Cómo nos hemos podido liar de esta forma para tener que llegar hasta aquí? ¿Cómo no hemos sido capaces de ponernos de acuerdo?», se pregunta Vila, quien «no se arrepiente» de haber presentado su dimisión a pesar de que ello ha provocado que el ala más radical de su partido, el PDeCAT, le considere un traidor.

«Mi dimisión vino vinculada a la incapacidad de imponer el acuerdo al que había llegado para evitar el 155 [consistente en que los partidos independentistas renunciasen a la declaración de independencia y convocasen comicios autonómicos]. Unos han preferido seguir con el grupo y yo he elegido quedarme solo», se justifica Vila, que recibió una inyección de moral en el primer taxi que tomó en Madrid tras salir de prisión. «El taxista me dijo: «señor en Madrid hay mucha gente que le apoya»», recuerda.

-¿Va a presentarse a las elecciones?

-No lo sé. Aún estoy en shock. Sí quiero ser parte de la solución-dice Vila, preocupado por medir sus palabras para no despertar la ira del independentismo más radical.

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