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Entrevista a Francisco Torres autor del libro “El último José Antonio”

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Recientemente han aparecido algunos libros interesantes que bucean en la personalidad y en la figura política y humana de José Antonio Primo de Rivera (1903-1936), como La pasión de José Antonio de José María Zavala, entre otros.

Pero la aportación más novedosa al proceso amañado del fundador de Falange y su ejecución en la prisión de Alicante la hace un trabajo del historiador Francisco Torres, “El último José Antonio” (editorial Barbarroja).

El historiador revoluciona la historiografía sobre el fundador de Falange Española en las páginas del libro Su investigación incorpora abundante documentación original inédita en torno a los meses transcurridos entre la detención en marzo de José Antonio, su traslado a Alicante en junio y su proceso y ejecución en noviembre.

Lo que demuestra esa historia, en su opinión, está claro: “Que el Estado de Derecho en la Segunda República no existía desde febrero de 1936. En el proceso de José Antonio se cambian jueces, los ministros intervienen en el proceso, el fiscal Vidal Gil Tirado es parcial y además le presionan, se manipulan pruebas…”

-¿Por ejemplo?

-Las pistolas halladas en el domicilio de José Antonio. De las declaraciones de la misma policía republicana se deduce que alguien las había puesto allí.

-¿Y cómo actuó ante eso el tribunal?

-En Alicante se intentaba darle un aire de legalidad a las cosas porque había muchas representaciones diplomáticas, así que los jueces eran de carrera: Eduardo Iglesias, Enrique Griñán (abuelo del actual presidente de la Junta de Andalucía) y Rafael Antón. Intentaron salvar a José Antonio planteándole al jurado las preguntas que condujesen a la aplicación de una atenuante máxima. Pero el jurado lo formaban ocho miembros, uno por partido: PSOE, UGT, PCE, CNT, FAI, Izquierda Republicana, Unión Republicana y Partido Sindicalista. Cuando José Antonio fue condenado a muerte, el tribunal trasladó inmediatamente al Gobierno su solicitud de conmutación de la pena.

-¿Sobre qué base?

-La propuesta de mediación entre los dos bandos, que José Antonio había formulado a Diego Martínez Barrio, a la sazón presidente de las Cortes, y que de haberse tenido en cuenta habría bastado para librarle de la ejecución.

-¿Cuál fue el papel de Indalecio Prieto?

-Existe la leyenda de que admiraba a José Antonio e intentó salvarle. Pero, por ejemplo, él cambió la fecha de esa mediación ante Martínez Barrio para alegar que había participado en la conspiración. Intentó manipular el sumario y al juez instructor, Federico Enjuto. Escribió al ministro del PNV Manuel Irujo con esa intención. Secuestró dos veces los documentos de José Antonio, una en octubre (pidiéndoselos al juez) para manipular el sumario y otra en noviembre de 1936 para crear con ellos disensiones en la zona nacional.

O sea que lo de las simpatías de Prieto es un tópico.

-Mucho antes, Prieto había retorcido la ley para que José Antonio no se presentase en las elecciones repetidas de Cuenca. Y en un mitin en esa ciudad en mayo de 1936 le consideraba el jefe de una banda de pistoleros.

-¿Que hizo el Consejo de Ministros ante la petición de indulto?

-Se celebró en la tarde del 19 de noviembre, de 16.00 a 18.00 horas, que fue cuando Jesús Hernández salió a informar. El Consejo de Ministros conoció la petición de conmutación y la negó. Prieto y los ministros anarquistas votaron a favor de la sentencia. El Gobierno dio colegiadamente el enterado y Francisco Largo Caballero lo firmó en cuanto presidente.

-¿Quiénes defendían el indulto?

-Los azañistas: los ministros Carlos Esplá y Julio Just trataron de evitar la condena a muerte, así como el gobernador civil de Alicante, que en la tarde del 19 giró una consulta a los partidos para intentar evitarla. Ya antes de eso, Manuel Azaña, cuando se rumoreó que se le iba a dar el paseo a José Antonio, llamó personalmente para evitarlo.

-¿A quién señalamos pues como los responsables de la ejecución de José Antonio?

-Prieto votó que sí y lo reconoció más de veinte años después, en 1957. Pero es Largo el principal responsable, también en cuanto ministro de la Guerra, pues no tenía por qué elevar el asunto a Consejo de Ministros, pero lo hizo. El ministro de Justicia, Juan García Oliver, anarquista, fue quien preparó y guió el proceso.

Fue fundamental el papel de los anarquistas…

-Tanto en el Gobierno como en Alicante: allí la CNT y la FAI no estaban peleados y controlaban los principales puntos de poder, entre ellos el Comité Provincial del Frente Popular.

-¿Qué hizo Franco a partir del 18 de julio?

-Apoyó todos los intentos de liberación. Por ejemplo, la operación que se planificó a principios de octubre y que debía llevarse a cabo los días 19 a 21 de ese mes. Franco se involucró, planificó incluso el armamento que debían llevar las barcas y prometió completar con legionarios el comando falangista.

-¿Cumplió su promesa?

-Recientemente el hijo de un comandante republicano me decía que su padre interrogó tiempo después a unos legionarios capturados en el frente andaluz. Admitieron que habían sido trasladados para liberar a José Antonio. Pero, aún más importante que eso: Franco ordenó al Canarias que diese cobertura al rescate.

-¿Por qué es lo más importante?

-Porque era uno de los dos únicos cruceros que tenía la Marina nacional, y estaba consagrado a la vigilancia del Estrecho. Desde el punto de vista militar era una insensatez dedicarlo al rescate de José Antonio, y a los alemanes les parecía una locura por importante que fuese la persona, pues consideraban que le matarían en cualquier caso. Finalmente el Canarias no pudo prestar el servicio porque tuvo que salir a enfrentarse a la Marina frentepopulista.

-Entonces Franco no se lavó las manos ni boicoteó los intentos…

-Él mismo, directamente, propuso un plan el 4 de noviembre implicando a los alemanes. Entre el 4 y el 11 se mantuvo abierta la posibilidad. Franco ofrecía cuatro millones de pesetas (unos dos mil millones de hoy) y un intercambio por el socialista Graciano Antuña, uno de los líderes de la Revolución de Octubre de 1934, que había quedado en manos nacionales.

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-El soborno era una vía muy socorrida…

-Sí, por ejemplo Agustín Aznar lo intentó con Lorenzo Carbonell, alcalde republicano de Alicante, azañista.

-Fracasan, pues, los intentos y José Antonio es fusilado…

-Con una nueva ilegalidad. Una vez dictada la sentencia capital, se entregaba al preso a la fuerza pública, que le ejecutaba en el cementerio. En este caso se hizo en la cárcel ante los rumores de soborno a los guardias para que le dejasen escapar. Además el Comité Provincial del Frente Popular, bajo dominio anarquista, mandó un piquete de ejecución y un segundo piquete de refuerzo, y fueron ellos quienes lo fusilaron en la prisión. El tercer piquete, el legal, no intervino.

-¿Cuándo se tuvo constancia en la zona nacional?

-Hubo certeza absoluta ese mismo día.

-¿Quién y por qué decidió ocultarla?

-Los falangistas estaban divididos en dos grupos, el de Manuel Hedilla y el de Sancho Dávila. Muerto José Antonio, habrían tenido que elegir nuevo jefe nacional y el poder se habría dilucidado de mala manera. Decidieron aplazar la comunicación oficial de la muerte y crearon el mito del Ausente. Pensaban que el final de la guerra era inminente y muy pronto se podrían reunir todos los consejeros nacionales.

-¿Cuánto duró el mito del Ausente?

-Murió con los funerales de 1938, y luego con aquel traslado de sus restos a El Escorial, que fue diseñado por Dionisio Ridruejo… ¡quien luego acusó a Franco de crear el mito!

-Pero sí hubo una mitificación de José Antonio…

-Porque a Falange le faltó en ese momento una doctrina clara. José Antonio, en la cárcel, necesita sistematizar su pensamiento y escribe sus Cuadernos de notas de un estudiante europeo. Y en las semanas que pasa en la cárcel Modelo de Madrid crea grupos de estudio. Pero todos los participantes son ejecutados en las sacas de agosto de 1936.

-No tenía ideólogos…

-Sólo José Luis de Arrese. No hay figuras de peso ideológico en la Falange. Los que había (Ramiro Ledesma, Onésimo Redondo, entre otros) no sobreviven a la guerra, y quienes sí lo hacen son el grupo de escritores que se ha dado en llamar “la corte literaria de José Antonio”. Son ellos quienes crean un mito tan potente que sigue vivo. Un mito ejemplificador, un arquetipo. Y Franco comparte esa tesis.

-¿Por qué?

-Porque es ésa la posición principal que él otorga a José Antonio en los años siguientes: la de un modelo de conducta. 

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