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Insisto, ¿que entiendes por actualización del pensamiento de José Antonio Primo de Rivera?

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Este es el problema más difícil y discutible de la operación de rescate intelectual de José Antonio, tal como se propone la actualización de su pensamiento. Y mucho me temo, más aún desde luego que en cuanto a lo dicho sobre su rehabilitación, que no se ha de entender correctamente nuestro propósito. Pero es absolutamente necesario reconocer que la circunstancia histórica que vivió José Antonio, y sobre la cual reflexionó y elaboró su pensamiento, no es la de hoy. Y que todo lo que escribió y dijo en su momento –que no es el nuestro, repito− no es trasladable, tal cual, al presente. Todo mensaje político tiene tres pilares fundamentales: el diagnóstico crítico de la problemática de su tiempo, el pronóstico prospectivo de la evolución previsible de esa problemática en un futuro más o menos próximo; y, en consecuencia, la propuesta o el programa de actuación. En este triple juicio, que resulta algo así como un silogismo, pueden cometerse, por lo menos, tres graves equivocaciones, según cometamos errores en el diagnóstico, en el pronóstico o en la propuesta. Toda propuesta de futuro tiene su fundamento, pues, en un diagnóstico del presente y en un pronóstico de su evolución. La propuesta consistirá, por lo tanto, en tres posibles fórmulas:

Insisto, ¿que entiendes por actualización del pensamiento de José Antonio Primo de Rivera?

a. El futuro previsible se estima como favorable y, si acaso, se desea su aceleración, facilitando el tránsito y removiendo los posibles obstáculos para su advenimiento lo antes posible: se trata de una propuesta reformista positiva. Lo que se pretende es promover la edificación de un nuevo orden, que se considera mejor.

b. El futuro previsible se estima desfavorable y no se desea, en absoluto, su advenimiento. Lo que se pretende es evitar que acontezca y, por el contrario, conservar y mantener el orden actual, que se considera positivo y valioso. Se tratará, en consecuencia, de una propuesta conservadora y contrarrevolucionaria, pues se luchará contra quienes quieren hacer el cambio.

c. No faltará quién, además de pretender que no triunfen los partidarios de un mundo distinto, considere el presente peor que un pasado ya perdido, a recuperar y al que se propone regresar. No se tratará, pues, de limitarse a ser contrarrevolucionario; se será, fundamentalmente, reaccionario. Dentro de cada una de estas tres fórmulas genéricas, –más o menos viables históricamente–, habrá tantas propuestas concretas como líderes, en mutua rivalidad o enemistad recíproca. Y todo esto no resulta una cuestión académica, a tratar en un seminario universitario. Cuando se traslada un mensaje político en su totalidad, acríticamente, de un tiempo a otro, –con una distancia temporal, en nuestro caso, de más de setenta y cinco años– no se puede pretender conseguir su vigencia actual sin un análisis y criba previos. Y habrá que tener el valor necesario para hacerlo así. Todo esto, por muy doloroso que nos pueda resultar, tiene que ser asumido porque es obvio. Por lo tanto, si pretendemos ofrecer el mensaje de José Antonio como una propuesta de futuro con vigencia actual habrá que empezar por aclarar qué es lo válido de ese mensaje, hoy, y qué es lo que ya no sirve. Ya sé que todo esto será descalificado por algunos, acusándonos de revisionistas. No importa: la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero, como recordó Machado.

Jaime Suárez
El legado de José Antonio,  vol. I,  p. 221

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José Antonio está muerto y lo está desde hace más de setenta años y en estos setenta años han pasado muchas cosas. O sea, que él está callado desde hace mucho tiempo y sigue y seguirá callado. Yo, antes, de joven, cuando era jefe de centuria, más de una vez me he clavado ante su tumba, entonces en el Escorial, y como escuadrista a su jefe le he pedido una orden, una consigna. Y he sentido el estremecedor vacío de su silencio. Pensé, entonces, en escribir un libro, Los silencios de José Antonio, que, tal vez, todavía algún día lo escriba. Esta es la primera realidad: José Antonio fue nuestro primer jefe nacional, pero hoy ya no lo es; no puede serlo. No hay jefes muertos, a un jefe se le pide dirección, pensamiento y acción. Por lo tanto, José Antonio no puede seguir pensando por nosotros: él ya no piensa. Dejó de pensar hace más de setenta años y sólo puede seguir pensando a través de nosotros. Hemos perdido un jefe pero hemos ganado un maestro. Nuestra relación con él ya no es, no puede ser, la de militantes escuadristas, sino la de discípulos.

– Pero esa actualización que propones, ¿tendrá sus límites?

Claro está que sí. Y en esto estamos todos de acuerdo, incluso los que aparentemente niegan la actualización y luego tienen que afirmarla, a renglón seguido. Por ejemplo, José Cabanas González-Nicolás en su prólogo a Falange y Fascismo de Sigfredo Hillers (Ed. Poesía que promete, Madrid, 2011) afirma que “en este libro no se añade ni se corrige nada de lo sustantivo del pensamiento falangista. Sencillamente porque es el fundador el que define la doctrina en sus contenidos esenciales. Su aplicación a las circunstancias y necesidades de cada tiempo histórico ha de hacerse con fidelidad a los valores y principios fundamentales de la misma”. Y un poco más adelante insiste: “Y este cuerpo total de doctrina evoluciona sobre una línea de unidad y de continuidad en sí misma. No se altera su esencia… No admite la revisión (revisionismo) ni la eliminación de los elementos doctrinales que son fundamentales; ni la incorporación de otros que alteren la armonía del conjunto”. Para poco después tener que añadir: “Así, las soluciones concretas que se dieron a las necesidades concretas de los años 30, hoy no serían posibles, porque la realidad económica, social, política, internacional, etc.. es otra muy distinta. De manera que las ciencias sociales deberán buscar en los valores y fundamentos de la doctrina de siempre las soluciones actuales a las necesidades concretas de la sociedad y del mundo presente. La falange se configura, de esta manera, como todo lo contrario que esas ideologías fosilizadas, muertas, petrificadas, cuyo “genoma” doctrinal ha perdido toda capacidad de “mutar y fijar por herencia” los cambios que las adecúan a las nuevas realidades”. Para, en fin tener que concluir así: “Al hacer las citas textuales de José Antonio sabemos perfectamente cuando están hechas y en qué situación histórica concreta. No se trata, por lo tanto, de aplicarlas literalmente al momento y a la situación presentes… las circunstancias concretas de los años 30 muy poco tienen que ver con las actuales. Pero los grandes valores y principios −y la actitud ética y el modo de ser falangistas− permanecen vigentes, porque son la respuesta intemporal a los interrogantes del individuo respecto a su propio destino personal y respecto a su actitud comprometida con los asuntos temporales”. Pues totalmente de acuerdo.

 Jaime Suárez
El legado de José Antonio,  vol. I,  p. 222 y 223

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2 COMENTARIOS

  1. El mismo José Antonio dijo que ser falangista no es una forma de pensar sino una forma de ser.
    Por tanto, si encontramos la manera de ser falangistas conforme al estilo y enseñanzas que de él mismo emanan, enfrentar situaciones políticas y sociales sería solo cuestión de actuar en ese sentido.
    Cualquier acción que se acometa con honestidad, espíritu de sacrificio y disciplina sobre la base del nacionalsindicalismo nos llevaría por el camino señalado por nuestros fundadores.

    • “Todo mensaje político tiene tres pilares fundamentales: el diagnóstico crítico de la problemática de su tiempo, el pronóstico prospectivo de la evolución previsible de esa problemática en un futuro más o menos próximo; y, en consecuencia, la propuesta o el programa de actuación.”
      Diagnóstico, prospectiva y programa. A este taburete, en teoría de estrategia, le faltan dos patas fundamentales: valores y fines. Sin ellos, sin saber qué fines perseguimos y qué valores los informan, todo diagnóstico, prospectiva y programa resultan perfectamente estériles.

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