Esa que hemos no paseado, sino marchado con la vieja canción, con la buena mochila y el eterno misal. Castilla madre, que sustenta briosa y terca a los hombres bien paridos. Castilla que tantas lecciones concede para bondad de los inteligentes, está aquí; mírala. Aquí, pidiendo no reformas, sino tradiciones. Está aquí después de sufrir dolorosas heridas y abrir sus carnes en gozosos dolores y en promesas fértiles y en doradas y espléndidas cosechas.
Castilla inquieta y ofensiva. Dolida y heroica. Generosa y humilde.
La heroica, sacrificada y Santa Castilla.
Sobre ella, los hombres más hombres del mundo juraron en un día su ensanche. Dios sea alabado. Viejas campanas de bronce antiguos doblan. La torre de la iglesia dorada de soles alumbra.
Y Castilla continúa firme dando sustento y asiento al hombre, mientras los huesos de sus santos tiemblan cuando tiembla la vida al paso de los que son legión.
Pero no pienses que tiemblan de miedo sino que tiemblan de fe. De esa fe que quema de impaciencia . De la fe que abruma diariamente bajo el sol de Agosto rezando a la sombra junto a la madre o al ritmo de las balas en un acto de contrición desesperado. La fe que cae como agua gozosa cuando amenaza sequía el alma. Y hermano, Dios te bendiga, en esa fe está el secreto del triunfo. En nuestras manos está el merecerla y en las manos del Señor de las Batallas y las Victorias , el concederla.
Esa es Castilla, la de la fe. Castilla, pero la de la fe batallando. La fe con la batalla de las obras.
Dios te bendiga, hermano.