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José Antonio Primo de Rivera y Federico García Lorca

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José Antonio Primo de Rivera y Federico García Lorca

Hay, sin duda, amistades peligrosas que la llamada memoria histórica trata de olvidar. Por encima de enfrentamientos ideológicos, los primeros años treinta propiciaron un ambiente de camaradería intelectual y personal que hizo que confraternizaran personajes que después se verían encuadrados, en ocasiones no muy a su gusto, en cada una de las dos Españas enfrentadas. Es el caso de José Antonio Primo de Rivera y Federico García Lorca. Por edad ambos pertenecientes a la Generación del 27, una generación de la amistad, como con acierto ha sido definida. Compartieron amistades, ambientes intelectuales, gustos literarios y ese aire de época que les hizo vivir al límite entre lo espontáneo y lo difícil.

Son pocos los testimonios que tenemos de la posible relación entre José Antonio y Lorca. En su Biografía apasionada de José Antonio, el escritor falangista Ximénez de Sandoval, amigo de José Antonio, testimonia el interés del fundador de Falange por conocer a García Lorca. Fue en el reestreno el 27 de febrero de 1935 de Bodas de sangre:

Gran-Via-Madrid-1935

A Federico García Lorca -a quien José Antonio admiraba extraordinariamente y de quien decía que sería el poeta de la Falange -no hubo modo de presentárselo, aún cuando una vez me invitara el Jefe a ver “Bodas de sangre” en el Coliseum, y entráramos en el camarín de Lola Membrives para ver si estaba y conocerle.

Un año después en el Teatro Lara se representaba una obrita teatral de Ximénez Sandoval y en el auditorio se encontraban Lorca y José Antonio. Sandoval recuerda que quiso aprovechar la ocasión para presentar a José Antonio a Lorca. Según él, tampoco fue posible. Aunque este autor se inclina a creer, por tanto, que no hubo relación entre ambos, todo nos hace indicar que en el Madrid de los años treinta lo más probable es que se conocieran. Gabriel Celaya, quen trató a Lorca y José Antonio, rememora las famosas tertulias de La Ballena Alegre. Aunque algo extensa la cita creo que merece la pena reproducir la palabras de la entrevista que concedió al hispanista Ian Gisbson. Podemos visualizar el clima que se repiraba antes de que los odios se desatasen:

Nosotros teníamos una tertulia donde íbamos a tomar café todos los días, era un sitio que se llamaba La Ballena Alegre, en los bajos del Lyon. A esta tertulia íbamos, pues, estudiantes de la Residencia de Estudiantes, que muchos eran actores de La Barraca, del teatro de Federico, iban el mismo Federico, Eduardo Ugarte, que era el otro codirector, con Federico, de La Barraca, muchos residentes y muchos amigos. Y allí nos reuníamos todos los días en el mismo sitio…Nosotros estábamos allí en una mesa. Y en la mesa de enfrente había otra tertulia, que era todos los fundadores de la Falange: José Antonio Primo de Rivera, Jesús Rubio (que después fue ministro), José María Alfaro…Nos conocíamos todos y nos insultábamos, pero era todo como un juego porque nos decíamos: “¡Cabrones! ¡Fascistas! ¡Rojos!”. Esto sería el año 1934. No había hostilidad. Las tertulias eran separadas y en los periódicos nos metíamos los unos con los otros, pero no había una cosa de guerra, era cosa de amigos, de intelectuales, de estudantes, y nos veíamos en las mismas exposiciones, en los mismos conciertros, en las mismas obras teatro. Madrid era muy pequeño…Estas cosas que te cuento de La Ballena Alegre, esto de que nos gastábamos bromas los unos a los otros y nos decíamos: “¡Cabrones!”, “¡Rojos!”, ¡”Fascistas!”, como en broma y que luego estábamos juntos tomando una cerveza en el bar del teatro, esto ya no parece verosímil; sin embargo, ¡era así!

Más adelante detalla el momento en el que Federico le presenta a José Antonio una de las innumerables noches madrileñas donde los jóvenes escritores compartían amistad, literatura, música y copas.

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A José Antonio me lo presentó Federico en Casablanca una noche de whiskys. Yo no había ido con Federico, había ido con un grupo de la Residencia, vamos de la misma tertulia, y allí estaba ya Federico con José Antonio. Casablanca era un cabaret, como se decía entonces, un sitio de baile nocturno. Y allí fuimos después de cenar y allí estaba ya Federico. “Oye, ven aquí -me dice-, te voy a presentar a José Antonio, vas a ver que es un tío muy simpático” Y nos presentó. Yo solo estuve en Madrid hasta el 35. Así que es totalmente cierto que Federico y José Antonio se conocían.

El diplomático chileno y republicano convencido Carlos Morla Lynch, al que recientemente la editorial Renacimiento ha reeditado sus interesantes memorias en dos volúmenes En España con Federico García Lorca y España sufre, fue íntimo amigo de Federico y también trató a José Antonio del que, desde la distancia ideológica pero de la cercanía personal y humana, hace los siguientes comentarios:

José Antonio me es extremadamente simpático. Todo un varón, fuerte, viril, decidido, con rostro y fisonomía de niño bueno. Nunca mejor aplicada para definirlo que la expresión andaluza “tiene cielo”. Su actitud -muy discutida- es noble y levantada, y no habrá republicano -por fanático que sea- que en el fondo de su ser íntimo no lo sienta así. Estoy cierto de ello…

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En vista de que es temprano todavía me voy a un Coktail-Party mundano que tiene lugar en Bakanik, el bar que está de moda. Me encuentro allí, en un ambiente elegante y aristocrático, con José Antonio, por quien tengo la mayor estimación. Es un muchacho de una entereza y noble caballerosidad a toda prueba; valiente, vertical siempre y seguro de sí mismo…

-Tienes la suerte- le digo- de que te quieran hasta tus enemigos. Noto que esta declaración sincera le conmueve, y, después de repetir la frase pausadamente -“hasta mis enemigos”- como para penetrarla bien, se queda pensativo.

El pintor falangista Alfonso Ponce de León también pudo servir de enlace entre José Antonio y Lorca. Asesinado sin escrúculos por los republicanos en 1936, este interesante artista, que diseñó el logotipo del SEU, colaboró con Federico en La Barraca desde 1932. Además se casó con Margarita Manso quien, según el también artista Santiago Ontañón, con anterioridad había mantenido una intensa relación con Lorca.

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José Antonio quien definía a la Falange como un movimiento poético que “levantaba la bandera de la poesía que promete frente a la poesía que destruye” y afirmaba que “a los pueblos no los ha movido más que los poetas”, se rodeó de un grupo de escritores, la llamada “corte literaria de José Antonio”, cuya relación con otros autores de la Generación del 27 y las vanguardias fue intensa. Rafael Sánchez Mazas, protagonista de la exitosa novela Soldados de Salamina, Ernesto Giménez Caballero, mentor de la integradora Gaceta Literaria, Eugenio Montes, Agustín de Foxá, Jacinto Miquelarena, José María Alfaro, Luys Santa Marina, Tomás Borrás, Samuel Ros, discípulo de Ramón Gómez de la Serna, Dionisio Ridruejo o Pedro Mourlane Michelena unieron a su faceta de escritores su militancia falangista. Recientemente dos libros han estudiado el ambiente intelectual en el que se gestó la fundación de la Falange: La corte literaria de José Antonio de Pablo y Mónica Carbajosa y Vanguardistas de camisa azul de Mechthild Albert.

Es precisamente en estos ambientes de vanguardia donde Lorca y José Antonio también pudieron coincidir. Curiosa y muy interesante era la Sociedad Gastronómica GU, fundada en San Sebastián en 1934. Sus principales impulsores, que con anterioridad se reunían en el Café Madrid, fueron Aizpurúa, Cabanas, Lagarde, Jesús Olasagasti y Carlos Ribera. Siguiendo las tendencias vanguardistas de la época, el local estaba decorado como si fuera un barco, siendo el púlpito para las conferencias una especie de torre de control. La conferencia inaugural, a la que asistió Pablo Picasso, la pronunció Rafael Sánchez Mazas. Por allí desfilaron gentes pertenecientes a lo que poco años después se conocería como las dos Españas y que entonces compartían una misma pasión por la cultura y la modernidad: Max Aub, Giménez Caballero, Benjamín Jarnés, Guillermo de Torre y por supuesto Federico García Lorca y José Antonio Primo deRivera quienes posiblemente coincidieron en algunas de sus veladas.

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Como hemos comentado, uno de los impulsores de GU fue el arquitecto y líder falangista donostiarra José Manuel Aizpurúa. Cuenta Gabriel Celaya que el 8 de marzo de 1936 se citó con García Lorca en el hotel Biarritz de San Sebastián. Lorca había pronunciado el día anterior una conferencia sobre el Romancero Gitano en el Ateneo donostiarra. Lorca apareció acompañado por José Manuel Aizpurúa, fundador de la Falange en San Sebastián. Celaya, llevado por sus prejuicios izquierdistas, se negó a saludar a Aizpurúa, creándose una situación tensa. Tras marcharse el arquitecto falangista, relata Celaya:

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Me preguntaba Federico por qué no había querido saludar a José Manuel Aizpurúa, y por qué entre los dos, le habían creado una situación tan tensa. Yo trataba de explicárselo con frenesí, quizá con sectarismo, y él, incidiendo en lo humano, trataba de explicarme que Aizpurúa era un buen chico, que tenía una gfran sensibilidad, que era muy inteligente, que adoraba mis poemas, etc. Hasta que al fin, ante mi cada vez más violenta cerrazón , reaccionó , o quizá quiso que abriera los ojos de sorpresa , con la confesión de lo terrible:

-José Manuel es como José Antonio Primo de Rivera. Otro buen chico. ¿Sabes que todos los viernes ceno con él? Pues te lo digo. Solemos salir juntos en un taxi con las ventanillas bajadas, porque ni a él le conviene que le vean conmigo, ni a mí me conviene que me vean con él.

Ian Gibson recoge una anécdota ocurrida el 25 de agosto de 1934 en Palencia donde La Barraca representaba el Burlador y las almenas de Toro. En un céntrico restaurante de la ciudad, mientras los actores y estudiantes de la compañia comían, entró José Antonio junto a cuatro falangistas. Al darse cuenta éste de que allí se encontraba García Lorca, le mandó una nota que acababa de escribir en una servilleta y que, según Modesto Higueras, leyó Lorca con disimulo:

Federico, ¿no crees que con tus monos azules y nuestras camisas azules se podría hacer una España mejor?

Y es que José Antonio, gran conocedor de la literatura española del momento, era admirador de la obra poética y dramática de Lorca. Así, según Ximénez Sandoval, sus Canciones se encontraban entre los libros preferidos del fundador de la Falange, junto a Marinero en tierra de Rafael Alberti y Víspera del gozo de Pedro Salinas. De hecho, José Antonio consideraba a Lorca como el mejor cantor de la imaginada España nacionalsindicalista, esa “España alegre y faldicorta” que nada tuvo que ver con la que finalmente se impuso tras la guerra, una España liderada, en palabras del propio José Antonio, por un grupo de “generales de desoladora mediocridad política” que no tuvo escrúpulos en aniquilar físicamente al poeta granadino e ideológicamente al revolucionario falangista. Corría el mes de agosto de 1936. José Antonio estaba encarcelado cuando se enteró del asesinato de Lorca. Según cuenta Ximénez Sandoval “por Miguel Primo de Rivera, sé que se enteró del trágico fin del gran poeta granadino en los días de su proceso, y le impresionó mucho”.

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Lorca fue víctima de venganzas personales y del radicalismo de los sectores más reaccionarios de la capital granadina, con Ruiz Alonso a la cabeza, que tras deshacerse de los líderes falangistas auténticos opuestos al revanchismo y a los asesinatos indiscriminados, como el cordobés Patricio González de Canales, desató en la capital granadina una represión sin límites. Precisamente Lorca fue a buscar refugio en la casa del poeta falangista, Luis Rosales. Esta situación se repitió en otros muchos puntos de España. La Falange fue progresivamente adulterada, algunos de sus miembros como Manuel Hedilla encarcelados y otros, como Juan José Domínguez o J. Pérez de Cabo, incluso fusilados. En la zona republicana, tres meses después de la muerte de Lorca, también caía vilmente asesinado José Antonio en el patio de la prisión de Alicante. Está claro que lo que se debatía en los campos de batalla no era el triunfo de la legalidad, la democracia, el sentido común o la inteligencia.

Lorca y José Antonio vivieron con intensidad y generosidad, seducían y cautivaban a los que los conocieron, cayeron muy jóvenes víctimas del odio y tras sus injustas muertes, sufrieron la manipulación de aquellos que, desconociendo el sentido último de sus trayectorias vitales, los convirtieron en mitos peterificados al servicio de ideologías excluyentes. Sin saberlo, o quizá conscientes de ello, cada vez que Lorca y José Antonio compartían whisky y dancing en el Casablanca, amigos en La Ballena Alegre, lecturas poéticas, tertulias o paseos inconfesables en el Chevrolet amarillo, estaban construyendo la Tercera España.

Fernando Álvarez Jurado

La Tercera España

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