Se ordena a todos los vecinos que depositen en la plaza pública mas inmediata a su domicilio y en sitio que no interrumpan el tráfico, todos cuantos objetos, imágenes, estampas, etc. de carácter religioso tengan en su poder, con excepción de los que por ser de metales preciosos o corrientes o de alguna otra materia aprovechable puedan tener valor material, de los cuales se desprenderán igualmente entregándolos en el Departamento de Orden Público de este Comité.
Se concede para estas operaciones el plazo de CINCO DIAS, pasados los cuales se realizará investigación en todos los domicilios y en el que se encontrasen objetos de los indicados serán declarados facciosos sus moradores y en tal carácter serán pasados por las armas.
Si alguno de ustedes se pregunta qué diablos es esto, antes de que empiece a atrancar la puerta o vaya a depositar ningún crucifijo en ninguna parte le avisamos que no hace falta que lo haga. Porque no se trata de ninguna orden actual sino de un bando que el Comité Revolucionario de la UGT y la CNT dictó el 24 de octubre de 1936 en la localidad de Játiva (Comunidad Valenciana).
Unas 10.000 personas fueron asesinadas por motivos religiosos durante la Guerra Civil en la zona republicana. No nos pregunten por qué, pero este bando ha vuelto a circular con cierta intensidad en los últimos días. Y eso también es memoria histórica. No tanto para decir qué malos fueron aquellos, sino para ver qué poco sentido tiene remover las tumbas o utilizar como arma arrojadiza un pasado tan comprometido para todos.
Navarra Confidencial