Viviremos más años, cierto. Pero también lo haremos en un país más envejecido. Ésta es la doble cara del escenario que el Instituto Nacional de Estadística (INE) esboza en su «Proyección de la población de España a corto plazo 2013-2023». Así, a partir de 2017, el número de defunciones superará por primera vez el de nacimientos: 406.054 los primeros, 397.714 los segundos. ¿Consecuencias? Para 2023, nuestro país «perderá» 2,6 millones de habitantes, pasando a tener 44,1 millones. En definitiva, una reducción de la población del 5,6%.
Lo cierto es que esta tendencia comenzó en 2012. Ya el pasado año, el INE apuntó que España perdía población -en aquel caso 100.000 habitantes- debido al envejecimiento paulatino y a la escasez de nacimientos. Además, el organismo estimaba que nuestro país no dejaría de perder población: aproximadamente algo más de un millón por década.
El nuevo trabajo del INE no hace sino confirmar esta tendencia para el año 2022. ¿Los motivos? Básicamente, por la reducción del número de mujeres en edad fértil -de 15 a 49 años-, que descenderían en 1,9 millones; consecuentemente también decrecería el número de nacimientos –continuando con la tendencia iniciada en 2009– con un descenso del 17,1% –en total 3,9 millones de niños– respecto a la década pasada, y, por último, la esperanza de vida aumentaría: 81,8 años en los hombres –a día de hoy es de 79,3– y 87 años en las mujeres –85,1 actualmente–. Un apunte significativo: el número de centenarios prácticamente se doblará en 2023, pasando de 12.033 a 23.428.
Nacimientos insuficientes
Curiosamente, dentro de diez años aumentará el número de hijos por mujer, pasando de 1,41 a los 1,34 actuales. Sin embargo, no sería suficiente para nivelar la balanza entre nacimientos y defunciones: las muertes superarán a los alumbramientos en 71.812.
La crisis económica ha tenido mucho que ver en las previsiones del INE. «Son proyecciones estáticas: dependen de que no haya crecimiento económico y que no haya un flujo migratorio que pueda compensar nuestra tendencia a reducir la natalidad», explica Antonio López Peláez, catedrático de Trabajo Social de la UNED. En su libro «Crisis económica y emancipación tardía», publicado por Obra Social La Caixa, López Peláez pone el problema de relieve. «Nuestra sociedad no es sostenible si no apoyamos a las familias y a la natalidad, como han hecho otros países de la UE. Tener niños supone una libre elección, pero son un bien social», afirma. En este sentido, el INE señala el descenso en casi un millón de niños menores de 10 años, así como la pérdida de 4,7 millones de personas entre 20 y 49 años.
Y es que, por un lado, «nuestro país ha apoyado sistemáticamente la tercera edad en sus servicios sociales», pero, «durante muchos años», nuestros jóvenes «se encuentran en situación de exclusión social». La dificultad para tener más hijos de los que luego pueden permitirse es una de las consecuencias. «No es posible desarrollar un proyecto familiar. A nivel colectivo, nos jugamos nuestro futuro», concluye.
Hasta ahora, la escasez de nacimientos se había compensado con la «inyección» que supuso la inmigración. «El crecimiento natural había sido solapado por la natalidad de las madres extranjeras. Gracias al «boom» de la inmigración, suponía uno de cada cinco nacimientos», explica Eduardo Hertfelder, presidente del Instituto de Política Familiar (IPF). Así, aunque fuera sólo «aparentemente», había más nacimientos que defunciones. «Con la crisis, llegan menos inmigrantes y, por tanto, se reducen los nacimientos», añade. De hecho, el INE señala que, por cada persona que venga a residir a España, se marcharán dos. Así, 591.515 españoles optarán por abandonar el país.
El envejecimiento progresivo de la población dice mucho de la viabilidad del sistema sanitario de un país. Pero también puede derivar en más de un problema. «Podemos ir hacia la quiebra del Estado del Bienestar. Concretamente, al derrumbe del sistema de pensiones: no se va a generar dinero suficiente para que los mayores de 65 años puedan recibir las prestaciones», augura. Una de las consecuencias podría ser el pasar a un «sistema mixto de pensiones: públicas y privadas».
En resumen, Hertfelder cree que «una sociedad sin niños está abocada al suicidio colectivo». Algo que en países como Francia, «en los que tradicionalmente no ha existido tanta sensibilidad hacia la familia», sí que han tenido en cuenta con el desarrollo de planes integrales en torno a la familia y la natalidad. Mientras, en España, «el apoyo a la familia se ha considerado un gasto y no una inversión».
La Razón