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¿DINERO? PA…ASÁ UNA VACA

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Por Pedro Conde Soladana

¿Pa…asá una vaca? Y para churrascar todos los toros y sus madres de las ganaderías andaluzas, más las vacadas completas de sus estabulaciones lecheras, chotos y chotas incluidos. Pues ¡anda, qué no dan de sí los billetes de los mil y pico millones de euros! No digamos si los convertimos en billetes de pesetas; habría para nublar los cielos de la Península Ibérica con el humo de las barbacoas de la UGT y el PSOE andaluces. ¡Ele! ¡ERE! ¡Ele! ¡ERE!, y dale al cante.

La pestilencia viene de lejos. Aquí, en esta tierra, en los primeros años de esta democracia, me contó un camarero, cuyo restaurante estaba cerca de una sede sindical, cómo acababan los bocatas de media mañana; qué bocanadas de humo; eran cohíbas. Pagaba el sindicato. No contaré ahora lo de aquel secretario general del sindicato, en esta Autonomía, que, al no mucho tiempo de ser nombrado, fue encarcelado con uno de sus segundos de abordo por sus males artes en la administración del dinero público que recibían. Está en las hemerotecas.

Cuando la madre de ese sindicalista, caradura “ugetero”, un tal Juan Lanzas, definió la fortuna colchonera de su hijo con esa frase tan gráfica y ostentosa, cifró en letra la negra contabilidad que se lleva en los despachos oficiales de políticos y sindicalistas de aquella “tierra de María Santísima”, Andalucía. También le cabría a la frase el palabro de aquel Jesús Gil y Gil, alcalde que fuera marbellí, de “ostentórea”, que compendia los significados de ostentosa y estentórea, suntuosa y retumbante.

En el primer momento, la frasecita te causa risa pero cuando inmediatamente reparas en la realidad del contexto social, político y económico en que se produce, el sentimiento se troca en rabia, asco y rebeldía. ¿Se puede aguantar tanto cinismo, tanto patraña, tan inmensa y pelágica corrupción? Si el pueblo español, si el pueblo andaluz en concreto se traga su propio cuerpo corrompido con la quietud de un antropófago satisfecho, es que la sociedad está enferma hasta el extremo de haberse convertido en coprófaga de sus propias inmundicias. Las encuestas y las urnas no parecen dar otro pronóstico.

La fulera frase, “dinero pa…asá una vaca”, que tiene su candonga, podría hacer fortuna en su día como muchas que han pasado al acervo popular del idioma para definir aquellos casos y tipos que han hecho la suya, su fortuna, por medios tan estragados y perversos como los de estos políticos y sindicalistas; nuevos señoritos despóticos de ese moderno, vasto y basto cortijo andaluz.

Lo peor es que al describir el panorama ético y social de esta bonita y admirada tierra, la conciencia y consciencia te alertan súbitamente de que, hoy y ahora, las demás tierras de España adolecen del mismo mal; con el solo matiz entre ellas del tamaño y la cantidad, que no es poco. La historia se repite y la corrupción es un vicio que la acompaña. ¿Qué diferencia hay entre la España de la Restauración, a caballo de los siglos diecinueve y veinte, con su caciquismo, su clientelismo, y la de este siglo veintiuno? Una al menos, para peor, hay mucha más manteca dineraria para repartir en el Patio de Monipodio.

La virtud y el vicio siguen naciendo del mismo leño: la condición humana; que podrá tender a la perfección pero a la que el vicio no abandona, como su sombra a quien la proyecta.

ABC de Castilla y León

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