Nos enfrentamos a varias graves crisis superpuestas: la económica, la institucional, la territorial, la ética. Como resultado, grandes segmentos sociales han desarrollado una preocupante desconfianza hacia nuestro sistema democrático. Necesitamos una reforma profunda de nuestro país que garantice la prosperidad y el bienestar de los ciudadanos, y tal reforma sólo podrá llevarse a cabo reforzando nuestros principales valores civiles: la libertad, la igualdad, la solidaridad y la unión.
Los problemas de la democracia se resuelven con más democracia.
La mayoría de ciudadanos ha dejado de confiar en los políticos y en las políticas inmovilistas y decadentes que nos han conducido a esta situación. No podemos permitirnos caer en el optimismo ingenuo ni en el catastrofismo. Y lejos de aportar soluciones, los populismos sólo traerían problemas añadidos.
Ni el futuro está escrito, ni vamos a dejar que lo escriban por nosotros. España será lo que queramos los españoles.
La voluntad de la mayoría es la única que puede lograr los cambios requeridos.
Las reformas que proponemos reforzarán los pilares de nuestra democracia y de nuestra nación.
Son objetivos urgentes: democratizar los partidos políticos, abrirlos a la sociedad, someterlos al principio del mérito, hacerlos transparentes e implacables con la corrupción, generalizar el mecanismo de las elecciones primarias; conseguir un sistema de representación que devuelva el poder a los ciudadanos, pudiendo los representados escoger a partidos y también, directamente, a sus representantes a través de listas abiertas, de acuerdo con una ley electoral justa y proporcional; asegurar una efectiva división de poderes, alejando a los partidos del Poder Judicial, del Tribunal Constitucional, de los órganos reguladores y de supervisión del sector financiero y de los medios de comunicación; reformar las administraciones públicas poniéndolas realmente al servicio de los ciudadanos y las empresas, asegurando los servicios públicos esenciales y suprimiendo burocracias y duplicidades.
Como base de las grandes reformas, defendemos la aprobación de un Pacto Nacional por la Educación que mire a una generación -no a una legislatura o a un gobierno-, y que garantice un sistema educativo de calidad para todos. Por encima de cualquier otra consideración, la educación se dedicará a formar buenas personas, buenos ciudadanos y buenos profesionales.
Los españoles vamos a abrir una nueva etapa política. La Constitución de 1978, que ha garantizado 35 años de estabilidad, libertades y progreso económico y social, seguirá siendo, con las actualizaciones necesarias, marco y garantía de nuestros derechos y libertades. Todo cambio es posible desde la Constitución; ningún cambio es democrático fuera de ella:
En un Estado de derecho, lo legítimo es lo legal.
La nueva etapa exige cerrar y enterrar el capítulo de las dos Españas, así como las luchas territoriales, para que crezca sin cortapisas la nación de ciudadanos libres e iguales ante la ley.
Una España diversa que reconoce su historia, sus lenguas y su cultura como patrimonio de todos, sin hacer de esa riqueza lastre o arma política que ponga en riesgo nuestro futuro unidos.
Lamentablemente, los partidos políticos representados hasta ahora en las Cortes Generales no han sido capaces de articular ni de vertebrar un proyecto común español que mire hacia el futuro sin prejuicios. Ha llegado el momento de convertir indignación y preocupación en acción e ilusión.
Se ha acabado el tiempo de la resignación, de los súbditos; es la hora de la esperanza, de los ciudadanos.
Nos veremos en las calles, en las redes y en las instituciones. Todos juntos, como un movimiento ciudadano. ¡Muévete!