No es el gallego del tópico. Ese que responde con otra pregunta. Francisco Vázquez es más bien de otra cepa, de la que da frutos sin rodeos. Incluso, sin anestesia. Por esta franqueza, algunos le etiquetaron como verso libre del PSOE, tanto como alcalde de La Coruña como en su etapa de embajador cerca de la Santa Sede. Pero más que de rima, él más bien es de Tribuna Libre, de esas que escribe en «Vida Nueva», donde busca desmitificar los privilegios fantasmas de la Iglesia. Con esta misma libertad, ayer clausuró el XV congreso Católicos y Vida Pública, organizado por la Asociación Católica de Propagandistas y la Fundación Universitaria CEU San Pablo.
–El lema de congreso es «España: razones para la esperanza». Hoy por hoy, ¿tenemos motivos para ello?
–Siempre hay que tener ese punto de ilusión para el futuro. Pero para ello hay que diagnosticar el presente. A mi juicio, hay grandes problemas que afectan a la convivencia de los españoles y que generan un clima de crispación, más allá de la crisis económica. El principal problema que tenemos es de índole política, sobre todo porque en los últimos tiempos hemos reabierto contenciosos que la experiencia nos demuestra que han sido malos para España, sobre todo los que hacen referencia a la cuestión territorial, los relativos a lo que se llamó la cuestión religiosa y que ha llevado a romper ese punto de encuentro que tuvieron la izquierda y la Iglesia y, por tanto generar una inestabilidad que reproduce situaciones anteriores.
–Son cuestiones con difícil receta.
–La solución pasa por recuperar el espíritu de la Transición, ese clima de acuerdo, de diálogo, de entendimiento, que obliga moralmente a los dos grandes partidos políticos que representan el espectro mayoritario de la sociedad española. También es necesario plantearnos reformar un megaestado que excede a nuestras posibilidades económicas para sostenerlo y para superar los conflictos competenciales que ha disparado la repercusión de los nacionalistas. De la misma manera, urge trabajar en la no ingerencia tan absoluta de los partidos en los espacios jurisdiccionales.
–¿Y qué pintan ahí los católicos?
–Es necesario que los católicos seamos coherentes con nuestra conciencia y con los principios morales que confiere la doctrina social de la Iglesia dentro de las distintas opciones políticas: coherencia, congruencia y consecuencia entre nuestra conciencia y nuestra presencia en la vida pública.
–Socialista, católico y del Depor. ¿Se pueden vivir con coherencia estas tres facetas?
–Lo del Depor es lo más fácil… Evidentemente, sí. De hecho, así ha sido hasta ahora. En el inicio de la democracia, muchos católicos comprometidos participaron en la vida pública pasando a formar parte de los partidos de la izquierda, no sólo del PSOE. Y es que los principios de la Iglesia católica son universales, son valores como el de la fraternidad o la caridad, que son, en otras palabras, el de la solidaridad y la igualdad.
–Defender estos pilares le ha costado algún que otro disgusto dentro de su partido y no sé si también algún cargo…
–Hasta hace muy poco ha habido una larguísima etapa en el Partido Socialista en la que había un gran respeto por la libertad de conciencia desde la pluralidad. Es más, se toleraba por motivos de conciencia la discrepancia, que nada tiene que ver con la disparidad de criterio ante cuestiones políticas puntuales. En los últimos tiempos no es así: se ha recuperado y establecido una corriente de hostilidad hacia todo lo que representa el hecho religioso, con un afán de reducir la religión al ámbito de lo privado. Esto está causado por una falta de fortaleza ideológica.
–¿Es la Iglesia un blanco fácil?
–Constantemente se utilizan falacias para descalificar a la Iglesia, tanto desde la denuncia de una supuesta situación de privilegios, que no existen por ninguna parte –ni en materia fiscal ni en materia educativa– ,hasta los célebres acuerdos con la Santa Sede. Me preocupa que se intente limitar o prohibir el derecho de la Iglesia, como el de cualquier institución o persona, de exponer públicamente sus criterios y poderlos defender. Eso es un contrasentido.
–¿Cómo valora los ataques contra la Iglesia que se plantearon la semana pasada en la Conferencia Política del PSOE?
–Son absurdos, anacrónicos, están fuera de tiempo. Es un debate que no existe en ninguna sociedad europea. Es el intento de imponer una religión de Estado, que es lo que a veces se oculta bajo es concepto de laicismo a ultranza, de que sea el propio Estado el que legisle sobre los principios y los valores y no se respete esa pluralidad que existe dentro de cualquier sociedad. A ello hay que unir cuestiones que desgarran internamente al propio partido, como quebrar la línea histórica que siempre se ha mantenido de compromiso con la unidad de España.
–¿Lleva a algún sitio el órdago secesionista de Artur Mas?
–No lleva a ningún sitio porque no tiene ninguna base ni fundamento más allá de manifestar intereses económicos de élites regionales. Es una transgresión permanente de la realidad histórica que se falsea ideologizando en las aulas la educación de los jóvenes –esto sí que es peligroso– e ignorando las reglas de juego de nuestra convivencia. Por eso es preciso tener unas posturas claras y firmes. Hay cuestiones que ni siquiera son motivo de negociación y diálogo, como el concepto de soberanía nacional, que pertenece al conjunto de los españoles, un valor moral al que estamos obligados por respeto a nuestra propia historia y a nuestros antepasados, pero también por compromiso con nuestro futuro por los que van a venir después. Tenemos que mantener lo que ha representado esta realidad histórica que llamamos España. Abrir las puertas a una modificación de nuestra forma de Estado y hablar de federalismo o confederalismo es avanzar más en un despropósito, porque el objetivo último de los nacionalistas es el independentismo y cualquier atención que se le dé a sus reivindicaciones en seguida la amortizan para plantear otra meta que les lleve a su fin.
– Este principio de respetar la unidad de España, ¿se le está olvidando al PSOE o al PSC?
–Ese supuesto derecho a decidir está desgarrando al PSC, pero también al PSOE. Me preocupa la falta de respuesta al problema político esencial que tiene hoy España: las amenazas contra su propia unidad como proyecto nacional, donde el PSOE siempre ha tenido un discurso nítido y claro. Esto es muy alarmante y a la vista está que no hay un compromiso claro. Ante la unidad de España no caben ni tibiezas ni falsas interpretaciones. En esta última conferencia se han tomado decisiones que no es que vayan en contra de los 130 años de historia de un partido, van en contra de la posición que ha tenido el PSOE en la Transición democrática, en la elaboración de la Constitución como pilar del Estado. Un ejemplo muy claro es lo que se ha dicho sobre los acuerdos con la Santa Sede: se olvida que fueron votados y aprobados por los propios socialistas, ejecutados y desarrollados por los propios gobiernos socialistas. Basta recordar la respuesta que en la etapa de Felipe González se dio al ámbito educativo con la creación de la fórmula de los colegios concertados. Además, yo soy testigo directo en mi condición de embajador de cómo en los gobiernos de Rodríguez Zapatero se aplicaron esos acuerdos para solventar el problema de la financiación de la Iglesia, homologando la solución a la que existe en el resto de los países, dejándolo a la voluntariedad de los ciudadanos, sin plantear ningún tipo de excepcionalidad.
–Felipe González alertó de que el PSOE podría estar perdiendo su vocación de mayoría.
–Con todas estas políticas radicales, abandonamos el espacio del centro izquierda, el discurso de la prudencia, que es el que te permite ganar las elecciones y gobernar. El PSOE ha tirado esto por la borda, ha dejado de competir con su principal adversario, que es el PP, y ha entrado en la locura de competir con los radicales que están a su izquierda que no le reporta ningún beneficio y lo aleja de sus propias bases electorales.
– ¿Esto cuestiona el liderazgo de Rubalcaba?
–El problema que arrastramos es no haber asumido las consecuencias del rechazo que los ciudadanos expresaron en las últimas elecciones hacia el último Gobierno del PSOE. Tuvimos la derrota más espectacular de toda la democracia, elocuente hasta la saciedad. Pretender continuar con las mismas caras, con los mismos corresponsables de lo que fueron unos años que los ciudadanos aprecian como negativos es una gran contradicción que deslegitima al partido en su propio discurso. Mientras que no produzca ese cambio, que no se reduce sólo al señor Rubalcaba, vamos a carecer de credibilidad. Este discurso que hago es de lealtad, porque la máxima lealtad es la de alertar y avisar de que vamos por el mal camino. Imagino que habrá algún momento en el que se darán cuenta de lo que pasa.
–Habla de rostros nuevos. ¿Susana Díaz?
–Hay que darle tiempo y espacio, pero ha tenido un inicio muy positivo con unos discursos claros, muy en línea con los principios del partido, con capacidad de autocrítica y reconociendo que hemos hecho cosas mal que nos han distanciado de la ciudadanía. Tengo una gran ilusión y una gran esperanza con la nueva responsable del partido en Andalucía. También hay otros rostros ilusionantes, como el nuevo secretario general de los socialistas gallegos o el alcalde de Toledo.
La Razón