Por Juan Manuel de Prada
ABC 29/12/2013
LA alguacilesa Cristina Cifuentes, felizmente recuperada después de pegarse una morrada con la moto, salió del hospital diciendo que «ahora veía la vida de otra manera». Nosotros, conociendo el kilometraje de la alguacilesa como motera y tertuliana televisiva fetén, imaginamos enseguida que habría entrado en el hospital con una visión de la vida a la manera de Paolo Coelho y salido del hospital con una visión de la vida a la manera de Jorge Bucay; o acaso a la viceversa. Pero de su nueva manera de ver la vida no supimos más, hasta que el otro día afirmó –¡oráculo de Delfos!– que ella la vida la ve sometida a una ley de plazos, en vez de sometida a una ley de supuestos, que es como la ven otros en su partido. La alguacilesa Cifuentes es la propia que tiene Rajoy en la corte y checa para que le cuente los figurantes de las manifas; y la alguacilesa Cifuentes no acierta en el cómputo ni de casualidad: a veces, cuenta como manifiesteros a los abueletes que sacan a pasear a la nieta; y, a veces, no cuenta como manifiesteros ni a quienes enarbolan la pancarta. Pero sus errores en el cómputo le dan vidilla al cargo de alguacilesa; y ahora le ha dado más vidilla todavía con su manera de ver la vida, sometida a plazos.
Y es el caso que la alguacilesa Cifuentes no es la única pepera que se ha significado por su manera de ver la vida sometida a plazos; la alcalduela de mi ciudad levítica, por ejemplo, que así que llega la Semana Santa se pone la mantilla y corre detrás de las imágenes, portando una vela que le derrama estalactitas de esperma en la mano, también ha querido discrepar de la manera de ver la vida que tiene su partido. A mí estas discrepancias en la manera de ver la vida de alguacilesas, alcalduelas y demás mamandurrios peperos me hacen una gracia que me matan: primeramente, porque no entiendo la manía que tienen algunos en discrepar, cuando sólo tienen ciencia para trepar; y luego, porque tampoco entiendo que en todas las otras cuestiones los mamandurrios peperos bailen al mismo son, con perfecta sincronía, como las varillas de un limpiaparabrisas, y, en llegándoles al comedero que todos comparten en amor y compaña la patatica caliente del aborto, empiezan todos a disputar de repente, como si fueran los albañiles de la torre de Babel. ¿Que el Gobierno decide congelar el salario mínimo? Todos quietecicos, prietas las filas. ¿Que el Gobierno sube los impuestos y expolia al ahorrador? Calladicos como profesionales del amor mercenario. Pero, ¡ay!, que no les toquen su manera de ver la vida con nuevas leyes del aborto, que enseguida se desmandan. «¡El muerto al hoyo y el vivo sin bollo!», parece que estén diciendo, mientras se ríen a carcajadas de los pobres cándidos que todavía les votan.
A mí todos estos mamandurrios peperos me recuerdan a un plumífero muy señoritingo que conocí allá en la juventud, vástago de rancia estirpe azul mahón, que escribía unos artículos infestados de empalagos políticamente correctos y baboserías progres. Una vez le pregunté: «Pero, hombre, ¿por qué escribes esas cantamañanadas que dan grima?». Y él, tan encantado de haberse conocido, me espetó: «Coño, es para ver si se fijan en mí en El País y me fichan de una puñetera vez». Sentí pena de aquel pobre diablo, como ahora la siento de estos mamandurrios peperos, tan miramelindos y cagapoquitos, tan ablandabrevas y culitiernos en sus maneras de ver la vida, que uno nunca sabe si corcovienen o corcován con sus plazos y supuestos. Claro que más pena siento de mí mismo, por dedicarles un folio de mi escritura; pero, a veces, uno también tiene que hacer pilates con las palabras, aunque lo suyo sea la maratón.
En todos los campos hay injertos, recuerdo una activista de IU de Córdoba que al paso de la procesión por su casa, ponía música rock en el balcón, una vez que fue elegida la «concejala» representando a la «ciudadania» de Córdoba, paseaba tras el Paso con báculo incluido y vestimenta de «manola».
El gran triunfo del PSOE fue crear en la «ciudadania» un espejismo sobre el Zapaterismo elevándolo a grado superior a la Patria, Unidad, etc., estaba mal visto ser español, hasta que ganó España la 1ª copa del mundo, ahí todo se fue abajo como una baraja de naipes.
Ahora los españoles hemos superado esa oscura etapa del Socialismo de Zapatero, «Me cansé de la hipocresía y de ser políticamente correcto», ahora la «Ciudadania», (palabra que odio), dice lo que pienso, se han cansado de la hipocresía, de ser siempre política correcto».