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Operación De Gaulle

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Por Chema Galván 

“En el seno de los servicios secretos españoles se redactará, en los primeros años de la Transición, un plan que será bautizado como Operación De Gaulle. Cuando el recién nombrado ministro de la Defensa Rodríguez Sahagún tenga conocimiento de dicho plan, ordenará que los redactores del mismo abandonen el CESID y vuelvan al Ejército. Pero, curiosamente, dicho plan no fue destruido, sino que fue guardado en un cajón esperando tiempos mejores”.

El párrafo anterior es parte de la narración del coronel Diego Camacho, antiguo oficial de Inteligencia durante el archiconocido suceso del 23 de febrero de 1981. Durante los últimos 32 años, la versión oficial que de dicho acontecimiento se nos ha transmitido desde los mass media contiene todos los elementos de una película de Hollywood: desde el héroe gallardo y de inquebrantable rectitud hasta los malignos facinerosos enemigos de la libertad. Hay que reconocer que esta versión ha calado hondo en el ideario colectivo de la sociedad española. No obstante, a pesar del monolitismo mediático en torno a la cuestión, no han faltado las voces, otrora poco escuchadas, que han ofrecido una versión muy distinta. De todas ellas, la que más convincente me ha parecido de un tiempo para acá, ha sido la dada por el coronel Camacho.

El 23-F sería fruto de la llamada Operación De Gaulle. El plan debe su nombre a lo ocurrido en Francia con la proclamación del general Charles De Gaulle como presidente de la República, como una medida de emergencia para atajar la fractura social en el país galo durante los años previos a la independencia de Argelia. Así pues, el objeto de la operación viene a ser ofrecer una solución de urgencia ante una hipotética situación extrema, previamente creada por los propios ideólogos del proyecto. Dicha situación extrema se calificó como SAM (Supuesto Anticonstitucional Máximo).

La puesta en práctica del plan debe encuadrarse en el contexto internacional del momento y tiene un fin muy concreto por parte de sus autores: la caída del entonces presidente del Gobierno, Adolfo Suárez. En aquel momento, víspera de la llegada de Ronald Reagan a la presidencia de los Estados Unidos, los intereses geopolíticos norteamericanos pasaban por la integración de España en la OTAN. El dominio del Mediterráneo era fundamental para Washington, en especial en lo que se refería a disputar a los soviéticos el control de Oriente Próximo y proporcionar un adecuado apoyo a Israel. En este aspecto, Suárez suponía un obstáculo. El presidente español no parecía –como luego manifestaría por escrito su vicepresidente Calvo-Sotelo- muy partidario de integrar a España en la alianza atlántica. Además, su acercamiento a líderes como Castro o Arafat, no cuadraban con los planes estadounidenses de convertir a España en una pieza más dentro de su espacio geopolítico.

Adolfo_Suarez

Desde su nombramiento como sucesor de Franco, el entonces príncipe Juan Carlos contó con el apoyo de Washington, al igual que los principales partidos políticos en España durante la Transición (UCD, PSOE y AP) fueron financiados por fundaciones políticas alemanas, en connivencia con los intereses anglo-norteamericanos. En definitiva, los principales ejes del poder político del nuevo régimen español se alineaban a favor de la política exterior de los países que llevaban la voz cantante dentro del bloque occidental. Con todos estos elementos sobre la mesa, la Operación De Gaulle podía llevarse a cabo.

La idea no era tanto dar un golpe de Estado como un golpe de timón. De este modo, la élite política española –y la económica, sea dicho de paso-, pretendían apartar del poder a Suárez y consolidar su hegemonía social en el país. Para poder dar dicho golpe de timón, se precisaba una excusa, una justificación que permitiese la formación de un nuevo gobierno de concentración nacional, en el cual estarían representantes de las grandes fuerzas políticas de la nueva “democracia” española, y bajo la presidencia de un militar. En todo ello, el rey Juan Carlos sería, según Camacho, la pieza fundamental, el elemento indispensable sin el cual no se podría haber llevado a cabo la operación.

El papel del teniente coronel Antonio Tejero -quien a posteriori ha acabado siendo el principal icono de aquel suceso- no era otro que el del tonto útil. Él desempeñó el papel del Supuesto Anticonstitucional Máximo que los cerebros de la operación buscaban: un involucionista nostálgico de la dictadura franquista con voluntad de frenar el cambio político que se estaba dando en España. Pero Tejero ignoraba cuál era la auténtica finalidad de los promotores del golpe. Siempre creyó que éste se realizaba con la intención de reimplantar en España un régimen militar, al estilo chileno o argentino, pero desconocía hasta qué punto estaba siendo utilizado como una marioneta. Por otra parte, el hecho de que los generales Armada y Milans del Bosch, ambos de claras inclinaciones monárquicas, fueran los dos militares de alta graduación involucrados en el golpe, debería dar una idea de hasta qué punto la Corona estaba metida en el asunto.

Como ya he dicho anteriormente, los impulsores de la Operación De Gaulle dieron vía libre a Tejero para entrar en el Congreso y secuestrar a los diputados, provocando así el SAM que estaban buscando. La idea a partir de este punto era que el general Armada accediese a las Cortes y se proclamase presidente de un nuevo gobierno formado por integrantes de los principales partidos políticos. Estaríamos hablando de altos dirigentes del PSOE –con Felipe González como vicepresidente-, por supuesto de AP y la UCD, e incluso dos miembros del Partido Comunista de España, Ramón Tamames y Jordi Solé Turá.

Y es aquí donde Armada comete un error que hará fracasar la operación tal y como estaba planificada. Cuando llega al Congreso -mientras Milans patrullaba las calles de Valencia al mando de una división acorazada-, en vez de utilizar su rango para hacer retirarse a Tejero, pone a éste al corriente de todo el plan, contándole incluso quiénes van a ser los ministros del nuevo ejecutivo. Tejero entonces se niega a permitir la entrada del general en el hemiciclo y se atrinchera en el edificio con sus guardias civiles. Es entonces cuando ha de intervenir el rey, para arreglar el desaguisado de Armada. Ordena retirarse de las calles a Milans, lo cual éste hace sin poner objeción alguna, y realiza su famosa intervención por televisión. Tejero, viendo que se ha quedado solo, pone fin al secuestro.

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Tras el fracaso de la Operación De Gaulle, no sólo Tejero pagó los platos rotos, sino que Armada y Milans, ambos fieles a la Corona, han quedado marcados como dos golpistas enemigos de la democracia. Paradójicamente, los beneficiados por aquello fueron la clase política española –la que ya mandaba y la que emergía por aquel entonces- y por supuesto la imagen de quien estaba detrás de todo, Juan Carlos de Borbón. Pese a la chapuza, los intereses de las potencias occidentales quedaban garantizados con la caída de Suárez, y la figura de Juan Carlos I ha sido ensalzada como el gran defensor de las libertades.

Así pues, el 23-F no fue un simple intento de unos militares involucionistas de reimplantar una dictadura militar, sino una maniobra política para consolidar el poder de una clase dirigente mediocre e interesada, que vendió y sigue vendiendo a su propio país a los grandes intereses de la oligarquía occidental.

Artículo del periodista Chema Galván para elmunicipio.es 

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3 COMENTARIOS

  1. Recuerdo perfectamente una frase que Juan Carlos de Borbón dijo aquella noche en el discurso dirigido a la nación, más o menos fue esta:»Jaime he dado una orden y ya no puedo volverme atrás». Estaba oyéndolo con mi mujer. Al escuchar esta frase dirigida al general Jaime Milans del Boch que tenía en esos momentos los tanques en las calles de Valencia, ambos nos miramos y a partir de esa noche pensamos: Aquí ha gato encerrado. Ya la tardanza en aparecer en televisión para ese discurso, nos pareció sospechosa.
    Pocos días después comencé a ver, leer noticias contradictorias, información sobre reuniones anteriores de personajes que estaban en ese momento en el Congreso, otros datos endebles, etc. El mismo Tarradellas había declarado no mucho tiempo antes que era necesario un golpe de timón en España. Desde entonces he creído y así he sostenido en artículos periodísticos que aquello fue un golpe interno, encabezado por el l rey, sobre el que debió de decir en algún momento anterior: «A mí me lo dais hecho». Estas son maniobras de esa estirpe política repetidas por sus titulares en varias ocasiones históricas que se conocen como «borboneo». El mismo general Miguel Primo de Rivera sufrió de ello por parte de aquel nefasto Alfonso XIII.
    El 23-F, como todas las borbonadas, acabó en una tremenda chapuza que, indirectamente, han pagado muy cara las Fuerzas Armadas con su apartamiento y disminución en su papel de garantes de la unidad de la Patria.
    Así que estoy de acuerdo con el autor, Chema Galván, en su análisis de aquel oscuro y oscurecido suceso.

  2. Buenas tardes,un buen artículo,cabe la posibilidad de que ocurriera en esa dirección,tengamos en cuenta que si bien Suarez contaba con la ayuda de Gutierrez Mellado,al frente del entonces SECED y este organismo adscrito a la presidencia del gobierno,paralelamente también estaba otro organismo dependiente de la división del alto estado mayor,creo que entonces dirigido por Cassinello,el seced era civil,el alto estado mayor,militar,en noviembre de 1977 estos dos organismos independientes pasan a formar parte del nuevo CESID,precisamente el intento de golpe de estado de 1981 evidenció la inconveniencia de que el cesid no tenía competencia legal para investigar en el ámbito militar aunque incluso se dieran amenazas al sistema democrático.Por ello definitivamente se cambió la ley justo después del golpe de estado.
    A,partir de entonces Gutierrez Mellado unifica estos órganos y los adscribe a Defensa,realiza un trabajo de fondo reduciendo según el, el poder de diversas secciones dentro de los Estados Mayores y regiones militares ,que actuaban como estructuras paralelas a los mandos naturales de aquellas y cuyas cúpulas estaban en general calificadas como «involucionistas y ultra-conservadoras».
    Quiere decirse con esto que es muy posible que durante el golpe de estado un servicio no supiera nada del otro,entonces según el artículo el golpe podría haberlo promovido entonces alguien del alto Estado Mayor.
    Añadir ademas que la caída de Suárez y su desgaste vino también en parte importante por las fuertes presiones de la banca,la presión de determinados grupos económicos que querían promover unas políticas liberalizadoras de urgencia,y desde dentro del mismo partido como detonante final.
    A pesar de todo aguantó estas embestidas.Quizás también las presiones de la banca y sectores económicos formaran parte de la misma «conjura»para retirar a Suárez.
    Que tengan felices fiestas navideñas,saludos a el Municipio ,y a Pedro conde.

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