«El problema de la democracia en la modernidad ha acabado, entonces, según la gran mayoría de sus exegetas, en una «crisis» de la democracia».
«En efecto la democracia heredada de la revolución francesa se ha revelado una democracia individualista e inorgánica, arrastrada por el mecanicismo de la partitocracia (es decir por el monopolio de la representatividad democrática por parte de los partidos políticos) que todavía no logra encauzar la complexa multiplicidad social de la era contemporánea en un régimen auténticamente y dinámicamente representativo; come atestigua la fuerte desafección hacia las actividades políticas partidarias y los procesos electorales; desafección manifestada por extensas capas sociales, especialmente las juveniles. De aquí las crisis recurrentes de los regímenes políticos erigidos sobre las elucubraciones abstractas de la «voluntad general» (sean ellos regímenes de corte vétero- liberistas o vétero-socialistas) y que nos obligan a plantear una distinta articulación política de la sociedad actual, acorde con la complejidad social y los desafíos éticos, culturales y socioeconómicos de nuestra era convulsionada. Lo que implica una reformulación de la democracia, empezando por una aproximación histórica que nos permita ahondar sintéticamente el significado original autentico de la democracia en el contexto de la civilización greco-romana que la inventó y la experimentó».