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Tomen nota: Intercambio de nombres

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Bancos_España
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Por Mijail Bakunao para elmunicipio.es

Se dice que los banqueros han cambiado o intercambiado nombres. Reivindican un clásico y común al mundo de la alta finanza como más afín a su auténtica conducta: carteristas. La noticia, sin embargo, no está clara. No se sabe exactamente si es a aquéllos, los carteristas, a los que llaman ahora banqueros o a éstos, carteristas.

Parece ser que estos últimos, los verdaderos, los del habilidoso oficio manual, aunque se sienten halagados con el nombre de banqueros, lo consideran un honor excesivo y prefieren que sean los banqueros, los más cercanos parientes de los usureros, los que se vean honrados con el nombre de carteristas.

Tampoco se sabe muy bien si ha sido en una reunión secreta, tipo masónico, de esas que llaman de monopolio, oligopolio, etc., en que se reúnen media docena de esos grandes como la del otro día en Europa, donde han tomado el acuerdo unánime de aceptar de buen grado, complacientemente, como una concesión graciosa y gratuita a la clientela; vamos, como una broma entre amigos, ser tuteados con esta expresión: ¡Eh, tú, carterista, digo banquero! Qué no se diga que no es un acto de campechanía mientras te despluman y te dejan como un pavo a punto de asar en la navidad.

Hablando de grandes. ¿Qué habrán hecho? ¡Qué pueden hacer los grandes de esta especie! ¡Grandes estafas! He aquí una forma de grandeza que puesta boca abajo, invertida, no es más que una gran mierda.

Bankia_Bnaqueros

Este nombre, carterista, un sinónimo en definitiva, los banqueros lo aceptan como propio, lo ven más entrañable y cercano, más embromado y candonguero, que aquél, que un día lejano de hace setenta y tantos años, les espetó en un discurso, un tipo serio, sin tacha, indomable, y que los tenía cuadraos: ¡Tiburones! Era demasiado cruda la imagen, cruel, el tiburón con las fauces abiertas, chorreando sangre entre los afilados dientes y el cuerpo de un cliente a medio despedazar. A aquél bizarro que los llamó escualos lo balearon, por cierto, contra un paredón. Se comenta que tienen miedo a que los seguidores de éste si no pueden resucitarlo porque era puro hombre, rescaten sus ideas, vuelvan a sus empeños y nacionalicen de momento media banca.

Como decía la noticia, el reducido mundo del hampa carteril los tiene cierto temor, aunque están ilusionados porque con ese préstamo del nombre de carterista que les hacen podrían tener a cambio conocimiento de los secretos, las tretas, las mañas y otras estrategias de tan potentes cacos y descuideros, que les darían más rendimiento que la magra carterita que levantan de bolso interior de la chaqueta en los apretones del metro. Se sabe, y esto tampoco lo ignoran estos humildes afanadores del tren subterráneo, que cuando un banquero levanta una cartera, ni policía, ni jueces, ni… les puede echar una mano. Cómo lo harán. Todo el mundo se queda pasmao y se pregunta que cómo se las arreglan; porque el tamaño de una cartera de esas puede ser equivalente a la Torre de Madrid, en su Plaza de España.

Carterista o banquero comienza a ser un oficio al que sólo se le distingue por la magnitud del botín.

Mijail Bakunao

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