Por Pedro Conde Soladana para elmunicipio.es
¿Desde cuándo una nación tiene que recurrir a una entidad externa, por más pactos económicos que les unan, para resolver lo que es un asunto tan interno y exclusivo como es el de su propia identidad y existencia?
¿Qué nación europea, de las que ninguna tiene tan larga historia como España, ha acudido o recurrido a los organismos de ese posible ente en formación de superestado que es Europa para que le solucionen un problema de tamaña enjundia y profundidad como es el ser o no ser de sí misma?
Europa podrá decir que si un trozo de España se desgaja, no formará parte de ella en la situación legislativa y administrativa en que se encuentra el núcleo de naciones que la están configurando, sin que físicamente pueda impedir que sea tierra europea; pero si ese trozo de territorio español lograra la independencia, dirá que es responsabilidad de su gobierno nacional, reconocido en el concierto mundial de las naciones como representante de la española, el no haberlo impedido.
O ¿es que no va a preguntarse si España tiene una Constitución, una Carta Magna y básica, Ley de leyes, que lo impida? Ella, Europa, y nosotros sabemos que sí. Entonces, se interrogará a su vez: ¿Por qué no la aplican?, ¿por qué esos gobernantes que juraron cumplirla y hacerla cumplir no activan sus mecanismos legales para cortar de raíz tan grave atentado contra su unidad? Por otro lado, los europeos saben, y si no hay que decírselo, que es un problema fomentado por una minoría separatista que va creciendo no por la fuerza de sus falaces y mentirosos argumentos, además de por sus inconfesables, aunque conocidos intereses espurios, sino por la inacción, la cobardía, la ineptitud y falta de autoridad moral de una casta política nacional sin fe ni principios.
Pura curiosidad sería inquirir qué juicio les merece a estos europeos la actual clase política española. De sobra conocen la poca talla de la mayoría de estos responsables de la gobernanza actual de España. Y si no les es suficiente este clamor de plañideras a las puertas de Europa, esa amenaza a la que recurren para que sea ésta la que reprima este ilegal proceso de ruptura, le será más que suficiente para deducir el peligro que corre esta nación en manos de tales medianías gobernantes, de estos tipos displicentes y mentecatos metidos a políticos.
Sería de admirar si no fuera de mucho más de lamentar, en que cajón de sastre convierte una mala democracia a miles de advenedizos de la res pública.
O ¿es que creen los regidores de la España actual que con leyes europeas de contenido y finalidad económica basta sólo para hacer retroceder a estos ambiciosos, insaciables e irresponsables secesionistas en sus planes para la ruptura de España?
Aún se seguirá preguntando Europa, ¿es que no van a responder a la osadía de un proyecto que se atreve ya a hablar del control de fronteras, puertos, aeropuertos, supresión unilateral de impuestos nacionales, etc., etc., asuntos que solamente competen al Estado, representante de la soberanía nacional? ¿A qué esperan para dar un puñetazo en mitad del mapa de España y decir a esos demoledores de la Historia y destructores de la unidad de todos los españoles: “¡Hasta aquí hemos llegado!?”.
Pedro Conde Soladana
