Pocas instituciones son más importantes para un país que la universidad. Los trabajadores del año 2030 se están formando ahora mismo en las facultades españolas. Por lo tanto, si queremos ser más ricos, tener empresas más innovadoras y conquistar los mercados mundiales, no hay una receta mejor que ofrecer una educación de calidad. Y si el objetivo es competir en la nueva economía globalizada, con un gran peso de la tecnología, con una fuerte inversión de capital y mucha innovación; sin duda, es en la universidad en donde debemos buscar la excelencia.
En este sentido, es muy de agradecer el esfuerzo realizado por la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), que este miércoles presentaban en Madrid la segunda edición de su ranking sobre la productividad de las universidades españolas, junto a una herramienta destinada a ayudar a los futuros alumnos a escoger carrera y centro (www.u-ranking.es). El problema es que la clasificación, que lideran la Universitad Pompeu Fabra, la Politécnica de Cataluña y la Autónoma de Madrid, se deja fuera algunos de los aspectos más importantes para juzgar el rendimiento de un centro.
Cuando se piensa en la productividad de una universidad, hay dos factores que se deben tener en cuenta. El primero es su capacidad para dar a sus alumnos las herramientas necesarias para que desarrollen su futura carrera laboral. En este sentido, una facultad tendrá éxito en la media en la que las tasas de desempleo sean bajas, los sueldos recibidos por sus titulados sean altos y los trabajos cumplan con las expectativas de sus exalumnos. El segundo factor para determinar la calidad de unos estudios podría ser el académico. Para medir este rendimiento pueden usarse estadísticas sobre los trabajos de investigación publicados por sus departamentos, citas en las publicaciones más relevantes, ingresos por patentes o su capacidad para atraer a alumnos brillantes.
Pues bien, el informe de la Fundación BBVA y el Ivie cubre perfectamente la segunda parte. Pero apenas dice nada sobre la primera. Así, un alumno de bachillerato que entre en u-ranking.es no tendrá ninguna pista sobre cuál es la tasa de empleo de los licenciados en un grado, el sueldo medio de los licenciados de cada facultad o la demanda de las empresas sobre determinados estudios. Probablemente éstas sean preguntas muy comunes entre los adolescentes y sus familias, y es una pena que no exista un indicador fiable en este sentido. Libre Mercado ha preguntado directamente a los autores durante la presentación del estudio sobre esta cuestión. Y han reconocido que aunque sería interesante tener los datos, aún «no hay información adecuada» disponible para los investigadores.
Eso no quiere decir que su trabajo no sea relevante. Desde siempre, uno de los problemas de la universidad española ha sido la falta de control sobre sus resultados. Decenas de miles de jóvenes entran cada año en las aulas de nuestras facultades sin que se tenga muy claro si lo que allí hacen tiene algún sentido, quién lo está haciendo mejor o si se consiguen los resultados buscados.
De hecho, mientras en otros países sacar unas notas elevadas u obtener el título en determinado centros es algo muy valorado por las empresas, en España existe una queja general sobre el poco impacto que tienen estos factores en el futuro de los estudiantes. La sensación es que lo importante es tener el título, no si llega de una u otra facultad. Y tampoco parece que el expediente académico tenga un peso relevante. La razón es que no hay una competencia real entre las universidades y se desconoce si existen diferencias de calidad entre las mismas. En este sentido, el informe es un primer paso para que se comience a hablar del desempeño de cada universidad.
Los resultados
Como decimos, la lista la encabezan la Pompeu Fabra, la Politécnica de Cataluña y la Autónoma de Madrid. En general, los centros catalanes, madrileños y valencianos lideran la lista, aunque también hay que destacar los casos de tres pequeñas regiones con una sola universidad pública que aparecen en un lugar destacado: Cantabria, Navarra y Baleares.
El índice se ha realizado asignando resultados en tres categorías: docencia, investigación e innovación. Las dos últimas son especialmente significativas porque las mejores universidades son también las que más destacan en estos dos campos, como puede verse en el siguiente gráfico. Es decir, para saber si un centro es realmente excelente es más relevante el dato en investigación (con indicadores como las citas en publicaciones, impacto de los trabajos de la facultad, ingresos por licencias, número de patentes,…) que el de docencia. Hay que tener en cuenta que este apartado puede estar muy sesgado, puesto que muchos de los indicadores los determina la propia universidad (como el porcentaje de aprobados o el número de profesores por alumno). O por decirlo de otra manera, si una facultad tiene un alto porcentaje de aprobados, ¿es porque sus profesores son muy buenos o porque el nivel de exigencia es muy bajo?
En este sentido, destaca la posición de la Pompeu Fabra, porque no sólo es la primera en el índice general, sino también en el de investigación. De hecho, en los ránkings internacionales, es uno de los centros españoles que más aparecen. No en una posición destacada, ninguno lo hace, pero sí al menos comienza a meter, poco a poco, la cabeza en las listas de los mejores del mundo.
Pero como apuntamos anteriormente, nada de esto sirve para saber cómo valora el mercado los estudios de cada centro. ¿Es rentable ir a la universidad? ¿Qué demandan las empresas? ¿Consigue la sociedad recuperar el dinero que se gasta en la educación de sus alumnos? Ninguna de estas preguntas tiene aún respuesta, al menos no si se quiere individualizar el trabajo realizado en cada facultad. Sólo podemos intuir que los resultados no son demasiado esperanzadores. En Libre Mercado hemos publicado anteriormente varios reportajes sobre la productividad del conjunto del sistema universitario español. Y los datos son preocupantes:
- La universidad española es una de las menos rentables del mundo. Tanto para los licenciados como para la sociedad, el retorno que se le saca a los estudios es muy bajo. Esto no quiere decir que no salga rentable ir a la facultad. Aquellos con un título en estudios terciarios ganan más, de media, que los que no lo tienen. Pero la diferencia es mucho menor que en otros países: «Un titulado superior obtiene a lo largo de su vida laboral algo menos de 120.000 dólares de beneficios respecto a un bachiller. En concreto son esos 118.157 dólares de los que hablábamos antes, con una tasa interna de retorno del 10,2%. Parece una cifra interesante, pero la cosa cambia si se compara con la media de la OCDE: 162.718 dólares y la rentabilidad del 13%».
- En cuanto a su inserción en el mercado laboral, tampoco es que sea para tirar cohetes. La tasa de paro entre los licenciados españoles está entre las más altas del mundo. Eso es lógico, porque el conjunto del mercado laboral está peor que el de los países de su entorno. Pero no se acaban ahí sus problemas: tienen peores trabajos que los licenciados de los países más ricos de la UE, cobran menos, les cuesta muchísimo encontrar un empleo estable y su tasa de paro es muy superior. A los cinco años de su salida de la facultad, el 40% de los licenciados ocupa un puesto de cualificación inferior y apenas un 56% tiene un contrato indefinido a tiempo completo.
Con este panorama, parece claro que sería muy importante saber cuáles son los resultados de todas las universidades españolas. Sus nuevos alumnos tienen derecho a saber qué es lo que se encontrarán cuando acaben sus estudios. Si tendrán opciones reales de labrarse un futuro. Y si el título que conseguirán se valorará lo suficiente. ¿Productividad? Ahí está la clave. No será sencillo, porque a los centros no les entusiasma salir retratados. Pero probablemente sea un gran primer paso para incentivar a todos (rectores, profesores y alumnos) a mejorar su rendimiento.
Información y datos ofrecidos por Libre Mercado.