Por Eduardo López Pascual para elmunicipio.es
“Quiero recordar aquí que en los años de FALANGE ESPAÑOLA de las JONS AUTÉNTICA, (1975-78), encabezada entre otros por Pedro Conde, Narciso Perales, José Luis Arroyo, Jorge Juan Perales, Miguel Hedilla, José Briz…y yo mismo, nos manifestábamos decidida y firmemente por la Autogestión, término que nos diferenciaba netamente de los demás grupos llamados falangistas. Para mí, era la tesis correcta y estoy seguro que se desprendía de la filosofía económica de José Antonio Primo de Rivera, que no me cabe duda alguna tenía un conocimiento veraz de los escritos tanto de León XIII, como de los teóricos anarquistas como Proudhon, y que en la España de los años treinta representaban, con más o menos fidelidad, Ángel Pestaña o Abad de Santillán, por lo que tampoco es de extrañar las posibles conversaciones del fundador falangista con los mismos”. Eduardo López Pascual en elmunicipio.es
Con ánimo de abrir debate sobre el tema de autogestión que leí en elmunicipio.es
Expongo unas pinceladas sobre el tema desde mi particular saber y entender:
Si el nacionalsindicalismo desde mi convicción es una interpretación de la empresa familiar, social y sindical y de otra parte una aproximación al cooperativismo, a mi me parece que estamos hablando de Autogestión, que en el fondo, no es sino la asunción por parte de los trabajadores, técnicos y administrativos de todo el proceso productivo de una empresa, desde la adquisición de materias primas hasta la comercialización y distribución del producto elaborado. Esta aspiración plenamente humana, a raíz de la heterogestión que afectaba a los trabajadores, o sea, la desposesión total de la que eran víctimas, tiene un origen humanístico cristiano, al menos en la época moderna, al ser el Papa León XIII en su Rerun Novarum (1891), quien diera un aldabonazo a la conciencia capitalista que había destruido el taller por la fábrica despersonalizada. Claro que a la hora de formalizar esta estructura socio-económica, los teóricos de la Autogestión, difieren tanto en el modo como en la última justificación política. Parece que la Iglesia, se miró en las propuestas de Fourier, siglo XVIII, que abogaba por una organización de carácter socialista, limitada eso sí, a una gestión agrícola o industrial muy estatificada. Por otro lado, para el modelo marxista, esta no es sino un paso intermedio entre capitalismo y socialismo, y por ello, solo se le concede una situación efímera, tal como se desprende en Críticas del programa de la Gotha (1859). Luego, viene la experiencia yugoeslava, que significa una autogestión vigilada, pues al final, es el Estado quien determina el proceso general, que aunque muy distante del sentido jacobino de la experiencia descrita por Lois Blanc y que ya el mismo Proudhon descalificaba por defender en suma una gestión autoritaria por parte del Estado.
En este sentido, la interpretación del anarquista, se contempla desde una defensa de la libertad autogestionaria y así dice en el Manifiesto Electoral de 1848, que no necesita al Estado, porque al final se convierte en una monarquía en su interpretación autoritaria. En esto podemos estar de acuerdo con la lectura de Proudhon, que más tarde en contraposición a los modelos marxistas, pide libertad productiva y competitiva, en alguna medida similar a las propuestas de Bakunin que abogaba por un Federalismo de empresas autogestionarias en libre competencia y por tanto, en términos afines con la idea nacionalsindicalista de las relaciones laborales que, yo creo, de alguna forma, se inspiraban en el viejo ideólogo en tanto que también sería fuerza germinal de las tesis mantenidas por la Iglesia, lo que hace decir a sus defensores que “la Autogestión es un laicismo desembarazado de la metafísica racionalista y del estatismo autoritario de los comunistas, de los jacobinos y de los cambistas, y enriquecido con una reflexión de origen Católico-Social, de las relaciones de trabajo” eso como se ve, y se lee en los escritos de ESPRIT, mayo de 1977, corresponde plenamente al pensamiento mounierano, y que sin duda conocía el propio José Antonio Primo de Rivera, en verdad contemporáneo del creador del Personalismo en Francia y, por supuesto, lector inteligente de las ideas del filósofo y político galo. Individualmente, y sin documentación histórica que lo confirme, pienso que el Nacionalsindicalismo, la autogestión falangista, elaborada sin prisas y sin pausa por el fundador se inspiraba en la filosofía del Personalismo y el pronunciamiento de León XIII.
De ahí pues que algunos de nosotros, falangistas, expliquemos nuestra Autogestión, como la salida natural del nacionalsindicalismo, puesto que se ampara, según creo, en esa mejora del anarquismo, originadora de las primeros compañías obreras, dotándola de una perspectiva de humanismo cristiano por el que se separa de una concepción simplista, a mi entender, pero no perversa, de su organización y del sentido de propiedad, cuando Proudhon se afana por renegar de la propiedad privada para resumirla en un derecho de posesión, ciertamente semejante pero no igual a la que formulamos los falangistas, teoría que nos aleja del anarquismo socialista, para centrarla en el nacionalsindicalismo que protege la propiedad privada, en tanto contribuya al bien común y no sirva para la acumulación especulativa del poder o riqueza. En esta interpretación reside el cambio propugnado por nosotros, en cuanto a las relaciones del trabajo que propugna, radicalmente, la gestión de las empresas en manos de los trabajadores, a fin de que sean dueños de su trabajo, y por ello, acceder directamente a los beneficios, enmarcados en las plus valías. Esto, estudiado por nuestros economistas, se daría también o necesariamente en las industrias que llamamos estratégicas, energía, transporte, navales o mineras, donde tras un periodo pausado pero sin demoras injustificadas se podría lograr una sociedad muy distinta a la que nos impone el neoliberalismo capitalista. Por otro lado, una legislación para provocar la aparición de la empresa social, sindical sería un paso necesario para poder cambiar de raíz las relaciones de trabajo actuales basadas en el libre mercado capitalista.
De la misma manera, los trabajos a desarrollar en las diferentes áreas de la función pública, tendrían que estar operando bajo estas mismas premisas; en educación, en sanidad, en las tareas administrativas locales, regionales o estatales, los trabajos serían realizados bajo las premisas de cooperación remuneración justa en razón de su esfuerzo y productividad para no caer en la pérdida de estímulos que, al contrario del socialismo autogestionario, impida el afán lógico de superación en los trabajadores- Por lo expuesto, personalmente defiendo la autogestión, que repito, para mi es una forma de nacionalsindicalismo, y es después de todo, una aspiración posible si en verdad queremos desmontar el capitalismo que, como decía José Antonio Primo de Rivera, es una tarea moral. Y es posible, en contra de lo que pregonan antiguos próceres de camisa azul, que ahora no ven el nacionalsindicalismo en absoluto viable en las estructuras de hoy, y que todo era una gran equivocación del fundador falangista. Lo malo es que es solo ahora cuando lo manifiestan. Sin embargo, no solo desde la lectura del Nacionalsindicalismo, sino desde otras visiones que sí creen en la praxis autogestionaria, como así lo declaran autores próximos al espíritu de Mounier, como Henrí Arvón, Ana Rivas o A. Negro, todos ellos publicados por el Movimiento Cultural Cristiano, defensor claro del espíritu autogestionario, que ven en esta alternativa al capitalismo una respuesta posible, aunque quizá un tanto lejana, pero que en absoluto puede menoscabar nuestra convicción.
Quiero recordar aquí que en los años de FALANGE ESPAÑOLA de las JONS AUTÉNTICA, (1975-78), encabezada entre otros por Pedro Conde, Narciso Perales, José Luis Arroyo, Jorge Juan Perales, Miguel Hedilla, José Briz…y yo mismo, nos manifestábamos decidida y firmemente por la Autogestión, término que nos diferenciaba netamente de los demás grupos llamados falangistas. Para mí, era la tesis correcta y estoy seguro que se desprendía de la filosofía económica de José Antonio Primo de Rivera, que no me cabe duda alguna tenía un conocimiento veraz de los escritos tanto de León XIII, como de los teóricos anarquistas como Proudhon, y que en la España de los años treinta representaban, con más o menos fidelidad, Ángel Pestaña o Abad de Santillán, por lo que tampoco es de extrañar las posibles conversaciones del fundador falangista con los mismos. Nuestra coincidencia con las afirmaciones que se leían en la revista l´esprit, conteniendo el pensamiento de Emmanuel Mounier y que yo, reflejaba en un estudio sobre el humanismo de José Antonio Primo de Rivera, me reafirma en mi convicción sobre la viabilidad de la Autogestión, tal y como se desprende del pensamiento joseantoniano, en España, en Europa y en cualquier país del mundo.
Totalmente de acuerdo con López Pascual que como siempre, en sus planteamientos nacionalsindicalistas, nos hace ver la realidad de lo que quería José Antonio. Es posible que despues de tantos años alguien no este muy de acuerdo, por eso animo a quien no lo esté exponga sus criterios porque el debate siempre es bueno