Por José Mª García de Tuñón Aza para elmunicipio.es
El título no tiene nada de original. Hace algún tiempo, creo que fue en el año 2008, mi querido amigo Pedro Conde publicaba un magnífico artículo que tituló Los amores de José Antonio, pero ahora sólo voy a escribir del amor de la princesa Bibesco, esposa del diplomático rumano príncipe Antoine Bibesco, cuyo nombre de soltera era Elizabeth Asquitth y que fue la autora del libro al que más adelante me referiré. Pero antes permítaseme vuelva a citar a Pedro Conde que con su permiso le copiaré algunos párrafos que escribió en el artículo antes citado.
Pedro Conde critica, con toda la razón del mundo, al «periodista Martín Prieto, a quien yo leía ―escibre Conde―con delectación y cierto aprecio, lo ha hecho por dos veces en el diario EL MUNDO. Este individuo escribe el 28 de diciembre de 2002: “pese a ser fusilado a los 33 años nunca se le conoció mujer, ni por asomo, y sí su lealtad-amor por sus jóvenes escuadristas”. El 19 de noviembre de 2007 vuelve sobre el asunto y escribe un artículo, “Rebeldes sin causa”, en el mismo periódico y en el que, entre otras cosas, dice: “homosexual en el armario…”. Aquel hombre murió fusilado; pero de haber vivido, el señor Martín Prieto no hubiera podido sostener con su pluma semejante calumnia. Con toda la seguridad que no se hubiera librado ni de su presencia física ni de su arrebato de hombre. Lo demostró una y otra vez en vida ante las infamantes e infames palabras de los indecentes». Estas palabras de Conde que yo comparto todas ellas, demuestran lo miserables que son algunos y de la poca cultura histórica que tienen que no se han enterado del libro que bajo el título de The romantic, ―que también cita Conde―, escribió Elizabeth Bibesco, como así lo dejo firmado., El libro fue editado en 1940 por William Heinemann LTD, con sede en Londres y Toronto.
Es un homenaje a José Antonio Primo de Rivera que da comienzo con esta bella dedicatoria:
Que en español quiere decir: «Te prometí un libro antes de que estuviera empezado. Es tuyo ahora que está acabado. Aquellos a los que amamos mueren para nosotros solo cuando nosotros morimos».
José María de Tuñón Aza:
Creo que no hace falta que te recuerde, como al resto de lectores, que el libro que hay que leer al respecto, tú ya lo habrás hecho conociendo tu empeño investigador, es EL HOMBRE AL QUE KIPLING DIJO SÍ, de José Antonio Martín Otín. En él se narran todos los amores de José Antonio, incluso el último con una joven de Ávila; el que más me sorprendió a mí porque no tenía ni idea. Debió de ser muy corto, nacido o apuntado en los últimos meses de la cárcel.
Efectivamente, querido amigo, hace tiempo que leí el libro que señalas de José Antonio Martín Orín porque además me lo regaló el autor con una dedicatoria que me llenó de orgullo, pero motivo de referirme a tu artículo, que no conocía, fue, principalmente, por las alusiones que haces al periodista y que en eser momento pensé que había que recordar al lector para que supieran la clase de elementos que andan por ahí, además de reproducir la dedicatoria original de Elizabeth Bibesco que yo nunca había visto publicada. De vez en cuando pienso que es muy interesante recordar cosas que aunque ya publicadas merecen la pena que de nuevo vean la luz.
José María García de Tuñón Aza:
Querido amigo:
Perdóname, me comí parte de tu ilustre apellido, García, al responderte. No lo achaques a otra cosa que los «achaques» de la edad.
Y hablando de memoria, la mía, la de los pueblos no parece ser mejor. Por eso, como tú dices, conviene que nos la refresquemos y se la refresquemos al pueblo para que no olvidemos todos, lo que por tan repetido no es menos cierto, de que los pueblos que lo hacen con su pasado están condenados a repetirlo y no para su bien.
Un abrazo.